Pablo Bengoechea: «Nunca me gustó el protagonismo; en Sevilla tenía un Opel Kadett»


Se esconde como puede. No quiere hacer ruido, le cuesta abrirse y los únicos titulares que quiere ver son los del Cruz Azul mexicano, equipo en el que ejerce como segundo entrenador.
—Es mi carácter; nunca me ha gustado llamar la atención. Prefiero pasar inadvertido, sea ahora o cuando jugaba. Me imagino que tiene mucho que ver con la forma de ser de cada uno; yo hablaba cuando había fútbol. Dentro de una cancha sí me gustaba darme a notar; luego, lo que es fuera, siempre preferí que se me viera poco.
—Ponga algún ejemplo. ¿Qué coche tenía cuando jugaba en el Sevilla?
—¿Yo? Un Opel Kadett. Bueno, no estaba mal, había más jugadores con ese coche. El que tenía un vehículo muy bueno era Diego Rodríguez, un Porsche. Estaban Polster, Súker, sí, ellos también tenían coches buenos, de Mercedes...
—Hábleme de sus compañeros.
—Tenía buena relación con todos. Recuerdo que a los entrenamientos siempre iba con Salguero; una semana manejaba yo el coche y otra él. A Luis de la Fuente fue uno de los primeros que conocí. Llegó el mismo año que yo y estuvimos un mes en el hotel Lebreros. Estaba Rinat Dassaev. Al ser extranjero se arrimaba a mí. Venía de una Rusia muy distinta a la de ahora y se sorprendía mucho con la vida de Sevilla. Y luego, Pepe Prieto. Era adolescente cuando yo llegué. Vino de Albacete y recuerdo que estaba haciendo el servicio militar. Estuve cinco años y fueron muchos los compañeros que tuve, sería imposible hablar de todos...
—¿Qué tal se ha portado la vida con usted?
—Muy bien, sigo casado con la misma señora, tengo tres hijas sanas. La mayor comenzará la Universidad el próximo curso. Tiene 18 años Está pensando hacer Relaciones Exteriores, aunque no lo tiene muy claro. Los jóvenes saben que son cambiantes. Las otras dos tienen 17 y 11 años. Ellas llegaron a Uruguay hablando con el acento sevillano. Y sí, para ellas es un orgullo ser medio españolas.
—Siempre acaba uno hablando de los hijos...
—Ser padre es lo máximo. Te da una fuerza interior tremenda. Si ellas y mi mujer están bien, yo también lo estoy. Ahora no están conmigo porque llevo poco tiempo en México con esta nueva aventura y no quería que cambiaran de colegio así de pronto. Soy el segundo entrenador de Cruz Azul.
—Ése es el equipo en el que juega Gerardo Torrado. ¿no?
—Sí, sí, precisamente el otro día estuvimos hablando de nuestras experiencias en el Sevilla, de la gente que él conoció que estuvieron en mi época. Y como le decía, también tengo un negocio con un socio en Uruguay. Se llama «Bar El 10», es de asados, lo tradicional de mi país.
—¿Y tortilla española?
—Lo intentamos pero no sale igual. (Se ríe).
—A Sevilla llegó con sólo 21 años.
—Fue fuerte. Pasé de Wanderers y de jugar en el Parque Viera a hacerlo en un equipo muy importante. El cambio era grande. Era joven, pero nunca me he sentido inmaduro. Siempre me supe manejar, quizás el ser tímido me ayudó. Si tenés esa condición no hablás mucho y te equivocás menos.
—Usted, como especialista a balón parado, dígame quién es el mejor lanzador de faltas actualmente.
—Me tengo que quedar con Riquelme.
—Curiosamente no tiene equipo.
—Tiene equipo, pero no está jugando. Espero que por el bien del fútbol se le puede ver pronto.
—Otro que hasta hace poco no jugaba en el Sevilla era su compatriota Chevantón.
—Mirá, él ha triunfado en un fútbol tan difícil como el italiano. Me sorprende que en el Sevilla no tenga protagonismo. Es un definidor nato, hay que saber sacarle provecho, depende del juego que hagan los centrocampistas, depende de muchas cosas...
—¿Cuál fue el mejor futbolista de los que se enfrentó?
—Maradona. Los que tenían dos equipos parejos y en uno de ellos jugaba Maradona, pues ganaba ese conjunto. Le vi hacer cosas inhumanas. Luego, en el Sevilla, coincidí con futbolistas muy buenos, casos de Francisco, Jiménez, Rafa Paz... De verdad que sí, el Sevilla tenía muy buenos jugadores.
—¿Y por qué no ganó nada el Sevilla de su época?
—Es la pregunta que nos hacemos todos. También, yo creo, que antes era más difícil ganar títulos. Nosotros hacíamos grandes partidos, recuerdo que le ganamos dos veces al Barcelona en su campo, pero luego perdíamos con los equipos menores, perdíamos puntos tontos. El club no tenía la mentalidad de ahora. En aquella época, con hacer una buena temporada ya bastaba...
—Estaba también Del Nido.
—Sí, siempre me sorprendió la participación que tenía. Era de los más activos. Tuve una relación muy linda con él; por razones de edad era con el directivo que más contacto tenía. ¿Qué edad tiene ahora? Cincuenta y cinco...
—No, cumplió 50 en agosto.
—Pues más mérito tenía lo que hacía. Yo tengo 42 años, sólo tiene ocho años más que yo... Con 30 ya era directivo. ¡Uff! ¡Qué bárbaro!
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