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superación personal

Carlota Blanca: la joven piragüista laureada con espina bífida que necesita un barco para alcanzar su sueño

Ha sido sometida a siete operaciones, se quedó sin amigos y gracias al deporte ha recuperado salud y la autoestima

El Virgen del Rocío realiza una cirugía fetal para minimizar el riesgo de espina bífida

Silvia Romero con su hija Carlota, en silla de ruedas y con sus medallas deportivas V.J.

Valme J. Caballero

Dos Hermanas

Una joven alta – 1,73 metros-, robusta y con una sonrisa en su rostro en todo momento definirían físicamente a Carlota Blanca Romero. Un ejemplo de pura lucha y superación calificarían la personalidad de esta nazarena de 14 años que padece espina bífida.

En su nacimiento, según cuenta su madre, Silvia, justo en el parto «hubo un revuelo de médicos y se la llevaron para hacerle unas pruebas que dieron como resultado esta enfermedad, que yo había oído pero que no sabía cuáles eran los síntomas ni lo que traía consigo».

Desde ese momento, se pusieron en manos de los facultativos para que la fueran guiando a ella y su marido, Luis, en cómo tenían que afrontar el día a día de su hija, que era la menor de dos hermanos – tres años antes había nacido Luis-. Automáticamente, dejó de trabajar para poder dedicarse íntegramente a su pequeña ya que sabía que su cuidado sería incompatible con cualquier actividad profesional.

Esta enfermedad, una malformación que ocurre cuando la columna vertebral y la médula espinal no se forman adecuadamente, afecta a la movilidad, pérdida de sensibilidad en pies y piernas, escoliosis, descontrol de esfínteres, …

Silvia explica que su hija anduvo con nueve meses, se le quitó el pañal con año y medio y que hasta los 6 años era una niña sin discapacidad alguna: traviesa, feliz, juguetona, le encantaba bailar,... Sin embargo, a esa edad la sometieron a la primera operación. «Recuerdo que desfiló en la pasarela SIMOF vestida de flamenca, con traje de Sabela Romero, y al día siguiente ingresó para ser intervenida. Fue la última vez que se puso un zapato con tacón», rememora.

Siete operaciones y meses boca abajo

Hasta ahora, Carlota ha superado siete intervenciones quirúrgicas. Una de dermatología, dos de pies y cuatro de médula. Para estas puede pasar en el quirófano entre 10 y 12 horas -en las manos del equipo de neurocirugía dirigido por la doctora Mónica Rivero y el doctor Javier Márquez. Después, lo más complicado es el postoperatorio porque debe pasar hasta dos meses en la misma posición, boca abajo, y hospitalizada. Aprendió a sondarse sola tras la primera operación con seis años – ya no controlaba nada y llevaba pañal-. Tuvo que sondarse del otro esfínter y lo hacía con ayuda de sus padres e ideando sistemas para poder hacer una vida lo más normal posible. Ella lo cuenta con resignación y en ningún momento se muestra descontenta o disconforme. Su madurez, asombra.

Carlota en una de sus competiciones como piragüista ABC

«Yo sé que cuando me operan que tengo que estar así», comenta Carlota. Durante ese tiempo, asiste a las clases que hay en el hospital infantil Virgen del Rocío y lleva bastante bien los cursos académicos. Y eso que, las consecuencias de las operaciones a veces son graves como una que le provocó amnesia y tuvo que empezar casi de cero a realizar operaciones matemáticas, lectura, etc

Sin amigas

El hecho de faltar al colegio a menudo y su enfermedad causaron que se quedara sin amigos, algo que no entiende. «De repente me dejaron de llamar y no tenía ninguna amiga», afirma, y lo ratifica su madre quien apostilla «suerte que está su hermano y la familia». «Los padres que tenemos hijos enfermos crónicos quizás los tenemos en una burbuja pero ese no es el caso de Carlota; a ella la apartaron, la rechazaron», asevera.

Con esta salvedad, Silvia explica que todo el mundo se ha portado muy bien con ellos, desde médicos, a enfermeros – como Raquel Durán-, personal sanitario, profesores, el sacerdote D. Manuel Sánchez de Heredia, Isabel Caballero de la hermandad de Valme, …

Piragüismo: cambio radical

La vida de Carlota dio un giro radical, de 180 grados, hace un año y medio aproximadamente.

La uróloga del hospital infantil Virgen del Rocío, doctora Rosa Romero, estando con ella en consulta le propuso hacer piragüismo argumentando que sería muy bueno para su patología ya que los movimientos de este deporte beneficiarían a estos órganos, afectados por la enfermedad. Ella la puso en contacto con el paralímpico sevillano Javier Reja, deportista paralímpico en Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020.

Carlota Blanca con el barco del paralímpico sevillano Javier Reja ABC

Carlota cuenta a ABC que «en ese momento yo me puse muy contenta y le dije que sí; me encanta el deporte, soy muy competitiva y si ella me lo proponía sería por algo y ya me ilusioné». Sin embargo, la madre se quedó sin palabras y lo primero que pensó fue en el coste económico del deporte.

Así, hace unos 20 meses empezó a formar parte del Club Náutico Sevilla y estuvo haciendo un cursillo para aprender el deporte y probar. Era la única mujer en su categoría y una vez finalizaron estas sesiones ya entró en el equipo. «Pasé de entrenar dos veces por semana a entrenar dos horas al día cinco veces a la semana y comencé a competir», explica Carlota ilusionada.

Oros personales y deportivos

Los logros comenzaron a sucederse rápidamente en el palmarés de Carlota. El primero, a nivel personal, porque después de muchos años sin amigos ahora ha encontrado un grupo de deportistas con los que comparte pasión por el deporte y ha recuperado la autoestima. «Soy una más, como una adolescente más y eso que en el equipo no todos tienen discapacidad», expone. Después, a nivel deportivo, ya tiene 16 medallas, de las que 14 son oros y conseguidas no sólo en Sevilla sino en Arcos de la Frontera, Iznájar, Mérida, Galicia, … lugares a los que viaja con su equipo.

La joven piragüista ha vuelto a tener amigos y ha recuperado la autoestima ABC

«Es mucho esfuerzo y sacrificio - porque hay que seguir estudiando – y quiero ser diseñadora gráfica- pero no me importa y siempre quiero mejorar mis tiempos», asegura. «Tengo la mente puesta en las paralimpiadas», anuncia.

Necesita barco

Ni Carlota ni sus padres sabían nada de piragüismo aunque ahora son ya casi expertos gracias a sus entrenadores del Club, entre ellos, Carlos Molina, Germán, Ángel, Carlos Lara, Carlos Expósito, ... Su tesón la han llevado a ser seleccionada y concentrada con el equipo a nivel nacional, de la mano de la entrenadora Sonia Molanes, en las instalaciones de la Cartuja. La empresa Dingonatura, que patrocina a jóvenes promesas paralímpicas, se ha fijado en ella para formar parte de su equipo. Ha logrado reconocimiento de la Delegación de Deportes del Ayuntamiento de Dos Hermanas, de la Federación Andaluza de Piragüismo,…

Sin embargo, todo esto no es suficiente para poder continuar ya que necesita un barco adaptado propio de paracanoe. El que hay en el Club tiene que compartirlo con otro deportista con discapacidad y no son compatibles. Ella tiene problemas que la obligan a orientar el barco con la pala y pierde tiempo.

«Ojalá pudiera tener un barco, el mío propio, exclusivo para no tener problemas con el timón y mejorar mis marcas pero económicamente mi familia no se lo puede permitir», desea. «Cuando estoy con la selección me prestan uno con el timón fijo y consigo mejores tiempos», añade.

El Club apuesta firmemente por la inclusión y facilita la carrera del deportista en todas las categorías. Pese a ello, «cada vez se hace más necesario para que Carlota continúe con sus logros deportivos que a su vez son médicos y personales un barco con el timón fijo. Pero sin un patrocinador, no podemos», señala.

Carlota recibiendo una de las medallas que ha conseguido en este tiempo ABC

Charlas para ayudar

Su actitud, su constancia y perseverancia en las adversidades de su vida han hecho que acuda a impartir charlas al hospital sobre su vejiga neurógena – con pérdidas incontrolables por la lesión medular- para pequeños y sus padres y también a su colegio para hablar de la diversidad funcional.

El espíritu de Carlota es loable; no sólo es un ejemplo para adolescentes o niños sino también para adultos. Su forma de enfocar la vida, su manera de entenderla y cómo, pese a hundirse o ser hundida, ha salido a flote son dignos del mayor de los aplausos. Si consiguiera su barco, algo que haría que las paralimpiadas estuvieran más cerca por sus marcas, a buen seguro que nunca más estaría sumergida porque ya tendría su equipo completo: su barco, su pala, su equipación, sus gafas, … para seguir navegando y llegar con su fuerza, energía, ánimo y espíritu al más alto de los podios.

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