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Devuelven la voz al órgano de Gilena, uno de los mejores de Andalucía

Abraham Martínez ha restaurado este instrumento que llegó a la iglesia de la Concepción en 1918 y cuyas piezas fueron fundidas para munición durante la guerra civil

Devuelven la voz al órgano de Gilena, uno de los mejores de Andalucía borja moreno

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La semana pasada se produjo un pequeño milagro en Gilena cuando el órgano de la parroquia de la Purísima Concepción volvió a sonar. Y Abraham Martínez ha sido el encargado de devolver la voz a los 639 tubos del órgano, ofreciendo el pasado jueves un concierto inaugural que atestó la iglesia con emocionados vecinos de la localidad. Abraham ha sido además —junto a su compañero Ricardo Franco —el encargado de la restauración de esta pieza única. «He intentado hacer el mejor instrumento que podía hacer», afirma Martínez. Un trabajo que más que el de restauración ha sido de reconstrucción debido al estado de deterioro del órgano.

La historia de este antiguo instrumento es tan triste en su pasado como ejemplar en su largo proceso de recuperación. Tal y como pudo descubrir el propio restaurador, una inscripción a lápiz oculta entre el «secreto» del órgano y su fachada, indica que el instrumento llegó a Gilena a principios del siglo XX (1918) desde el convento de San Francisco de Estepa . En su lógico deterioro por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento se cruzaron los devastadores efectos de la Guerra Civil . El plomo y el estaño servían para hacer munición, por lo que los tubos del instrumento fueron fundidos. Abraham no puede evitar reseñar como «resulta paradójico que un material trabajado para un fin artístico y espiritual se acabara transformando para matar a personas».

Con todas sus piezas y mecanismos desaparecidos o destruidos, el órgano quedó mudo. Su historia daría un giro cuando diferentes gilenenses comenzaron una larga cadena de esfuerzos por revivir su música que sin duda se vió recompensada con creces en el concierto de la semana pasada. La aparición de Abraham Martínez , la que a la postre ha supuesto la recuperación de este valioso instrumento, ha sido el resultado de un camino de esfuerzos entrelazados que el sevillano valora profundamente.

Una ardua tarea

Primero serían las horas de cariño y trabajo del gilenense Manuel Luna las que comenzaron con esta empresa, aunque no llegaran a fructificar. Recogería el testigo el párroco José María Juárez, muy querido en el pueblo y que incluso tras su jubilación apoyó con dinero propio la restauración. El mismo Juárez llamaría por primera vez a Abraham , cuando tras unas reparaciones pensaba que lo único que fallaba en el órgano era el motor que alimentaba sus fuelles. «Al ver el estado del instrumento compartí con él mi opinión y le propuse una reconstrucción mucho más profunda», explica Abraham.

No podían darse más coincidencias para un final que promete ser más feliz para este instrumento de viento accionado por teclas. Con sólo 37 años, el sevillano Abraham Martínez aúna las dos visiones en este campo, la del músico y la del constructor del instrumento. Es organista y organero —una fusión que apenas se ha dado en Europa— por lo que conoce el sonido y las piezas que lo crean.

Además de titulado como profesor superior de órgano desde el 2002, alumno de grandes profesores como el catedrático J osé Enrique Ayarr a (organista titular de la Catedral de Sevilla), Abraham suma a su currículum los títulos de profesor superior en Musicología, Dirección de Coros y Música Sacra,

«He puesto todos mis esfuerzos y conocimientos para crear una pieza única»

«He realizado un profundo estudio para la reconstrucción del órgano y he puesto todos mis esfuerzos y conocimientos para crear una pieza única que considero que está entre las 5 mejores de Andalucía». Contando con lo que sería «el esqueleto del instrumento», la caja y el mueble del órgano restaurado por Julia Montalvan, comenzó un largo proceso de restauración con un estudio de aleación, físico y del sonido para devolverle el alma a este instrumento con el sonido de un órgano ibérico del siglo XVIII.

Unido el rompecabezas de tubería, dos fuelles, el secreto sobre el que van los tubos, portavientos y elementos mecánicos, le ha dado un «alma (sonido) profundo, denso y con cuerpo. Potente pero no estridente». Un trabajo que han valorado el maestro alemán Jann Deflet mientras construía los tubos en su taller de Avidos (Portugal), y el organista belga Jean Luc Lepage , que tras tocarlo afirmó con lágrimas en los ojos: « Cuando me jubile me gustaría venir a vivir a Gilena».

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