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Sociedad

Dulces conventuales de Marchena: exquisiteces a la espera de pedidos que ayuden a las monjas a sobrevivir

En la localidad hay 34 religiosas repartidas en dos conventos, el de La Purísima Concepción y el de San Andrés, que elaboran recetas con productos de primera calidad, en uno de ellos se venden por internet

Sor Isabel atiende en el locutorio a Cocha Carmona, responsable de la Oficina de Turismo de Marchena. C. G.

Carmen González

Cuando llegas al convento de La Purísima Concepción , situado junto a la iglesia de Santa María de La Mota en Marchena , lo primero que llama la atención es la altitud del lugar. Se accede por medio de una arquería en la que, cuando entra el visitante, no puede adivinar qué le espera sólo a la vuelta de la esquina. Si el día está nublado y con un poco de viento, el frío lo asalta y busca el abrigo de los recios muros del convento y la hospedería que regentan las monjas de la orden clarisas franciscanas desde el siglo XVII (1624).

Hasta aquí llegan quienes quieren comprar dulces conventuales en estas fechas o aquellos que se quedarán unos días en la localidad y buscan el silencio acogedor de cualquiera de las trece confortables habitaciones del lugar , con baño individual y aire acondicionado. La explanada que enfrenta a la iglesia de Santa María de La Mota, conocida popularmente como La Chica , es como un mirador de este pueblo que guarda un rico patrimonio histórico artístico.

El convento es de clausura , al igual que el de San Andrés , que está situado en otro extremo de la localidad, en el barrio de San Juan. En el de la Purísima Concepción hay en la actualidad 18 religiosas, de entre 88 y 24 años , que forman una comunidad en la que conviven culturas diferentes, son monjas procedentes de Uganda, Tanzania, Kenia y Madagascar, además de España . «Cuando llegamos, empezamos chapurreando español hasta que sin darnos cuenta lo hablamos. Una vez que aprendemos, ya no se habla otro idioma, todo en español», cuenta Sor Clara, una joven religiosa que está en el España desde 2006.

Pero antes de llegar al locutorio, el visitante pasa por el torno de Santa Clara donde, después de oír un «Ave María Purísima», aparece la dulce expresión de Sor Susana, Madre Superiora del convento . Lleva 25 años en España y llegó de Kenia ; ahora dirige una comunidad que tiene su propia página web para vender los dulces que elaboran en el obrador y que ocupa el trabajo de todas sus mañanas y parte de las tardes.

Desde esta atalaya de Marchena, en la que se alza la iglesia de Santa María La Mota salen dulces conventuales para toda España , también hay pedidos realizados desde Alemania y Francia . Pero dice la Madre Superiora que «son pedidos pequeños de 18 o 20 euros”. Aunque en estos días aumentan debido a la cercanía de las fiestas navideñas, siguen sin ser suficientes para mantener a la comunidad todo el año. «Son muchos los gastos porque a todas las hermanas jóvenes pagan Seguridad Social , hay pocas con pensión», cuenta. Ellas llevan también la hospedería que les ayuda a sobrevivir con sencillez.

Pero en ambos conventos han notado que, desde la crisis económica que sufrió España a partir de 2008, «ya no ha vuelto a ser nada igual», dice Sor Isabel, Madre Superiora del convento de San Andrés . En estas instalaciones hay 16 monjas (de 94 a 22 años) y se repite parte de la secuencia de países de origen de la mayoría de las religiosas que han llegado de India, Kenia y Tanzania. « Las vocaciones en España son cada vez más escasas , nadie quiere compromisos de por vida», señala la religiosa.

Sor Clara muestra la selección de dulces del convento La Purísima Concepción C. G.

Las comunidades religiosas están informadas y sufren los cambios sociales, por ejemplo, ya no hay apenas familias benefactoras por lo que en la mayoría de los conventos viven de la elaboración de dulces y de lo que recogen cada semana en el Banco de Alimentos de Sevilla . Aún así, cuenta la situación sin olvidar que «Dios proveerá». Pero explica Sor Susana que «si fuera la cosa está mal, dentro es peor».

En ambos conventos atienden al visitante a través del torno y les explican que los dulces se elaboran con productos de primera calidad , como la almendra española, uno de los ingredientes que llena su despensa. A veces, atienden al visitante conocido en los locutorios. Mesa de camilla con enaguas adornada con paño de crochet para dar calor de vivienda a la estancia.

En el convento de La Purísima, Sor Clara explica cómo es la vida en el convento sin dejar de sonreír , a la par que va poniendo sobre la mesa toda la variedad de dulces que elaboran en el obrador. Cuando trae una bandeja para degustar el olor a canela, azúcar, almendra tostada y ajonjolí llena la estancia . Son famosas las tejas de almendras, yemas de Santa Clara, almendras garrapiñadas, cordiales, almendra real, chulapillas, almendrados, panellest de piñones, entre otras delicatesen.

El convento de San Andrés tiene como cliente a una cadena de supermercados a la que venden alfajores, almendrados, cordiales, bocaditos, torta de hoja y otras variedades que reparten por parte de Andalucía. Este año todavía no han recibido pedidos y nunca saben cuánta materia prima van a comprar porque son productos perecederos.

Las religiosas, además, guardan y mantienen un patrimonio con obras únicas . En el convento de San Andrés hay un lienzo de la alegoría del buen pastor atribuido a un joven Murillo por el experto en arte Juan Luis Ravé, que visita a menudo el convento. Y el de La Purísima Concepción era la capilla particular de la Casa Palacio Ducal , fundada por los Duques de Arcos en 1623 a instancias de Sor María de la Antigua con una colección de grabados que comparte con la Iglesia de Santa María de La Mota, de estilo barroco, de 1751.

Del barrio de San Juan a Santa María de La Mota hay un paseo conventual donde todavía se pueden probar y comprar los dulces de la monjas que cada vez se convierten en un bien más escaso , con riesgo de desaparecer, amenazados por la crisis económica y por la falta de vocaciones en los conventos.

Tal como ocurrió en Arahal cuando se fueron en 2015 las últimas monjas de la orden dominica que lo habían habitado durante más de cuatro siglos. Hoy los vecinos echan de menos , sobre todo en estas fechas, los pestiños, mantecados y borrachos que llenaban las mesas de dulces con recetas ya desparecidas.

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