Sin calor de nadie
Los látigos del viento flagelan las heladas carnes de finales de octubre, Miguel, y sigues naciendo para morir apenas cumplas 31 años
Eras alto de mirar a las palmeras, y rudo de convivir con las montañas, y andabas «cultivando el romero y la pobreza». Niño inquieto, curioso como la luz, con la mente llena de ideas y de imágenes para las que todavía no tenía palabras su ...
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