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PUNTADAS SIN HILO

Gato por liebre

El modelo de gestión socialista no ha sacado a Andalucía del ostracismo, pero ha demostrado ser una gran máquina electoral

Manuel Contreras

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Por una vez y sin que sirva de precedente tengo que discrepar severamente con mi admirado Javier Rubio. Hay que asimilar con naturalidad el desencuentro puntual: gustar todo el tiempo a todo el mundo no lo ha conseguido ni el jamón serrano. Defendía ayer mi compañero en esta misma página un análisis íntimo del proceso judicial que comienza hoy en la Audiencia de Sevilla, señalando que lo que se juzga no es la forma de gobernar en Andalucía durante décadas, sino personas físicas con responsabilidades individuales. Yo lo veo más bien al contrario, se juzga un modelo político, y las sentencias individuales serán el reparto de trozos de responsabilidad en ese pastel envenenado.

Estoy convencido de que el sistema presuntamente fraudulento de los ERE obedece a razones políticas, no personales. Dicho en román paladino: el tinglado no se creó para robar, sino para ganar elecciones. No tengo duda alguna sobre la honestidad de Chaves y Griñán, los dos expresidentes imputados. Es más, me consta que no ha habido ningún aprovechamiento por su parte. Me entristece que dos políticos honorables tengan que verse en este trance en el epílogo de sus brillantes carreras políticas. Pero lo cierto es que la instrucción del caso apunta con datos contundentes a que desde la Junta de Andalucía se activó un sistema para conceder subvenciones al margen de los controles administrativos. Dinero fácil que se repartía con rapidez y discrecionalidad. El objetivo inicial era resolver problemas laborales con agilidad en vísperas de elecciones, pero ocurrió lo que inevitablemente ocurre cuando se mueve dinero en la sombra: el sistema se degeneró. Pasaron las elecciones y se siguieron gestionando fondos sin fiscalizar. A las empresas en crisis se fueron agregando otras que no estaban en crisis, luego empresas de amigos del partido, luego empresas que ni eran empresas. Aparecieron comisionistas innecesarios, y en las listas de trabajadores se empezaron a colar nombres de personas que nunca habían trabajado en las empresas. Todo aquel que intervenía en el proceso acabó metiendo la mano en la caja, lo que explica que durante diez años no trascendiera el colosal latrocinio. Chaves y Griñán no trincaron, pero existen indicios de que permitieron o no quisieron ver este dispositivo aparentemente fraudulento.

Al final, lo que se juzga es una manera de hacer política en la que el fin justifica los medios. Una estructura diseñada para ganar las elecciones antes que para procurar el desarrollo de Andalucía. El modelo de gestión socialista no ha logrado en treinta años sacar a la comunidad autónoma de los últimos lugares de todos los ránkings de desarrollo europeo, pero se ha mostrado absolutamente eficaz como maquinaria electoral. Gato blanco o gato negro, lo importante es que cace votos, parecía ser la consigna. Ahora corresponde a los jueces dilucidar si a los andaluces nos dieron gato por liebre.

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