TRIBUNA ABIERTA
Vivir con filosofía
Es preferir privarse de cosas antes de gozarlas a costa de otros, y esforzarse en ser feliz pero, sobre todo, en ser digno de ser feliz

Vivir con filosofía es aspirar a un docto ignorar (Cusano), volver a lo antiguo para avanzar (Erasmo), influir en el prójimo a través del ejemplo y huyendo de la palabrería vana (Confucio), no olvidarse nunca de hacerse las grandes preguntas y aun así ser capaces ... de vivir sin garantías, estimulados por lo incierto (Pascal). Es deseo de ser, de ser sin término, pero aceptando la realidad inevitable de la muerte y las pequeñas contrariedades de la vida, sin caer en la estúpida actitud de quien da una patada a una silla después de tropezarse con ella (Spinoza), comprender que ser más no es tener más, que, a pesar de todo, en la sociedad hay incomparablemente más bien que mal, como también hay más casas que cárceles, y que hay evidencias de que el mundo siempre avanza hacia algo mejor (Leibniz).
Vivir con filosofía es practicar la tolerancia, ponerse del lado de las causas justas y humanitarias, practicar la gran hazaña de cultivar diariamente nuestro huerto y morir amando a los amigos y sin odiar a los enemigos (Voltaire). Es admirar a los verdaderos héroes, que no son los que prometen cielos imposibles, sino los que ayudan a mejorar la tierra, confiar en la formación como el gran ariete para la transformación del mundo y para que el hombre sea protagonista de su propia historia, y es ascender a nuestros padres a través de la educación sin sentirnos por esa razón superiores a ellos ni por un instante (Diderot).
Vivir con filosofía es vivir como un adulto, pensando o tratando de pensar por uno mismo y asumiendo la plena responsabilidad de las decisiones propias. Es preferir privarse de cosas antes de gozarlas a costa de otros, y esforzarse en ser feliz pero, sobre todo, en ser digno de ser feliz. Es conocer y atender a las inclinaciones personales, pero también reprimirlas cuando nos hacen pocos ejemplares. Es obrar como si nuestro comportamiento estuviera destinado a convertirse en ley universal y es, sobre todo, tratar a las personas siempre y al mismo tiempo como un fin y nunca meramente como un medio. Es poner los medios a la misma altura que los fines, y, en suma, vivir con el cielo estrellado sobre nosotros y la ley moral dentro de nosotros (Kant).
Vivir con filosofía es comprender que el medio más seguro para no ser demasiado infelices es no obsesionarse con ser muy felices, asumir que en nuestra naturaleza está pasar continuamente del deseo a la satisfacción y del deleite a un nuevo apetito, y que a través de ese bucle podemos llegar al hastío (Schopenhauer). Es admitir con Feuerbach, aunque no necesariamente llegando a su conclusión, que de los amigos de Dios hay que hacer amigos de los hombres, y de los creyentes, pensadores, y de los orantes, trabajadores y de los hombres satisfechos con Dios hombres insatisfechos con la injusticia del mundo, y es instaurar el humanismo del hombre como bien supremo.
Vivir con filosofía es intentar no ser masa, preguntarse por las convicciones propias, no dejarse llevar por la emoción colectiva y muy señaladamente no realizar nunca en grupo lo que jamás haríamos en solitario (Kierkegaard). Es ver la vida como un enigma, reconocer que el hombre es su contexto, su lugar y su momento, que nuestra naturaleza es voluble y cambiante, y que todo viene de atrás, que lo que somos incluye lo que fuimos, y nuestro recuerdo condiciona nuestro presente, porque que toda filosofía es historia y toda patria nueva está poblada de dioses antiguos (Dilthey). Es saber, sin embargo, que la vida necesita cierta dosis de olvido, también de inconsciencia, y que no podemos convertir nuestras convicciones en prisiones, porque pueden llevarnos al fanatismo, y que la duda, la duda profunda y radical, más que en un método, es nuestro destino (Nietzsche).
Vivir con filosofía es flexibilidad con las ideas propias y lealtad con las personas y la identidad recibida. Es evolucionar desde la herencia recibida sin renegar de ella. Es afirmar el valor del espíritu en una época que solo cree en lo material, denunciar el desequilibrio entre los avances de la técnica y el estancamiento de las concepciones morales, advertir del riesgo de tener un cuerpo muy grande y un alma muy pequeña, intuir que el progreso es capaz de lo mejor y de lo peor y sobre todo reconocer en la tecnología un verdadero desafío a la libertad, frente al cual el hombre debe responder reafirmando su espacio de decisión, sin ceder ningún terreno (todo eso lo vio anticipadamente Bergson, antes de la llegada de los algoritmos predictivos de nuestra conducta).
Vivir con filosofía es vivir paseando, siendo parte de la multitud y distinto de ella, observando el frenesí de la gente, inquisitivos y a la vez seducidos por una prisa que sentimos propia y ajena, escindidos entre lo antiguo y lo moderno, hijos del progreso y críticos con sus resultados y sobre todo con la dictadura de la innovación como obsesión, como algo inevitable, como algo desentendido de la voluntad del hombre y ajeno al pasado. Es negarse a ser unidimensionales y modernos a secas, deseo de citar y apología del recuerdo, consciencia de que quien no se mezcla con lo que le precedió no es puro sino pobre (Walter Benjamin).
Vivir con filosofía es vivir leyendo y aprendiendo de quienes pensaron más y mejor que nosotros*. Nadie debería privar a niños y jóvenes de descubrir, junto a estos y otros autores, qué significa para ellos vivir con filosofía.
*Todas estas referencias aquí citadas están extraídas del libro ‘Semblanzas de grandes pensadores’, de Manuel Fraijó: su lectura ha sido un puro disfrute.
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