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LA TRIBU

San Pedro

La política tiene siempre a alguien a quien van a crucificar y alguien que no hace nada por evitarlo

Pablo Casado se reune en la sede del PP con diputados y senadores de su partido IGNACIO GIL.
Antonio García Barbeito

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La vida vuelve a plantar olivos hasta conseguir otro Getsemaní. Como si de un nuevo Jesús se tratara, un muchacho dormirá recostado sobre un olivo, rodeado de los que considera partidarios, pero por las oscuridad de la noche se moverán sombras uniformadas que, alumbradas por un beso traidor, prenderán al muchacho. Otro de los partidarios, uno de los que el muchacho considera más cercano, ha huido del sitio y vaga por la ciudad. Al fondo de la noche, un gallo canta. Unos soldados lo reconocen como «uno de los que iba con el nazareno», pero él lo niega, no una, ni dos veces, tres. No conviene que nadie sepa que dijo amarlo y ahora lo deja abandonado a su suerte. La traición y la apostasía se hermanan en la cobarde actitud de los que estaban más cercanos.

La política tiene cenas últimas y cantos de gallo, y monedas que se mueven, y besos traidores, y negaciones. Y tiene siempre a alguien a quien van a crucificar y alguien que no hace nada por evitarlo, y a muchos que ayer estaban cantándole hosannas y ahora miran para otro lado. En la izquierda, en la derecha, en el centro, más allá, más acá, en todas partes, en todas. No hay candidato que no haya recibido besos y abrazos y después no sepa qué abrazos, qué besos fueron de verdad y qué besos fueron fríos, de traición. O puede ocurrir algo más triste para el candidato: descubrir quiénes son en verdad los suyos y quiénes en verdad nunca lo fueron, aunque lo parecieran en el tiempo de campaña. Entiendo que los líderes, una vez que llegan al puesto, sean implacables con algunos de los suyos y condescendientes con otros. Es la hora del reparto, y se reparte el cariño como pago y la venganza como cobro. San Pedro está en todos los partidos, como está en todas las empresas, en todos los movimientos donde hay alguien que destaca por poder o por dinero. Después, San Pedro sabrá lo que tiene que hacer, comportarse como un padre en la cena y, en cuanto pinten bastos, negarlo todo y decir una y mil veces no, no, no… Lo sabe hoy Pablo Casado como ayer lo supieron Rajoy, Aznar, todos. Como en el otro lado lo supieron Felipe, Zapatero, todos. Y aquí lo sabe Susana Díaz como en Extremadura lo sabe Guillermo Fernández Varas, como en Galicia lo sabe Núñez Feijóo. San Pedro está en todos los sitios. Como está Judas. Son los que, como la Mendiga en Bodas de sangre, le dicen a la Luna: «Ilumina el chaleco y aparta los botones, que después las navajas ya saben el camino.» Nunca faltará una mano para empuñar un cuchillo. La política es así de sucia, de cobarde, de babosa, de aprovechada, aunque tenga sus buenas cosas y sus buenas gentes.

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