El anecdotario de Bilardo en el Sevilla
Las curiosidades más desternillantes del entrenador argentino en la ciudad hispalense
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En su última comparecencia ante los medios, y en su idea de analizar el mercado de fichajes, volvió a repetir el director deportivo del Sevilla, Monchi, su predilección por todo lo que tiene que ver con Carlos Salvador Bilardo. «Yo soy bilardista», incidió el de ... San Fernando con el recuerdo de una figura única, y protagonista de numerosas historias desternillantes que hoy rememoramos en Orgullodenervion
«Volvemos a entrenar»
No había cosa que le sentara peor a Bilardo que las prisas de algunos de sus jugadores en el Sevilla por acabar pronto el entrenamiento. Al técnico siempre le gustaba quedarse unos minutos charlando con sus futbolistas tras la sesión de trabajo, pero algunos parecían que no entendían su filosofía de trabajo. En varias ocasiones, y tras darle el «ok» a sus jugadores para que pudieran ir a ducharse al vestuario, volvía a dirigirse a ellos para comentarles que se le había olvidado una lección táctica y que todos debían vestirse de corto de nuevo para ir al campo de entrenamiento. Normalmente esperaba una media hora para sacarlos de nuevo al terreno de juego. Podía empezar a hablar sobre el lanzamiento de un córner o ponerlos a correr a todos.
Todos pendientes
Bilardo quería que todos los que estaban presenciando el entrenamiento miraran con detalles cada movimiento. A los utilleros, fisioterapeutas y a los médicos los vigilaba. Y más de una vez paró el entrenamiento si veía que alguno de ellos no estaba pendiente de la sesión de trabajo. Los futbolistas, que ya conocían esta circunstancia, no podían disimular las risas cuando veía a Bilardo acercarse a alguien y decirle: «Si yo me pongo enfermo, y si el segundo entrenador se pone enfermo, pues igual es usted el que tiene que dirigir a este equipo. Usted, aquí; como todos».
La visita a los familiares
Por las tardes, cuando podía tener algo de tiempo libre, a Bilardo le gustaba hablar con los familiares de los jugadores para saber cómo se encontraban y reflexionar sobre distintos aspectos de la vida. El técnico se presentaba en la casa de los futbolistas y hablaba con los padres si el futbolista era soltero, o con las mujeres si estaba casado. Las conversaciones podían durar horas y Bilardo invitaba al jugador a salir de la casa para poder hablar con tranquilidad y naturalidad. Bilardo trataba de explicarles a los familiares que el trabajo de los futbolistas no era normal, pero que él se encargaría de todo.
La música de Bilardo
Un día apareció Bilardo en la ciudad deportiva del Sevilla con un casete para ponérselo a los jugadores durante el entrenamiento. Habitualmente, eran los jugadores los que aprovechaban para disfrutar de la música que más les gustaba, normalmente, éxitos del momento. Sin embargo, aquel día Bilardo decidió improvisar y se hizo con el radiocasete. Los jugadores, como era de esperar, lo miraron con extrañeza. Lo que nadie se podía imaginar es que lo que se podía escuchar en el casete de Bilardo eran gritos de aficionados. Los puso cuando empezaron a ensayar los penaltis.
Los limones y la televisión
Bilardo se encargaba de dejar antes de los partidos en distintos lugares del estadio Sánchez-Pizjuán trozos de limones para que los jugadores pudieran cogerlos. El entrenador argentino se tomaba muy en serio este asunto y les insistía en la idoneidad de chupar un trozo de limón cuando el cansancio hacía mella. Sin embargo, y cuando las cámaras empezaron a seguirlo, sobre todo, para conseguir planos para la sección «Lo que el ojo no ve», de Canal Plus, Bilardo comenzó con una estrategia distinta en cuanto a los limones: los iba cambiando de sitio para que los cámaras de televisión no los localizaran y no pudieran grabarlos. Terminó siendo una obsesión para el entrenador, que antes de los partidos agarraba a algunos jugadores en el césped para llevarlos hasta la posición de los limones.
No se come pollo
Bilardo prohibió que la noche antes de los partidos los jugadores comieran pollo. Decía que traía mala suerte. Aunque no lo reconocía abiertamente, Bilardo era supersticioso y consideraba que debía tener cuidado con algunos aspectos, además de potenciar otras dinámicas. En varias ocasiones, se encargó de llevar personalmente a Argentina cuando vivía en Sevilla agua de Lanjarón. El técnico decía que lo hacía porque su mujer era oriunda de Lanjarón y que sus familiares de Buenos Aires le pedían.
Los pelos de Rafa Paz
Fue en una pretemporada, y Bilardo, cada vez más sorprendido, lo dejó todo para fijarse en Rafa Paz. ¿Por qué? Porque cada vez que el balón le venía franco a Rafa Paz para que le diera con la cabeza... se quitaba. Estuvo varios días observándolo. Hasta que un día paró el entrenamiento y se dirigió al de Puebla de Don Fadrique. Rafa Paz se acercó y le dijo al oído que se había hecho implantes de pelo y que le dolía un poco. Bilardo, que no se lo podía creer, se fue, volvió y le reiteró que, o le daba con la cabeza, o ya no se entrenaba más. No sería la primera vez que Bilardo tendría una curiosa conversación con Rafa Paz. Una noche, a los pocos días de que el futbolista fallara en una acción durante un partido, Bilardo pidió el teléfono de la casa de Rafa Paz.. para llamarlo a las 02.00 de la madruga: «¿Pero cómo pudiste errar ahí, Rafa Paz?», le preguntó. Genio y figura.
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