La diáspora de Lágrimas destierra
la angustia de la Virgen a otro cielo
mudéjar con estrellas de subsuelo,
vestigios de galaxias bajo tierra,
exilios de una Madre que se aferra
al llanto destemplado de su duelo:
en ese firmamento me constelo
perdido en el fulgor que el tiempo cierra.
Los astros de sus ojos son fugaces
en esa arqueología de aflicción
de bóvedas celestes y antifaces
morados de la antigua cruz latina.
El sol que deportó a la Exaltación
ya ve la luz en Santa Catalina.