Suscríbete a
+Nervión

Lopetegui - Emery: Cuarenta kilómetros de pasión y trabajo

Crónica de los sueños del norte, de Asteasu a Hondarribia, del Sevilla a Villarreal, de un duelo inédito mañana entre Julen Lopetegui y Unai Emery

De Asteasu a Hondarribia, de Lopetegui a Emery ABC
Roberto Arrocha

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Entre Julen (Lopetegui) y Unai (Emery) hay muchas cosas que les unen. Vascos. Sofisticados en el trabajo. Tremendamente controladores de cada detalle. Miradas penetrantes cuando piden el máximo. Gritos y movimientos desmesurados desde el banquillo. Ganadores, los dos. Mañana, a partir de las 17.00 horas, se verán por primera vez en la contienda de un partido y con el Sánchez-Pizjuán como testigo de un duelo que se prevé intenso y apasionante. Con la firma y el carácter de ambos. Entre Asteasu, pequeño pueblo de unos 1.500 habitantes en el que nació Lopetegui, y Hondarribia, cuna de Emery y en la que residen unas 17.000 personas, apenas hay 40 kilómetros, 30 minutos en coche, ocho horas caminando, cuatro corriendo a un buen ritmo. Seguramente, en sus respectivas familias, hay quien pudo trotar de un pueblo a otro sin problemas a tenor de la pasión por el deporte.

Desde muy pequeños, y cuando apenas tendrían uso de razón, Lopetegui y Emery percibieron en sus progenitores que el ejercicio físico podría cambiar sus vidas. Mientras que el padre del sevillista, nacido en 1930, recibía los elogios por ser un destacado levantador de piedras con varios récords destacables, el del Villarreal, nacido tres años más tarde, en 1933, contagiaba a los suyos el amor por el fútbol como portero de equipos como el Alavés, el Burgos, el Logroñés, el Deportivo o, por último, el Granada y el Jaén.

El esfuerzo, la constancia y el trabajo son palabras que unen hoy a Emery y Lopetegui. Mientras que algunos de sus amigos de jóvenes respiraban las calles del frío norte para divertirse, ellos invocaban a un mundo mejor con el balón como protagonista. Siempre, con mucha disciplina. A Julen era habitual verlo de niño con una pelota que sólo dejaba de lado cuando observaba a sus padres trabajando en el restaurante-asador que regentaban en la planta baja de su casa. Miraba, y también ayudaba. Allí, seguramente, conoció el brío para dar pasitos adelante. Para no rendirse. Los valores que te marcan. También Emery encontró en la niñez la filosofía de su vida. Entre la playa y el puerto, y la mirada a una Francia situada a muy pocos kilómetros, el joven Unai tenía facilidad para organizarlo casi todo; al menos, eso es lo que cuentan sus entrenadores en el Hondarribia Fútbol Elkartea. Mientras que los demás niños asumían, el siempre tenía una pregunta, un por qué, un aprendizaje constante que aún hoy lleva presente en su día a día. Hasta su padre, en paz descanse, había días que en alguna comida familiar le tenía que avisar para que dejara de pensar y se centrara en el momento que estaban viviendo. Muy familiares ambos, desde pequeños también fueron conscientes de que para dedicarse profesionalmente al fútbol tendrían que dejar muy pronto sus hogares. Por edad, Lopetegui fue el primero. En el año 1985, y tras brillar en el Torneo Internacional Juvenil estando en la cantera de la Real Sociedad, Lopetegui se marcharía para siempre. Con 19 años, se iría al Madrid y ahí comenzaría una carrera como portero en Las Palmas, Logroñés, Barcelona, Rayo... Todo lo que vino después fue el archiconocido y cansino tema de su marcha de la selección española, sus años previos en el Oporto y en las categorías inferiores de España, más la fallida experiencia en el Madrid. Hasta que lo llamó Monchi y le señaló el camino del sur. A Emery le pasó algo muy parecido en su llegada a la ciudad hispalense. El de San Fernando, buscando soluciones, llamó al técnico de Hondarribia, que apenas llevaba unos días en paro tras ser destituido del Spartak de Moscú, y lo convenció: «Vente al Sevilla», le dijo. Así fue.

Muchos años antes, sin embargo, Emery no lo tuvo tan fácil y hubo de salir de San Sebastián con 25 años tratando de encontrar un lugar en el que le dieran una oportunidad como futbolista. Lo encontraría en Toledo. Después llegaría un peregrinar por equipos como el Ferrol, el Leganés y el Lorca. ¡Bendito, Lorca!, debe de pensar aún el Emery. En el equipo murciano, un presidente valiente, Antonio Baños Albacete, y dado que Emery se pasaba horas y horas analizando a los rivales tras caer lesionado, lo llamó a su despacho y le dijo que si le daba miedo hacerse cargo del equipo dado que no salían de la crisis de resultados. Al día siguiente ya estaba el entrenador de Hondarribia dirigiendo a los que habían sido sus compañeros. El esplendor no se hizo esperar y Emery inició su camino de éxitos, los más grandes, con un Sevilla al que mañana se medirá por primera vez desde que se marchara al PSG. Emery contra Lopetegui. O viceversa. Hondarribia-Asteasu. O viceversa. Eso sí, con 40 kilómetros de pasión y trabajo.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación