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PÁSALO

Viernes negro, otoño amarillo

Ha sido el del 18 un verano para enmarcar. Verán cómo será el otoño

Plantada de cruces amarillas en la playa de Mataró (Barcelona) EFE/ Marta Pérez
Felix Machuca

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El 31 de agosto se le pincharon las dos ruedas de atrás al coche del empleo y se perdieron más de 363 mil puestos de trabajo. O sea, casi 15 mil despidos a la hora. El batacazo no puede ser catalogado de siniestro total. Pero la avería parece gorda. Dicen los que llevan las cuentas de este enrevesado tinglado económico que es el peor 31 de agosto de toda nuestra reciente historia laboral. Una gracieta más que este verano atípico quiso marcarse antes de despedirse de los sufridores españoles que hemos visto granizar en agosto, diluviar antes de septiembre, helar en las cortijadas de la montaña y germinar cruces amarillas en muchas playas catalanas. Ha sido un verano el del 18 como para ponerle un marco. Y lo peor es que pregona una otoñada no menos sorprendente. Con un Gobierno en baja forma por su propia condición y unos nacionalismos parapetados en los altos riscos de su insolvencia política disparándole a todo lo que se mueva en nombre de la unidad constitucional de España. Entre esto y las decisiones más polémicas del VAR, les aseguro que no se aburrirán…

El desplome laboral de finales de agosto no puede ser imputable a un Gobierno que aún no alcanza su mayoría de edad política. Mantener eso no es real. Puede llamarse de otra forma. Pero el descalabro no es imputable a Sánchez y a algunos de sus más relucientes cerebros. En realidad ¿qué se le puede atribuir a un gobierno que va, como las mariposas, de flor en flor, de gesto en gesto? Lo mismo se meten en un valle a buscar momias que, como un zombi, descarta elecciones anticipadas en España pero le ofrece a los catalanes más levantiscos la oportunidad de votar por un nuevo estatuto. Este año, habiendo sido bueno turísticamente hablando, no lo ha sido como el anterior, donde vinieron a visitarnos hasta desde Raticulín, permítanme la exageración. Hemos registrado un cinco por ciento menos, quizás porque se están recuperando del miedo a volar miles de turistas que han vuelto al norte de África y a Egipto. Durante este tiempo hemos gozado de una franja de mercado que no era la nuestra. Cierta normalidad ha devuelto a esos miles de turistas a sus destinos objetivos. O al menos así se nos explica.

Las previsiones de crecimiento de España son muy parecidas a las de la Unión. Por lo que, si las medidas económicas reales del gabinete de Sánchez, no son tan dislocadas como algunas de las reflexiones en voz alta que con escaso pudor realizan sus portavocías menos acomplejadas, las nubes que se ven en el horizonte no tienen porque convertirse en granizos sobre el frutal. Es verdad que hay indicativos como la subida de impuestos y las medidas contra los autónomos, esos cristos sufrientes de nuestra economía, esté quien esté al mando de los presupuestos, que nos invitan a pedir asilo. Y no precisamente en la hermosa Venezuela. Es verdad que asistimos a purgas televisivas en la nacional que dan la impresión de que Madrid es La Habana y TVE Radio Rebelde, haciendo una limpia profesional sin escrúpulos cuando los responsables actuales siempre criticaron a los previos de sectarios. Y a sectarios, a la vista está, no les gana nadie. Pero nada de esto intimidará tanto a nuestros queridos turistas como ese octubre tumultuosamente callejero, amarillo como sus lazos, de narices rotas, de sonrisas de hiena, de proclamas caudillistas y que busca un muerto desesperadamente para elevarlo al altar de sus más encanallados oficios. Esa situación pregonada por Torra en una teatral comparecencia recordando a Kennedy y a Martin Luther King si que es peligrosa para el sosiego nacional que siempre busca el turismo. No es casualidad que para esta temporada, la prestigiosa revista neoyorquina Travel+Leisure colocara, entre los quince destinos recomendables de Europa, a Sevilla por delante de Barcelona. Por vez primera. Y esa cruz también es amarilla y pesada…

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