1935: La Semana Santa de Pierre Verger
La Semana Santa de 1935 es el fin de una época: debería ser objeto de estudio como tal. La foto de Verger de un nazareno en la Campana así lo sintetiza


1935 fue un año de regreso a la normalidad en la Semana Santa , si por eso se entiende la salida procesional de las cofradías. Año de gobierno conservador en la República . En muchos otros aspectos fue excepcional, fue la Semana Santa de los estrenos, la de la precariedad, y la de excepcionalidad.
Nazareno en la Campana, Pierre Verger 1935
En precario procesionó la hermandad de la Hiniesta desde Santa Marina, traslado obligado por el incendio provocado de San Julián en 1932, con estrenos del paso de Cristo, del techo del palio y del simpecado de Carrasquilla en el que aparecía la Virgen calcinada por el fuego vestida de hebrea y bordada en sedas de colores. Emoción en la lectura del artículo de Sánchez del Arco por un grupo de jóvenes ante las ruinas calcinadas de San Julián. Normalidad y excepcionalidad en el regreso de la hermandad de los Negritos, suspendida desde 1930. Año de estrenos en las capa de la hermandad de las Cigarreras, de los antifaces de la hermandad de Montesión, del nuevo rostro, tan antiguo y tan nuevo, de la nueva Dolorosa de la Quinta Angustia , de la nueva candelería del palio del Valle o de las nuevas jarritas del palio de la Exaltación.
Año de emoción en la madrugada. Tres años después, volvía a salir el Gran Poder. La foto de Serrano del paso del Señor sería portada de ABC. Foto remitida por avión, en tiempos donde no existía internet. Año de nuevos candelabros de cola para el palio de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso , de corona en plata para la Virgen de la Presentación, de varales en plata para la Macarena o de Dolorosa efímera para los gitanos . Tiempo lejano y cercano.
Año de excepcionalidad para la imagen de las cofradías: las cámaras de Fernando Delgado rodaban el regreso del Gran Poder por la calle Palmas, actual Jesús del Gran Poder , para la película “Currito de la Cruz” que se estrenaría al año siguiente. Año de una Sevilla internacional: en mayo se celebraba el X Congreso de la Sociedad de Autores, que reunía a numerosos escritores de Europa, entre ellos el premio nobel de Literatura Luigi Pirandello.
Año de un Jueves Santo que pasó a la historia en blanco y negro. En fotos y en textos. En las palabras del escritor y periodista Roberto Arlt, que quedaría fascinado por la semana santa sevillana, por esa extraña mezcla de religiosidad y de fiesta, de devoción y de lujuria, de estabilidad y de guerra presentida. Germen de la una guerra civil que se presentía en la salida del Gran Poder, en los gritos y saetas que combatían en el aire denso y oscuro de la plaza de San Lorenzo:
“Tableteo frenético de aplausos. Gritos unánimes angustiadísimos.
-¡Jesús del Gran Poder! ¡Salva a España! ¡Sálvala Jesús! ¡Sálvala! Pañuelos en los ojos; gente que se arrodilla en los canteros. La cofradía comienza a desfilar. Silencio. En la oscuridad, desde una terraza celeste, canta una voz:
Ayuarte yo quisiera
A llevarte tu crú pesá
Cirineo podé sé
Siendo Tú el del Gran Podé
Durante veinticinco minutos salen del interior de la iglesia parejas de nazarenos encapuchados con cirios encendidos, oblicuamente apoyados en la cintura…”
Como en una conjunción, lo de cósmica sería invento de políticos de otra época, la Semana Santa de 1935 fue también la de Pierre Verger (1902-1996), el autodidacta de la fotografía que recorrió los cinco continentes retratando desde el comercio de esclavos en África a las religiones africanas, pasando por rostros y paisajes de los rincones más insospechados. De una madera africana a un muro encalado de Triana donde se clamaba contra el gobierno de Lerroux. En 1935 estuvo Verger recorriendo tierras andaluzas en bicicleta, realizando instantáneas de rostros y de paisajes que fueron recopiladas en el año 2006 por el Centro de Estudios Andaluces en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla , con un catálogo titulado Pierre Verger. Andalucía 1935. Resurrección de la memoria. Allí está la Semana Santa de 1935. La de una Sevilla que pintaba el rostro de Lenin con plantilla en la cal de sus muros, la del negro de los guardias de asalto, la del luto de las ancianas eternas que pasaban delante del azulejo de Studebakker en la calle Tetúan o la de los seminaristas de San Telmo. Verger retrató con la virtud del instante eterno, de la esencia captada del tiempo sin tiempo, a las jóvenes que se vestían de mantilla el Jueves Santo y a los caballeros impostados que las escoltaban, a los nazarenos blancos en un horizonte bajo de adoquines bajo los que se escondía una cercana revolución proletaria y a los sayones del sustituido Cristo de la hermandad de las Cigarreras , la colosal estética de Rodin en Sevilla en la creación de Joaquín Bilbao que motivó la famosa saeta satírica:
“Ten cuidaíto sayón, que como el Señor se suelte, la divina bofetá, va a ser bofetá de muerte…”
La Semana Santa de 1935 es el fin de una época: debería ser objeto de estudio como tal. La foto de Verger de un nazareno en la Campana así lo sintetiza. Allí está la alegría y la juerga, el nazareno descubierto, la señora enlutada por el preludio de un tiempo presentido, el remiendo en una chaqueta como metáfora de una época de lustres perdidos, el raíl de un transporte que llegaba al corazón de la ciudad… Y los amigos del nazareno. Allí estaban todos los tipos de Núñez de Herrera, el nazareno cansado de Martínez de León, los místicos de taberna, los compadres del penitente, los jóvenes que silenciaban a los falangistas que querían politizar la Semana Santa… Allí está el fin de una época. Aquel año, el círculo se cerraba, las fotos de Pierre Verger, preludiaban la muerte Antonio Núñez de Herrera. La Semana Santa no había existido nunca, era incapaz de historia y de trascendencia. Ocho décadas después, las fotos de Verger siguen siendo un renacer eterno de la fiesta en el blanco y negro de la memoria.
Misterio de las Cigarreras con el antiguo Titular de Joaquín Bilbao
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