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EL RECUADRO

No nos han dejado

Cuando este verano los turistas han bajado en todas partes, a Sevilla no la han dejado, por aquello del NO8DO

Antonio Burgos

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En Sevilla pasan las cosas más raras del mundo. Verán. El hermano de Manuel Machado dejó escrito este aforismo rimado: «¡Qué difícil es/ cuando todo baja/ no bajar también!». Bueno, pues en Sevilla, donde las cosas que están tiradas no se hacen (por ejemplo cuidar los árboles, y regarlos, antes que se caigan y maten a las criaturas o antes que haya que talarlos, «apearlos» es el eufemismo), logramos a veces las cosas más difíciles, contra el pensamiento de Machado.

Como ha caído el empleo y han caído los afiliados a la Seguridad Social, en España, en esta especie de vísperas de otra crisis que se huele y el Gobierno de turno, como suele, niega, este verano ha descendido el turismo. Países en conflicto cuyos potenciales visitantes eran desviados a España han vuelto a la normalidad de sol y playa, y dicen que esa es una de las causas del descenso generalizado. Menos Sevilla. Como el «...y Sevilla» del hermano de Antonio Machado, en materia de caída del turismo tenemos el «...menos Sevilla». Si se quedaron este mes de agosto unos días en Sevilla antes o después de irse a la playa o a Galicia, que ha estado de moda, habrán visto que por las calles apenas se veían sevillanos: sólo turistas, botella de agua o cucurucho de helado en mano. Como en Venecia, llegará el día que habrá que imponer en la zona monumental el aforamiento del Cecop en Sor Angela de la Cruz por Semana Santa. Que es lo que hacen en Venecia: no dejar entrar más turistas cuando aquello está empetado, o sea, hasta la misma corcha de San Marcos.

Aunque me saben objetor de turismo como lo fui de Expo, hay que reconocer que en Sevilla de las pocas cosas que funcionan bien son El Cortinglés, el Telepizza, la apertura de nuevas franquicias... y el turismo. Mejor que yo lo decía anteayer en estas páginas Javier Rubio: «Lo estamos haciendo bien. Tanto, como para que el mes de julio se haya convertido en temporada alta -bien es verdad que el clima ayudó- y Sevilla rompa la tendencia nacional de contracción. Así que habrá que felicitarse por el éxito. Y hacerlo extensivo al equipo de gobierno municipal: las cosas se están haciendo razonablemente bien y bueno es reconocerlo. Los turistas son orgullo de Sevilla. Y hay que decirlo a boca llena». Yo no lo digo a boca llena, admirado Javier Rubio, sino que lo constato como una de nuestras cosas raras, de algo con lo que casi todo el mundo está encantado. Algunos estamos hartos de turistas, pero otros están tan subyugados que quieren traer más todavía (no vamos a caber), como esos vuelos directos que intenta inaugurar AENA entre el aeropuerto de San Pablo y Nueva York. O los que se pretenden establecer con Düsseldorf, Belfast, Newcastle, Rotterdam, Estrasburgo, Atenas, Estocolmo, Bucarest, Gdanks y Reikiavik, con lo lejos que está Reikiavik. Esto es, que Sevilla quiere rebañar turistas y acerrearlos desde la Europa del Este y los países escandinavos, cuando no, con lo de Nueva York, «frescos y recién importados de Estados Unidos», como el viejo anuncio del vaquero de Marlboro, cuando fumar no estaba tan perseguido y mal visto.

Ya digo que lo que de verdad funciona bien en Sevilla, al menos a primera vista, industria aeronáutica y exportaciones agrarias al margen, son las franquicias y el turismo más bien chungaleta, que viene en vuelos «low cost». Es decir, que aparte de las exportaciones aeronáuticas o de productos agrarios que cita con toda satisfacción el consejero de Hacienda de la Junta, Sevilla vive quizá en mayor medida de las importaciones: de la importación de turistas. Dígame dónde hay un turista que no sabe dónde ir, que allí estará Sevilla para traérselo a punta de capote, ¿no, Javier Rubio? Interpreto todo esto como una actualización de las municipales armas chicas, del NO8DO. Cuando este verano los turistas han bajado en todas partes, especialmente en la Barcelona peligrosísima de los separatistas y de la permisividad buenista de Ada Colau, a Sevilla no la han dejado, por aquello del NO8DO de su mito y su historia, de su nombre universal, que lo pronuncias por el mundo y siempre tienes la misma respuesta, nuestro mejor motor económico: «Oh, Sevilla...».

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