PATRIMONIO
Santa Ana, 750 años de arte e historia
Descripción artística del primer templo de Triana, que guarda auténticos tesoros patrimoniales y devocionales


Santa Ana es el primer templo de la ciudad al que se dedicó una monografía por su gran importancia patrimonial y artística: en 1818 Justino Matute le dedicaba «Aparato para escribir la historia de Triana y de su iglesia parroquial».
Una larga historia que nace, entre leyendas y realidades , en una enfermedad del rey Alfonso X el Sabio, en la segunda mitad del siglo XIII: «Este sobredicho rey Don Alfonso, estando doliente de sus ojos de muy gran mal saltósele el ojo derecho del casco e prometió a Nuestra Señora la Virgen María el hacer aquí una Iglesia que le dijesen Santa Ana Madre de Nuestra Señora e luego en una hora se le tornó el ojo sano y en su lugar». Una enfermedad ocular sanada de forma milagrosa que motivaría la dedicación, del templo a Santa Ana, aunque según Ortiz de Zúñiga, las obras no comenzaron hasta 1280, prolongándose hasta el siglo siguiente.
Esta dilación explica sus formas góticas cistercienses, sus recuerdos románicos e, incluso, el influjo musulmán en el empleo del ladrillo como elemento constructivo. Es un templo único, quizás estuvo inicialmente fortificado, al ser la primera iglesia construida tras la Reconquista de Sevilla, estar apartada del castillo de San Jorge y de las murallas de la ciudad. Como otras parroquias, fue reedificado en la segunda mitad del siglo XIV, en tiempos del rey Pedro I , intervención motivada por el terremoto de 1356. A principios del siglo XV se amplió la capilla mayor. En la segunda mitad del siglo XVI se edificaron las dos capillas de los pies de las naves laterales. A comienzos del siglo XVII pertenece la nueva capilla bautismal y en la segunda mitad de este siglo se realizarían reformas en la capilla sacramental. En el siglo XVII se edificó la torre por el maestro Martín Izquierdo, que siguió los diseños de Diego López Bueno.
Tras el terremoto de 1755 Pedro de Silva intervino en el edificio aportándole los elementos barrocos, incluido el color, que mantiene en la actualidad, añadiendo el chapitel de la torre y recubriendo su campanario
En el siglo XX, la restauración dirigida por Rafael Manzano le devolvió al templo su aspecto medieval al eliminar los enlucidos barrocos, dejando el ladrillo y los paramentos desnudos, no sin alguna polémica por el criterio empleado.
El trascoro de la parroquia de Santa Ana / JUAN FLORES
La llamada catedral de Triana es un templo de planta rectangular sin crucero, con tres naves, la mayor más alta y ancha que las demás, terminadas en capillas poligonales . Presenta coro a los pies de la mayor, siguiendo las peculiares formas del Gótico hispánico, con capillas adosadas a los muros del Evangelio y de la Epístola. Las naves se dividen en cinco tramos y se separan por pilares rectangulares retallados de ladrillo, muy reformados.
En su fachada se abren tres portadas, una a los pies y dos laterales. La del Evangelio (izquierda) es la única que conserva formas de la transición entre el Románico y el Gótico , ya que las otras dos fueron completamente renovadas en el siglo XVIII. La portada del Evangelio, habitual acceso al templo, es abocinada, con arquivoltas apuntadas y muy rebajadas, perviviendo en su cornisa dieciséis cabezas de leones de piedra de estilo románico. La puerta del muro opuesto es de líneas más sencillas, con arquivoltas apuntadas y abocinadas. La portada principal es adintelada, de dos cuerpos, con policromía almagra y una desproporción impropia de la grandeza del templo.
El solemne interior se cubre por bóvedas de crucería gótica , separadas por arcos con un gran nervio de espinazo que las atraviesa a todas. La peculiaridad, otra fusión entre el nuevo gusto gótico y la pervivencia constructiva islámica, es su ejecución en ladrillo, con los nervios y arcos en piedra, con decoración de puntas de diamante, estrellas mudéjares, heráldica de castillos y leones, hojas de vid y cabezas humanas.
El retablo de Santa Ana / R. DOBLADO
El retablo mayor
Pieza fundamental de la historia del arte sevillano, no merece algunos altares de culto que los enmascaran, es el retablo mayor, un auténtico compendio de la vida de Santa Ana recogido en los Evangelios apócrifos, además de otras escenas alusivas a la vida de la Virgen. Con banco, tres cuerpos de siete calles y ático, su arquitectura y tallas fueron realizados por Nufro Ortega y Nicolás Jurate , siendo las quince pinturas sobre tabla obra del pintor flamenco Pedro de Campaña.
Su contrato de realización se firmó en 1542, realizándose desde esa fecha, de forma conjunta, la talla y las pinturas. En 1557 se contrató la policromía que se concluyó en 1565. Preside el camarín central, fruto de una remodelación del siglo XVII, el grupo de Santa Ana y la Virgen con el Niño , talla de candelero de la segunda mitad del siglo XIII que fueron retocadas por Francisco de Ocampo en el siglo XVII y en otra intervención llevada a cabo en el siglo XVIII.
A ambos lados de la capilla mayor se sitúan dos retablos realizados Miguel Cano y Juan del Castillo en el siglo XVII. El del muro izquierdo lo preside una pintura de la Piedad de Castillo que está inspirada en un lienzo de Juan de Roelas, estando presidido el retablo del muro contrario por la Virgen del Rosario.
La cabecera de la nave derecha presenta una capilla decorada por pinturas murales de Domingo Martínez en 1740. En la parte superior se sitúa el Crucificado del Socorro , atribuido a Andrés de Ocampo (h. 1620), posible titular de la extinguida hermandad de «Nuestra Señora del Buen Viaje, Tentación de Cristo en el desierto y Nuestra Señora de los Peligros». En el muro destaca una pintura sobre tabla de comienzos del siglo XV atribuida al Maestro de Moguer que representa a las Santa Justa y Rufina. En el mismo muro destacan también una dinámica representación de San José con el Niño de la segunda mitad del siglo XVIII, el retablo de San Joaquín , con talla de Blas Muñoz de Moncada (1664) y un retablo recompuesto en el que destaca la tabla central dedicada a Santa Catalina, pintada por Hernardo de Sturmio (1554). Gran importancia histórica tiene la talla de la Virgen de la Victoria , del siglo XVI, procedente del desaparecido convento trianero de la Victoria, de frailes mínimos, que estuvo situado en la actual calle Pagés del Corro.
La lauda de Íñigo López / R. DOBLADO
Retablo recompuesto es el dedicado a la Inmaculada con gran tabla central de la Virgen y otras laterales de hacia 1569, pudiendo corresponder las tablas que representan a San Jerónimo y San Agustín al retablo que Sturmio dedicó a Santa Catalina. A Sus pies se sitúa la lauda sepulcral de Íñigo López, el popular «Negro de Triana» que cargó durante años con una peculiar leyenda por la que aquellas muchas casaderas que patearan su cara acabarían contrayendo matrimonio, un sepulcro cerámico renacentista de Niculoso Pisano .
Cierra el muro la capilla dedicada a la Divina Pastora , obra de Gabriel de Astorga, patrona del deporte sevillano y con hermandad propia desde 1865. Ya a los pies de la nave se sitúa la antigua capilla de ánimas, con reja fechada en 1591 y yeserías barrocas de Martín de Toledo. Preside su interior la Virgen del Carmen , talla del siglo XVIII con hermandad fundada en 1957.
A los pies del muro del Evangelio se sitúa la capilla de San Francisco de Asís , con yesería de Martín de Toledo del siglo XVIII y retablo de la segunda mitad del siglo XVI con tablas de Pedro Villegas Marmolejo (h. 1570). La capilla bautismal se edificó en 1614 bajo el diseño del polifacético Diego López Bueno y tiene decoración de azulejos de la misma época. Ya junto a la puerta de acceso lateral a la iglesia se sitúa otra capilla en la que aparecen los posibles titulares de la extinguida cofradía de la Sexta Angustia de Triana , un interesante grupo de la Piedad, de dispar cronología y de autoría anónima. La estancia se decora con un zócalo de azulejos con temas de clavos y friso de grutescos propios de la decoración del siglo XVI.
Dolorosa de una de las hermandades extinguidas que reside en Santa Ana / J. FLORES
En el mismo muro se abre la capilla sacramental , construida a mediados del siglo XVI con planta cuadrada, presidida por un retablo barroco realizado por Miguel Franco en 1713, con una imagen de la Inmaculada del siglo XVII, relacionada con estilo del taller de Luisa Roldán.
La cabecera de la nave está ocupada por otro retablo de Miguel Franco de comienzos del siglo XVIII. Lo preside la imagen de candelero de Madre de Dios del Rosario , imagen de 1816 que tiene el patronazgo de los capataces y costaleros de la ciudad. Se sitúa en un interesante retablo de columnas salomónicas de hacia 1690, siendo el recinto originalmente una capilla sacramental patrocinada por los marqueses de Malagón.
Frente a la portada de los pies, en la nave central , se levanta la estructura correspondiente al coro de la iglesia , siendo una de las pocas iglesias sevillanas, junto a la catedral, que los conservan in situ. Está cerrado por una reja de la segunda mitad del siglo XVIII. El órgano del lado derecho fue realizado en 1814 por Valentín Verdalonga. De notable interés es la zona del trascoro , presidido por la pintura sobre tabla de la Virgen de la Rosa , obra del pintor de origen alemán Alejo Fernández, realizada en el primer tercio del siglo XVI. En los muros del coro se sitúan otras tallas de interés como el popular grupo de las santas Justa y Rufina , tallas de candelero del siglo XVIII.
Un inabarcable conjunto patrimonial ampliado con la cripta adaptada a museo, el estudio de su archivo y un programa de conservación y restauración que en los últimos está devolviendo el esplendor de unos los grandes tesoros artísticos y devocionales de la ciudad.
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