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EL RECUADRO

El Studebaker del Sport

Joyería Chico nos lo ha puesto tan de dulce en su restauración que parece que acaba de salir de los hornos de Ramos Rejano

El famoso azulejo publicitario del Studebaker M. J. LÓPEZ OLMEDO
Antonio Burgos

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Acabo de darme cuenta de por qué la gente no va a al Museo, donde hay sevillano que no ha puesto el pie en su vida. Como son muchos los que nunca han subido a la Giralda o entrado en el Alcázar. En Sevilla la calle misma, la ciudad toda, es un museo. Verbigracia: pararse en la calle San Luis a admirar el portento de fachada casi hispanoamericana de la iglesia de San Luis de los Franceses. Y en materia de los que Gestoso llamaba barros vidriados, o sea, cerámica, ni les cuento. Vayan a San Jacinto, y en la esquina de Condes de Bustillo, donde los Montaditos, verán qué simpático el azulejo del anuncio de la negrita del café de La Colonial. Vayan a la calle Hernando Colón y en la antigua Alcaicería de la Seda podrán ver el más hermoso retablo cerámico del Niño Jesús. O en Sierpes, al comienzo, junto donde han desterrado a los veladores de la centenaria Confitería La Campana, miren arriba, y verán la reproducción en cerámica de un cuadro de Velázquez, puesto allí por la compañía de seguros de tal nombre y milagrosamente conservado.

Como milagrosamente conservado, resistiendo gamberros y vándalos, ha quedado el que quizá sea el mejor retablo cerámico civil de la ciudad: el azulejo publicitario del coche Studebaker en el antiguo bar The Sport de la calle Tetuán 9, que acaba de restaurar con todo acierto y esfuerzo la Joyería Chico, en cuyo honor tiro ahora todos los cohetes sobrantes de las cabalgatas de los barrios. El azulejo, tantas veces dañado y destrozado por los hideputas, está allí desde 1924. Salió de los hornos de la trianera cerámica de Ramos Rejano, y de los pinceles de su director, Enrique Orce Mármol. Es un homenaje a la Belle Époque: el descapotable de 6 cilindros lleva a cinco señoritas vestidas como para bailar el charlestón, que en un paisaje de un jardín idílico señalan al Pensador de Rodin. El monumental azulejo se colocó en la fachada del antiguo bar The Sport de José Guillén a instancias de Vicente Aceña, representante de la firma de automóviles americanos en Sevilla. ¡El Sport! Qué memorial sevillano merece aquel bar... Los restauradores del edificio de la Joyería Chico han tratado de reconstruir parte de lo que fue su interior como de club inglés, lo que me consta por uno de los autores de la rehabilitación, Juan Suárez. Y han restaurado el azulejo del Studebaker por no sé cuánta vez. Ya con El Sport cerrado y establecida allí la Joyería Chico, el Studebaker fue desmontado en agosto de 1978 y trasladado al taller de Alfonso Orce González y Alfonso Orce Villar en la calle Covadonga 9, en la Casa de los Artesanos de Triana, donde lo restauraron. Restaurado, el gamberrismo destructor contra este monumento (que no sé cómo no ha sido declarado BIC) siguió. Y en 2007 tuvieron que volver a restaurarlo. Ahora, la Joyería Chico, qué cosa más grande, nos lo ha puesto tan de dulce en su restauración que parece que acaba de salir de los hornos de Ramos Rejano.

Sobre este coche había una viejísima broma, cuando la calle Tetuán no era aún peatonal, tenía circulación y pasaban los tranvías y los coches. Te preguntaban ante el azulejo:

—¿Qué defecto le encuentras al coche?

—No sé...

—¡Pues que va en contramano! ¿Tú no ves que va hacia la Plaza Nueva, cuando todos los otros coches pasan hacia La Campana?

Ahora la broma sobre el azulejo del Sport podría ser que es un milagro que no lo multen por circular por zona peatonal. Aunque la peor broma es que Urbanismo no haya consentido lo que querían los joyeros, y que suscribo: subir este monumento cerámico a la altura del primer piso, para evitar que lo dañen de nuevo los niñatos peatones. Eso, o ponerle una protección de metacrilato o un material similar. Ya que hemos llegado a la Luna, ¿no vamos a ser capaces de encontrar una fórmula para que los gamberros no se carguen otra vez el azulejo? Porque el peligro es el de la broma: que «circula» por zona peatonal, al alcance de la mano destructora del primer desalmado que quiera cargarse lo que con tanta delicadeza y cuidado ha hecho la Joyería Chico a sus expensas y en honor de Sevilla.

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