EL TERCER TIEMPO
Demasiado corazón
Este martes, al Sevilla le hubiera gustado salir a roquear frente al Arsenal, sin embargo salió a morir

Tiene Diego Alonso un porte como de dandi tropical, con sus corbatas clásicas estrechas y su apariencia enteca. Algo de sicario enfermizo, de esos que fuman mucho y beben mucho whisky, a lo Sam Spade, frente al que Mendilibar nos parece un abuelo tomando el ... sol en la terraza del hogar del pensionista. Mendilibar era de pocas palabras, en cambio Diego Alonso es de temperamento charlatán. Cuando se habla de charrúas, siempre solemos referirnos a los uruguayos, pero olvidamos que el charrúa originario pertenecía más bien a Argentina. El argentino y el uruguayo tienen en común muchas cosas, y entre ellas destacaría la propensión a la verborrea. No sé si les pasa, pero a mí algunos argentinos me embelesan tanto que estoy dispuesto a dejarme engañar. Si Cecilia Roth me hubiera hablado alguna vez al oído, habría estado decidido a dejarlo todo por ella. Con Sampaoli no me pasaba: era un granuja de marca mayor. Sin embargo, aun sabiendo su facilidad para manejarse con la dialéctica de las patrañas, me divertía tanto escucharlo hablar que era capaz de ser indulgente con su querencia por la fullería.
Diego Alonso es un cruce de Sampaoli con un villano de película de Marvel. Sus facciones huesudas y su rictus serio recuerdan a Norman Osborn, el multimillonario sociópata que se transformaba en el Duende Verde en los cómics de Spiderman. Pero en sus arengas al equipo, todo el hieratismo salta por los aires y se transforma en un coach castrense. A muchos les ha entusiasmado el tono de guerrilla que emplea con los jugadores, todo eso de que nos pegan y hay sangre y nos vuelven a pegar y hay más sangre. Como propuesta de coaching resulta bastante burda y elemental. Pero al mismo tiempo, pienso que algo así es lo que necesita este Sevilla. Lo veo claramente en la forma de manejarse de Sergio Ramos en el campo, todo ese vacile que se trae con los jugadores rivales, el pellizco en los mofletes a Rudiger del otro día contra el Madrid… Forma parte de un marrulleo muy propio del Sevilla, que nos retrotrae al espíritu de Javi Navarro y Pablo Alfaro, al trilerismo granuja de Caparrós, el 'pisalo' de Bilardo. Una tradición de guerrilla que encuentra su expresión perfecta en el 'Dicen que nunca se rinde', lema que sintetiza toda la filosofía de juego del Sevilla.
Reconozco que me fascinan los logotipos. La forma en que consiguen sintetizar, en pocos trazos, aquello a lo que representan. Y el modo en que generan adhesiones completamente inconscientes e ingobernables. El escudo del Arsenal, en este sentido, es irresistible. Solo tiene un cañón, que evoca la fábrica de armas Royal Arsenal de Wolwich, y que otorga al equipo su célebre sobrenombre de 'gunners'. Un escudo explícitamente bélico, que a mí me recuerda sobre todo a una portada de un disco memorable: el For Those About to Rock (We Salute You) de los AC/DC. Ese disco salió al mercado tras el Back in Black, el álbum con el que la banda se despedía de su primer cantante, Bon Scott. Era un disco de inflexión y dudas, que sin embargo se convirtió en uno de los más exitosos de la banda. Su título es una derivación en clave rock de la popular frase 'Los que van a morir te saludan', que los gladiadores dirigían al emperador antes de enfrentarse al combate a muerte.
Ayer, al Sevilla le hubiera gustado salir a roquear, sin embargo, salió a morir. Pusieron todo el espíritu de guerrilla que pudieron sobre el césped, pero el corazón y las ganas de morder fueron insuficientes frente a los soldados del Arsenal, mejor armados, más inteligentemente desplegados sobre el campo de batalla y con un talento bélico capaz de facturar goles tan hermosos como el de Gabriel Jesús.
Anoche todos queríamos rock, pero con la lluvia y la impotencia, se nos quedó esa cara amustiada de quien escucha un blues melancólico de Willy DeVille. Demasiado corazón, por ejemplo.
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