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CARDO MÁXIMO

Periferias

Con su gesto para 2020, la hermandad se sitúa en vanguardia de la propia Iglesia en salida como pide el Papa

El Gran Poder visitará en 2020 los Tres Barrios JUAN FLORES
Javier Rubio

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El Gran Poder va a visitar las periferias de la ciudad en 2020. Siento desengañar a los muchos capillitas que consideran periferia a todo lo que está más allá de la Puerta de Jerez. Cuando su hermano mayor, Félix Ríos, dice en el anuario de la hermandad «periferias», quiere decir barriadas, que es el nombre hispalense para las afueras de la ciudad, esos suburbios donde el pitido de la olla es un lujo que se paladea con sólo oírlo, hace mucha humedad en invierno, pero sobre todo muchísimo calor en verano en pisos minúsculos sin acondicionar. Y hasta allí va a llegar el Gran Poder.

A esa periferia socioeconómica, con niveles de desempleo, de abandono escolar o esperanza de vida al nacer que nos harían sonrojar de vergüenza si se conocieran de manera desagregada del promedio de la ciudad. De eso estamos hablando: de niños que tienen menos oportunidades por nacer a un lado o a otro de una ronda de circunvalación, de abuelas que malviven tirando con la pensión no contributiva porque el patrón olvidó darlas de alta en la Seguridad Social, de familias destrozadas y vidas a punto de irse por el sumidero.

Y a la otra periferia, la espiritual, a ese yermo donde ya no se cree ni en uno mismo. A ese vacío de una vida arrastrada de la que se va tirando como buenamente se puede con la cabeza gacha, sin levantar la mirada. Sin metas, sin alicientes, sin expectativas, sin nada a lo que aferrarse, sin Roca a la que agarrarse para salvarse del naufragio individual al que nos aboca la zozobra cotidiana.

Con su gesto para 2020, la hermandad se sitúa en vanguardia de la propia Iglesia en salida como pide Francisco, en sintonía no sólo con la Iglesia universal sino con las orientaciones pastorales de la diócesis, que invitan a repensar (por depurar y actualizar) la religiosidad popular. La basílica de San Lorenzo es un formidable hospital de retaguardia al que acuden los heridos en el combate diario de la propia vida: los agobiados, los cansados, los exhaustos, los damnificados... y con su visita, hermandad va a disponer un escalón médico avanzado en primera línea del frente.

Dice el Papa que prefiere «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades». ¡Y tan en serio que se lo toma la hermandad! Con esa salida, el Gran Poder asume riesgos. Riesgo de que su nombre se manche, de que blasfemen en su presencia, injurien a sus hermanos, le griten a la imagen, la ignoren o la menosprecien. No importa. Esas salpicaduras valdrán más que el hilo de oro y el terciopelo de sus túnicas. El gran poder de Dios se manifiesta majestuoso en medio del oprobio y del rechazo. Sé de lo que hablo: yo también vengo de una de esas periferias.

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