ARTE
Restauran una imagen de una cofradía extinguida de Sevilla
Un primer proceso de limpieza y consolidación de la obra permite la recuperación del San Juan Evangelista de Santa María la Blanca y su atribución a Cristóbal Ramos.

En el amplio programa de restauración de la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla le ha llegado el turno a la imagen de San Juan Evangelista, notable obra que se conserva en la capilla sacramental, formando parte del retablo de Santo Cristo del Mandato y de la Virgen del Pópulo . La obra ha sido sometida a un proceso de limpieza por parte de los restauradores Manuel Alejandro Ballesteros y Alejandro Cascajares , tareas que han permitido su estudio y la eliminación de repintes y suciedades acumuladas a lo largo del tiempo.

La imagen, realizada en barro cocido y con empleo de telas encoladas en sus ropajes, es una talla académica (algo inferior al natural, aproximadamente 1,40 cm) que forma parte del patrimonio de una histórica hermandad desaparecida, la Cofradía del Sagrado Lavatorio y la Virgen del Pópulo. Según refiere el profesor Falcón Márquez en la monografía sobre el templo, la hermandad desaparecida es la fusión de otras corporaciones, conociéndose datos fundacionales de la hermandad del Sagrado Lavatorio en el año 1590. Radicó originalmente en el templo de San Esteban, pasando en 1610 a Santa María la Blanca, donde ocupó una nueva capilla en el siglo XVII. Las investigaciones del profesor Roda Peña permiten reconstruir su fusión con la Sacramental del templo en el año 1672, diez años después de su última salida procesional documentada. Una fusión fomentada a instancias de Justino de Neve, por entonces presidente de la hermandad sacramental, quedando el nombre de la corporación como “Santísimo Sacramento, Lavatorio y Nuestra Señora del Pópulo”.

En la capilla sacramental del templo se conserva el retablo de San José, cuya imagen titular también ha sido recientemente restaurada por el mismo equipo, y el retablo del Santo Cristo del Mandato, que acoge esta imagen de San Juan. Un retablo que se estrenó el día de la Virgen de las Nieves del año 1758, y que está presidido por la imagen del Crucificado del Mandato, obra documentada de Diego García de Santa Ana en el año 1598 cuya cabeza debió ser retallada a finales del siglo XVII y que fue restaurada en 1727 por José Montes de Oca, por entonces hermano de la corporación. Del siglo XVII es la imagen de la Virgen del Pópulo, una Dolorosa de candelero que ha sufrido diversas reformas en momentos posteriores y que tuvo un paso de palio ya en las primeras décadas del siglo XVII, según consta en los inventarios de la corporación, procesionando “vestida de Soledad” en aquella época.

Completa el retablo la imagen de San Juan que nos ocupa, que ha podido ser analizada durante los trabajos de limpieza y consolidación llevados a cabo por Manuel Alejandro Ballesteros y Alejandro Cascajales. Un estudio que permite atribuir la imagen, realizada en barro cocido y telas encoladas, a la estética del escultor sevillano Cristóbal Ramos. Esta atribución, basada en la calidad de sus rasgos formales y en el empleo de un sistema de alambres a modo de sostén para las telas encoladas que aparece en otras obras de Ramos, estaría corroborada por las noticias documentales que indican su donación en el año 1756 por el marqués de Dos Hermanas, Vicente José de Pedrosa y Villamarín , una entrega en la que se sustituyó a una antigua imagen de san Juan de fines del siglo XVII, que había sido entregada al citado Marqués de Dos Hermanas.
La obra presenta una gran expresividad en su rostro, con grandes ojos de cristal que debieron ser colocados en origen, según se puede comprobar en un posible acceso posterior que se marca en la cabellera. Un rostro minucioso, habitual en los barros de Cristóbal Ramos y repetido en muchas de sus miniaturas conventuales, que muestra un tratamiento pormenorizado de la boca, incluso con el tratamiento individualizado de sus dientes.

De gran expresividad son también sus manos, dirigidas hacia el diálogo con la Virgen, y el tratamiento de los pies, posiblemente inspirados en un modelo real. La obra debió ser pensada para su colocación en el retablo actual, sin aspiraciones procesionales, ya que muestra una ejecución más sumaria en su parte posterior, donde los tonos rojizos de la policromía no han sufrido los repintes y barnices que los restauradores han detectado en la parte delantera de la imagen. También destaca el elegante recogido de los paños de su túnica, con formas que recuerdan a otras obras de Ramos, así como la orla vegetal de roleos en pan de oro que aumenta la suntuosidad de la expresiva talla.

Otra imagen que se recupera del notable patrimonio de la iglesia de Santa María la Blanca, empeñada en los últimos tiempos en recuperar un esplendor perdido desde los robos de los invasores franceses y del abandono y el olvido secular que adjudicó a Madrid algunas de las obras de Murillo que, históricamente, pertenecen al viejo templo de la judería sevillana.



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