Querer, para compensar el poder de Banega
Lopetegui lee bien los partidos, por lo que no cabe interpretar que el juego de esta temporada le agrade, ni en su estética ni en su eficacia

Pocos tipos ven el fútbol tan bien como Julen Lopetegui. No es una apreciación gratuita, sino sustentada en hechos: cuando las cosas no funcionan, sus cambios suelen revertir la situación y eso se traduce en victorias. El técnico sevillista lee bien los partidos, por lo que no cabe interpretar que el juego que viene desarrollando el equipo esta temporada le agrade, ni en su estética ni en su eficacia. La premiosidad en la conducción del balón, la ausencia del primer toque en las transiciones, el pobre desarrollo del contragolpe, el abuso del balón en horizontal o para atrás, la escasez de ideas entre líneas, la falta de desmarques arriba, la dependencia de los centros de Jesús Navas, la carencia de remates, no pueden estar pasándoles inadvertidas al de Asteasu. ¿Qué pasa entonces?
Parece evidente que la ausencia de Ever Banega, quien tiene al Al Shabab optando al título de la Liga saudí, cuando siempre me movió en plazas discretas o manifiestamente mediocres, ha debilitado mucho al equipo. Y eso lleva a plantearse un par de preguntas: por qué se eligió a Iván Rakitic para sustituirlo cuando era obvio que no daba su perfil y, en caso de que lo que se tratara era de acabar con la dependencia de un jugador y repartir las responsabilidades, por qué no se ha trabajado el juego asociativo del grupo, como fórmula para compensar el talento creativo del argentino.
Aún valorando la contribución de Banega muy por encima de lo que en verdad pesó, que fue mucho, y aceptando que la plantilla en conjunto no ha logrado compensar lo que generaba en solitario el rosarino, la evidencia de los números nos dice que hay algo con mayor incidencia que ese par de factores. El equipo fabricó muchas ocasiones de gol cuando fue de verdad por los partidos y en algunas jornadas ha sido de los más rematadores a puerta . Ahí están las estadísticas para demostrarlo. Quiere esto decir que lo degrada su fútbol especulativo, el de mentira, y cabe pensar que la elección de tal estrategia no es achacable a los jugadores, sino producto de las órdenes del técnico. Y si no es así, ya tarda que los «librepensadores» reflexionen en el banquillo.
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