Sevilla FC
El imperio sigue siendo nuestro
Hay que ir a recibir a la estación a estos guerreros y ponerle collares de flores en sus cuellos

A estos guerreros hay que ir a recibirlos a la estación. Y colgarles collares de flores al cuello. Se lo merecen. Por valor, por casta, por fuerza, por inteligencia y por despreciar absolutamente a la agonía. Cuando entregaste toda tu fuerza por amor a tus ... colores y te quedaste tan vacío que eras incapaz de distinguir el pie derecho del izquierdo, cuando eras carne de camilla y no de seguir peleando en la grama, estos tipos jamás se rindieron. Y se empeñaron en convertir a la loba capitalina en un caniche de peluquería de señoras. Y eso que los romanos reparten más que Amazón. Y eso que los romanos están entrenados por un viejo gladiador que le saca renta a lo más inverosímil. Desde entregar una camiseta nueva a uno que se la han roto a protestar de forma coral lo que sea, acosando al árbitro, para intimidarlo, comerle la moral, sacarlo del partido. Es un zorro plateado. Por los inviernos de fútbol que lleva encima. No era la Roma a la que había que combatir. Era a Mourinho. La Roma es la creación de Mou. Pero Mou es el cerebro de todo lo que hacen los romanos. Yo creo que cuando saltaban los suplentes al campo, junto con el equipo técnico para protestarles al árbitro, también acompañaba el presidente del equipo. Todos están entrenados para morder. Para protestar. Nunca creí que en Roma había tantos protestantes...
Insisto. Hay que ir a recibir a la estación a estos guerreros y ponerle collares de flores en sus cuellos. La lección dada en el Puskas Arena de Budapest queda para las escuelas militares. No se puede pelear más, resistir tanto, sacarle provecho a la última gota de sudor. Esa gota por la que se te va el alma. No se puede derrochar tanta testosterona y tanta fe como la que estos guerreros firmaron en Budapest. Estos guerreros no solo le ganaron a los romanos. Le ganaron a Mourinho, un lobo estepario capaz de convertir un monasterio budista en un salón del oeste. Y el zorro plateado, con sus argucias y trampas, se fue con el rabo entre las patas. Delante estaba el puto Sevilla. Entérate, Mou. Entérate para siempre. Este no es un equipo de serie. Este es el equipo que, cuando todo lo tiene en contra, le da la vuelta al calcetín y lo convierte en un gorro de papa Noel. Para en pleno mayo celebrar una maravillosa navidad de plata allá donde le toque jugar. Escucha como nos canta Sinatra al oído. Escucha cómo con las amapolas rojas tapizando los campos en nuestra alma suena Blanca Navidad.
Hace tres meses este equipo coqueteaba, de forma descarada, con el infierno. Ayer alcanzó la mayor gloria que se puede cosechar en esta división europea. Siete copas como siete monedas de oro. Y con los mismos jugadores que no servían, que condenamos al retiro social, jubilados, sentenciados como exfutbolistas. Hasta que llegó el comandante y mandó parara. Don Mendi barrió tatuajes lingüísticos y papelitos dislocados en el equipo. Reivindicó la razón, el orden y el hacer las cosas como se tienen que hacer. Y el entrenador más veterano de España, quizás uno de los más sabios, nos alejó del infierno, nos devolvió la fe y se trajo bajo el brazo la séptima copa de la Uefa. Parece un sueño. Pero es pura realidad. Una verdad tan grande como la de este profesional sencillo y humilde, capaz de llamar a las cosas por su nombre y no enredarse en gramáticas pardas y palabros tatuados por la estupidez. Cuando los jugadores salieron ayer al césped, en las tripas del estadio, tenían que pasar por una especie de tapiz donde se veían las imágenes de Puerta y Reyes. Con sus bendiciones y las que bajaban del tercer anillo, el Sevilla hizo en Budapest lo imposible para dejarle claro a Mou y a los romanos que el Imperio sigue siendo nuestro…
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