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El funcionario budista

Andalucía será como el pregonero que coge carrerilla con el romance: imparable

Francisco Robles

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No es que la Junta de Andalucía nos tome por tontos: es que lo somos. De otra manera no se entiende que nos traguemos los consejos que nos dan cuando llega el verano y nos dicen que bebamos agua, busquemos los lugares más frescos de la casa, echemos las persianas cuando pega el sol o caminemos por la sombra. Además, nos recomiendan que vistamos ropas ligeras y que no nos expongamos al lorenzo. Suena a guasa, pero es rigurosamente cierto. Desde la Junta vigilan nuestra salud hasta esos extremos, como si no supiéramos que en verano es mejor ir en manga corta que con un abrigo y su correspondiente bufanda.

Como saben que somos tontos, ahora han salido con esas normas que prescriben las actividades que han de realizar los funcionarios para que cuadre el horario susanista con el mariano. Puestos a hacer demagogia para avivar el fuego de la confrontación con el Gobierno del PP, desde San Telmo idearon una reducción de horarios claramente ilegal. Pero eso era lo de menos. El caso es que los funcionarios, vulgo votantes, vean a Susana como la poli buena y a Rajoy como el poli malo. Ante la sentencia que obliga a añadir esas dos horas y media de trabajo que San Telmo les regaló a sus fieles, el laboratorio de ideas de la Junta ha parido la parida del siglo: esas dos horas y media se pueden cumplimentar haciendo un curso de meditación budista. ¡Toma ya! Tal como suena.

Han leído bien. Aquí habrá funcionarios que cobren por meditar al budista modo. Punto en el que hay que reivindicar la praxis rancia para que no haya discriminación religiosa ni costumbrista. A partir de ahora, que los funcionarios rancios, vulgo «funciorrancios», computen la asistencia a pregones como fórmulas de meditación. Con un pregón a la semana tienen bastante: entre las marchas que se tocan al principio, la presentación del pregonero, el pregón con todos sus avíos, la entrega del cuadrito de rigor, las palabritas del hermano mayor y los himnos, el horario está cumplido. Y si no, se le añade media hora de cerveceo y de pescao frito, ritual que debería contemplarse como ejercicio de implementación de la empatía. ¡Niño, llena esto y ponme media de chocos!

Llegados a este punto hay que afirmar lo obvio. Estos cursos no le costarían al erario público ni un céntimo de euro, ya que pregones hay para dar, regalar y repartir. Se organizan sin que intervenga la Dirección General de Meditaciones adscrita a la empresa pública Budistasa, «lo que no trabajo aquí lo hago en mi casa». Por las tardes, los funcionarios acudirían a los lugares donde se le rinde culto al verso y al ripio, a la prosa y al aplauso. ¡Ole! Y al salir dirían lo mismo que sueltan los rancios con abolengo en el vestíbulo del Maestranza. Ha sido un pregón muy meditado. Ha sido un pregón de hombre de la Junta. El pregón que Andalucía necesita.

Gracias a estas medidas, la administración funcionará mejor y Andalucía será como el pregonero que coge carrerilla con el romance: imparable. Y si no, que el funcionario nos atienda por el rito budista, a ver si así terminamos con el paro y esas cosas…

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