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LA TRIBU

Lo verdadero

Vienen los amigos y saltan los pestillos, se abren solas las puertas, las cortinas, las ventanas, la despensa, el corazón, la vida

La amistad es un valor que siempre está al alza ABC
Antonio García Barbeito

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L0 cantiñeabas una noche que apurabas la taberna y el vino, con fuerzas todavía para poner en pie aquellos tres versos que a algunos los dejó pensando en si no sería por ellos aquel cuchillo de tres versos afilados: «Me gustan a mí la gente / que aprietan al dar la mano / y que te miran de frente.» Allí, esa noche, como a cualquier hora de cualquier día en cualquier sitio, había por lo menos dos que parece que cuando te saludan, más que dándote la mano, estuvieran dejándote en prenda el guante de seda de una señorita. Decía el Cangui —ay, Cangui, cómo te echo de menos…— que hay gente a la que puedes dejarle la espalda con total tranquilidad y gente de la que no te puedes retirar, porque te asesina en cuanto toma la distancia necesaria. A estos les cuadra aquel haiku flamenco que escribiste: «Hay mucha gente / que para ser cobardes / son muy valientes.»

Vienen los desconocidos y hay que poner en la casa vigilancia de primeras impresiones, a ver si, al revisar la película, observamos movimientos raros; vienen algunos conocidos que no tienen grado de amistad y te acuerdas de una viejísima letra de soleá que escribiste por una muchacha: «Por si me engañaba un día, / le di sólo la mitad / del amor que me pedía.» Si eso mismo lo hubieses practicado con algunos elementos que han ido metiéndose en tu cercanía con piel de amigos y te la han clavado dónde sólo la clavan los mediocres, otro gallo te hubiera cantado, prenda mía. Pero vienen los amigos —venid, venid— y saltan los pestillos, se abren solas las puertas, las cortinas, las ventanas, la despensa, el corazón, la vida. Vienen los amigos, Cangui, y, como me dijiste una vez, «es como estar a solas contigo pero duplicado o cuadruplicado, porque cada amigo de verdad es otro tú con otro nombre, otra vida y otro domicilio, pero en él, en ellos, estás tú.» No hay que preguntar dónde andas ahora, cuántos nietos tienes, de qué equipo eres, si conoces a Fulano o a Fulana, si te gusta la poesía, la historia, el flamenco o los toros… Vienen los amigos y no hay que fingir, ni hay que aparentar, ni hay que comportarse de esta manera o de la otra… Viene el amigo y llegas tú a tu casa, invitado por ti. Los amigos siempre están, aunque no vengan todos los días; los otros, los que tú sabes, Cangui, aunque se metan en tu casa, no vienen nunca, nunca vinieron. Son unos idos que por conveniencia, siempre por conveniencia, te sonrieron con falsía, te alargaron la mano y te dejaron la sombra de un guante fláccido. Y además se creen que no los conocemos. Como tú, Cangui, me agarro a la verdad de los amigos verdaderos.

antoniogbarbeito@gmail.com

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