Sevilla - Osasuna
Renglón torcido
El tercer tiempo
Quince minutos: eso es lo que dura el buen juego del Sevilla de Quique Sánchez Flores
Sevilla - Osasuna, las notas de los jugadores: Isaac tiene un gol especial
La pegada de Isaac no basta para renacer (1-1)

Confieso que me emocioné durante el minuto de silencio por los tres sevillistas fallecidos. Las cuatro enormes lazadas en los flancos del gol norte, acompañando a las tres camisetas con los nombres de los aficionados sobre el césped de su amado Sánchez-Pizjuán, mientras la ... megafonía reproducía una marcha procesional de una agrupación de Morón muy cercana a la malograda familia, me llegaron muy adentro. Mi hijo y yo, igual que muchas familias sevillistas, podríamos perfectamente haber sido los que viajábamos en ese coche y encontraron el infortunio camino de Madrid. Cuánto dolor, cuánta pena; viva por siempre en ellos el Sevilla.
Pero el fútbol va de divertirse. Si no hay diversión, deja de tener sentido. Y ayer, todos los que acudimos a Nervión para ver el choque contra el Osasuna buscábamos alegría. Se la debíamos a los tres socios fallecidos, igual que el equipo. Porque no hay nada más triste que ir al fútbol a sufrir. Aunque peor aún es aburrirse. Si te aburres y sufres, entonces apaga y vámonos.
Los talleres de escritura están plagados de aspirantes a novelistas que buscan escribir el best seller perfecto. Pero un bestseller tiene sus reglas. Y la principal es no aburrir. Para ello, hay técnicas. Por ejemplo, una técnica impepinable es que el arranque de la novela enganche. Las veinte primeras páginas deben zarandearte, que no puedas dejar de leer. Otra técnica es acabar los capítulos con intriga, para que el lector tenga ganas de más. Y, sin duda, una tercera regla de oro es que el desenlace sea vertiginoso; que tengas la sensación de estar leyendo como si te despeñaras cuesta abajo.
En la pasada temporada, el Sevilla firmó el bestseller perfecto en la Europa League, mientras que LaLiga se convirtió en una novela insufrible. Lopetegui hacía un fútbol aburridísimo, pero nos condujo con nervio durante los primeros partidos de la clasificación europea. Con Sampaoli, la novela se volvió desquiciada, una mezcla de libro de autoayuda y de incomprensible surrealismo. Pero fue con Mendilibar con quien la trama se puso divertida. Los últimos partidos de la Europa League eran verdaderos relatos con nervio: todo estaba perdido, pero al final, contra todo pronóstico, ganaban los buenos. Diego Alonso, en cambio, era un pésimo narrador: abrir las páginas de sus libros era encontrarse con el bostezo; los empates nunca han sido apasionantes.
Quique Sánchez Flores llegó ganando, cuando apenas llevaba veinticuatro horas en el cargo. Desde entonces, se ha convertido en un esforzado pero mediocre aspirante a escritor que se pelea una y otra vez con el papel regalándonos medianía y bostezos. Pero hay algo que sí hace bien: todos sus arranques, especialmente de los últimos partidos, son prometedores. Porque los primeros quince minutos de los encuentros del Sevilla de Quique tienen nervio. Enganchan y prometen. Lástima que ese enganche nunca se prolonga más allá del ecuador del primer tiempo. A partir de ahí, el argumento desbarra: lugares comunes, personajes sin carácter, ideas desafortunadas.
Cuando Isaac Romero marcó ayer el gol que puso por delante al Sevilla, ya habían transcurrido los minutos buenos del libro. Corría el 25, y la euforia del gol diluyó un poco la sensación de equipo venido a menos. Pero tras el descanso, el advenimiento del gol del Osasuna estaba cantado. El Sevilla se echó atrás, conjeturando cándidamente con que sería capaz de mantener el marcador durante todo el medio tiempo. No contaba, claro, con su patológica incapacidad para defender jugadas a balón parado, ni que existía la posibilidad de que nos expulsaran a un jugador. Sacar a Rafa Mir por Marcao, pretendiendo una mayor capacidad ofensiva, fue como apostar por jugar con uno menos. Con la expulsión de Suso por roja directa, acabamos el partido compitiendo con nueve.
Uno de los grandes best sellers españoles de los últimos cincuenta años es Los renglones torcidos de Dios. Quique Sánchez Flores está de momento bastante lejos de firmar una novela así. Pero se ha ganado al menos el derecho de tomar prestado parte del título. Porque este Sevilla es un gran renglón torcido.
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