Crónica
Antropología de una Sevilla con Sed de cofradías el Miércoles Santo
La Semana Santa llega a su ecuador en una ciudad acostumbrada ya a esperar colas tediosas y en una jornada donde se superaron los 30 grados
Sevilla tiene una estructura asimilada antropológicamente hasta el punto de que, en el año más extraño por la ausencia de cofradías, el hábito sigue siendo el mismo. El sevillano sale a la calle con el programa de mano en la memoria, sin un orden, y va allá donde ve ambiente. Desde la Expo, los habitantes de esta ciudad ven una cola y se colocan en ella y luego preguntan qué hay al final. Vaya a ser que alguien les quite el sitio. En pleno ecuador de la Semana Santa, tenemos asimilada la cola como una forma de vivir esta fiesta arrebatada, aunque lo que ofrece al final sea lo mismo que cualquier otro día del año. Lo importante es estar, aunque no hay nadie en Sevilla que no esté aburrido de esperar en la fila. «Ésta es la última que soporto ya», llevamos diciendo desde el Domingo de Ramos. Pero no hay otra cosa que hacer. Para rematar, quienes esperaban pacientemente para entrar en San Vicente rodeando por la placita de Teresa Enríquez se toparon de bruces, casi 45 minutos después, con el cierre de la puerta para el comienzo de la misa. Nadie de la hermandad de las Siete Palabras avisó para evitarle ese maltrago a esos sevillanos que formaban una fila disuelta por la Policía. Hubo quien juró en arameo, otros directamente casi aporrean la puerta. De ahí, a un bar haciendo promesa de sangre de que jamás volverá a guardar una cola en Semana Santa. Y, tras la copa de Tío Pepe, rápidamente para el Baratillo, que hay que ver a la Piedad.
Así es Sevilla, y así ha ido acostumbrándose a este hábito que no deja de ser antropología pura de una ciudad que vive en una eterna espera. Un ejemplo fue la Magdalena, donde el público formaba una fila serpenteante que llegaba hasta Canalejas para ver al misterio de la Quinta Angustia montado tal y como está cada día del año -con algo más de flores- y a las imágenes del Calvario en su capilla. Hace tres semanas, esas portentosas tallas que no están escondidas los otros 364 días formaban un altar de quinario espectacular. Y no se guardaron colas de nigún tipo.
El Miércoles Santo tuvo dos caras. La de una mañana similar a las de los dos días anteriores: un público escaso en las calles y que se apostaba allá donde veía una iglesia abierta. Y, por otro lado, la de una tarde previa de festivo, que invitó a muchos sevillanos al Centro para pasear siguiendo el olor de las cofradías. Por eso también había colas en la tienda de Fiances y ante el puesto de incienso recién recuperado de la calle Córdoba.
Haciendo balance de esta primera mitad de la Semana Santa, se puede concluir que, si bien el año pasado sólo se celebró litúrgicamente, este año sí se ha recuperado gran parte del componente sociológico, los hábitos y las costumbres. Pero a la ecuación le seguirá faltando el otro pilar fundamental: el de los sentidos y la emoción.
Esa pesada carga la llevan sufriendo más que nadie los hermanos de los Panaderos o el Cristo de Burgos. También los de las Siete Palabras, que pudieron vivir el último Miércoles Santo en torno a la actual Virgen de la Cabeza, ya que este mes se decide si se sustituye por la dolorosa que talló Miñarro. Estas hermandades llevan tres años sin poder celebrar su estación de penitencia. En 2019, la lluvia se lo impidió. Lo mismo pasará hoy con las primeras hermandades del día y, el Viernes, con todas.
Escenas de la Pasión
En ese recorrido por los templos del Miércoles Santo, sin lugar a dudas el más comentado fue el del Buen Fin. Los priostes han recreado un Monte Calvario pero sin escalas que valgan, lleno de carga teológica representando el pasaje anterior al del Descendimiento. Las opiniones han sido para todos los gustos y, por eso, la hermandad corrió a explicar su sentido entregando un folleto con una descripción, para comprender también las múltiples alegorías que aparecen. De cara al Domingo de Resurrección, a este impresionante montaje se le unirá otro con el Santo Sudario, titular fundacional de la hermandad, y que recreará la tumba vacía del Señor.
Parecido fue el montaje de la Lanzada en San Martín, que colocó todas las figuras del misterio en el retablo mayor, con el Cristo a una altura imponente. La Virgen del Buen Fin se ubicó en su capilla, en besamanos bajo el frontal neogótico de las caídas del palio.
Por su parte, en los Panaderos y San Bernardo se reprodujeron los mismos altares que en los años de la República en los que no salieron las cofradías. En la calle Orfila, la Virgen con San Juan bajo parte del palio estuvo escoltada por nazarenos en 1933. En 2021, fueron acólitos y, además, hubo turnos de vela con hermanos con cirio, otros con palermos de diputado o varas, con las insignias de la cofradía colocadas en las paredes laterales.
En San Bernardo, el altar era el mismo que el de 1933: la Virgen y San Juan al pie de la cruz, sobre los respiraderos del palio con los faldones. La única diferencia es que los titulares de ahora no son los mismos. Los de las fotos en blanco y negro fueron destruidos y, sobre sus cenizas, la hermandad no sólo renació sino que eclosionó como una de las cinco cofradías más populares de la ciudad.
El Baratillo colocó al conjunto escultórico de la Piedad con la cruz y a la Virgen de la Caridad bajo la delantera del palio a los pies del presbiterio. Esta cofradía, que llora la reciente pérdida de Otto Moeckel, colocó la medalla de su exhermano mayor bajo el brazo del Cristo de la Misericordia.
El hermano número 1 llegó a la capilla y se sentó justo delante de las imágenes. Porque para eso es el primero. Y ya podía ir la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, que manda más la antigüedad que el cargo político. Fue una escena simpática y llena de sensibilidad por parte de la corporación.
Del más antiguo a la más joven. La hermandad del Carmen, que viene de celebrar sus 25 años con la pena de no haber podido sacar a la Virgen el pasado otoño, montó a los titulares en sendos pasitos. El Señor de la Paz sobre las andas de vía crucis de la Redención y, la dolorosa, sobre las del Baratillo.
Más complicado fue visitar la parroquia de San Pedro por los difíciles horarios que se habían fijado. El Cristo de Burgos instaló un elegante Calvario en el altar mayor. Lo mismo, pero a baja altura, fue el montaje de la Sed en la parroquia de la Concepción. Esta hermandad sigue sin consuelo por el robo perpetrado hace unos meses en la casa hermandad, en el que se llevaron las joyas, entre ellas el barquito de la Virgen de Consolación que hizo Marmolejo con lo mejor de las humildes casas de vecinos de Nervión.
La Sed, y el reguero de fieles que durante toda la jornada pasaron ante las imágenes de Álvarez Duarte y Dubé de Luque, es la hermandad cuyo nombre mejor define la sensación que tiene la ciudad en esta Semana Santa de ausencias y sin pasos. Por eso, y por los más de 30 grados que soportó Sevilla en las horas centrales del día, la hermandad tuvo el gran detalle de ofrecer agua a quienes esperaban en la cola.
Hay quien se lamenta de no poder pasar el puente en la playa. Capillitas rancios y ‘jartibles’ que ven en Matalascañas y Chipiona el mejor camino para salvar la nostalgia. No será posible, pese a que ese cierre perimetral convertirá el Centro este Jueves Santo en otro Domingo de Ramos de aglomeraciones. Y esta noche, todos confinados de nuevo a vivir la Madrugada. ‘Tengo Sed’.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete