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Jueces de colores

Marlaska y Medel, dos jueces: él echa al que investiga a su partido; ella investiga a su partido

Alberto García Reyes

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Un juez del PSOE, Fernando Grande-Marlaska, ha decidido, en su competencia como ministro del Interior, echar al coronel jefe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí, en plena investigación del escándalo de la llamada Faffe en Andalucía, en el que policialmente se ha acreditado que varios cargos del PSOE se gastaron 15.000 euros en un burdel pasando la visa pública, entre otras maravillas. Paralelamente, una juez del PP que fue asesora de Rafael Catalá en el Ministerio de Justicia y que ha vuelto a ponerse la toga, Carmen Rodríguez-Medel, ha elevado al Supremo el «caso Máster», en el que se dirime si la Universidad Rey Juan Carlos regaló titulaciones a alumnos supuestamente influyentes, entre ellos el actual presidente de los populares, Pablo Casado.

En el primer caso, no ha habido mucho ruido mediático. Marlaska ha alegado falta de confianza y se ha quitado del medio al máximo responsable de la unidad de la Guardia Civil que ha destapado casi todos los casos de corrupción en España, incluidos los que afectaban al PP mientras gobernaba Rajoy, precisamente cuando las narices de la Benemérita estaban oliendo los hedores socialistas. Dos datos: la UCO ha denunciando que la juez que instruye el gran saqueo de los ERE, María Núñez Bolaños, le solicitó verbalmente no investigar a varios implicados en el fraude porque sus delitos estaban a punto de prescribir; y ahora ha criticado el bloqueo judicial de la investigación sobre la famosa juerga en el prostíbulo. Desenlace: el jefe de la unidad despedido. Y, después de unas tímidas quejas de la derecha, silencio general.

En el segundo caso, la repercusión está siendo insólita. Una juez que asesoró al PP aprecia posibles delitos de prevaricación y cohecho impropio y, sin dilaciones ni ardides, traslada el caso al Supremo para que investigue al aforado Casado. Incluso le pide que aporte el ordenador en el que conserva los supuestos trabajos con los que aprobó el máster que tal vez le regalaron. Y todo el mundo ataca la desvergüenza del defraudador antes siquiera de que haya podido defenderse. Nadie denuncia que se ha invertido la carga de la prueba con él solicitándole que demuestre su inocencia entregando el viejo ordenador. ¿Si lo hubiera perdido, ya sería culpable? Algunas voces sutiles del PP dejan caer que esto lo hace la juez para que no se dude de su imparcialidad. Porque la derecha vive permanentemente acomplejada.

Yo no sé si Pablo Casado se aprovechó de su condición política para conseguir un título universitario por la cara. Si lo hizo, que lo pague. Pero sí sé que en España la corrupción se mide de distinta manera en cada bando. En esencia, gastarse dinero público en una bacanal es una indecencia mucho mayor que falsificar un currículum. Sin embargo, esta comparación lleva implícita otra aberración mayor: hay jueces de colores. Y los de izquierda bucean mejor en las cloacas. Marlaska ha echado al que investigaba a su partido. Medel ha investigado a su partido. ¿Quién quiere dar lecciones de moral aquí? No hay más preguntas, señorías.

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