Hazte premium Hazte premium

LA TRIBU

Mayo

Mayo de siempre, el mismo que se venía a la niñez, a la memoria, para señalarnos los días eternos que caben en una copla

Salida de la Hermandad del Rocío de Triana. ROCÍO RUZ
Antonio García Barbeito

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cuando los días se ponían cielos que azuleaban por la tarde, decías que mayo era una copla, más que un mes; una romería de treinta y un días, sobre todo. Lo habías dicho al ver pasar unas muchachas con unos finos alambres ensartados de flores, camino de la iglesia, con la idea fija en un altar. Lo dijiste porque poco antes, desde el patio de un familiar tuyo, paredaño al patio donde aquellas muchachas habían ensartado flores, las habías oído cantar. Es verdad que primero oíste una canción que tenía casi todo el cuerpo de una oración mariana, pero al poco, las voces se llenaron de muchachos galantes, de romería, de casapuertas con macetas de flores asombrosamente hermosas, incluso de amores no confesados que se prendían de las notas que las muchachas interpretaban con cierto deje de seducción o de segundas intenciones, que en las risas tras las coplas había mucho de secreto sabido por todas, aunque ninguna soltara prenda.

Mayo, una copla. Mayo, una romería larga. Mayo, fiesta íntima. Yo me acuerdo de ti cuando la memoria se me va a las calles de mi juventud recién estrenada, y se llena, como antes se llenó mi infancia y se llenó mi adolescencia, de flores, de cadenetas, de impaciencia de fiesta y de caminos. Y en el aire de esas calles vuelvo a oír «Te vi venir del trabajo, / tenías los ojos rendíos, / y te pusiste a arreglar / tu carreta pal Rocío…» Nadie como aquella gente que ya se había hecho mía, para sacar de los patios la gracia y el desparpajo, la flor necesaria, la lata con claveles y la mano de cal donde lo azules de las tardes se miraban sin poder explicarse cómo aquel blancor hacía un juego único con sus altos colores. Bajaba o subía la calle un tamborilero que iba enseñando al aire a silbar, y de rato en vez, un cohete ponía allá arriba un susto de pájaros y de veletas. La copla sabía de memoria lo que pasaría allí dentro de unos días: «…Pronto estarás caminando…» Sí, muy pronto, y llovería, haría viento, calor, frío, «sudarás y tendrás sueño, / no podrás dormir tranquilo…» Mayo era una copla con la camisa azul y los pies ligeros para el baile. Y así sigue. Me acuerdo de ti por este mayo azul, alto y elegante, de tardes frescas y días por donde crece la marea festiva de cien pueblos. Mayo festivo, mariano, de patios que desembocan floralmente en los altares, de airecillo de coplas eternas o nuevas que van formando cadenetas de romería, de fiesta íntima entre las cuatro paredes del pueblo, en una ermita a las afueras… Mayo de siempre, el mismo que se venía a la niñez, a la adolescencia, a la memoria, para señalarnos los días eternos que caben en una copla. Ay…

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación