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SALUD

Juan Labrador: el amor después del amor

Sigue al frente de la asociación contra el Alzheimer pese a la pérdida de su esposa por culpa de esta devastadora enfermedad

Juan Labrador posa junto a parte del equipo de la Asociación Virgen de Guadalupe F.R.M.

Fernando Rodríguez Murube

«Ser consciente de que la persona a la que quieres más que a tu sangre se va desvaneciendo en tus manos poco a poco es lo más duro del mundo, pero aun así hay que luchar con todas las fuerzas por su bienestar». Quien habla es Juan Labrador, fundador y alma mater de la Asociación Nuestra Señora de Guadalupe , una entidad sin ánimo de lucro que ingenió en 2013 para luchar contra el Alzheimer a raíz de que a su mujer, Guadalupe de nombre, le fuese detectada en estado avanzado esta devastadora enfermedad cuando apenas contaba 49 años.

«Tras el primer diagnóstico solo le aventuraban tres años de vida», recuerda este palaciego de 63 años. Después del lógico varapalo que supuso para toda la familia, Juan sacó fuerzas de flaqueza y adaptó su vida a las nuevas circunstancias que afrontaba la pareja, dado que ellos, desde que se conocieron siendo niños, han formado «un solo ser».

Así, dejó su oficio como albañil y se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de su mujer con la única y exclusiva misión de que Guadalupe «estuviese lo mejor posible el tiempo que le quedase de vida, que no derramase ni una sola lágrima y fuese lo más feliz posible».

Fiel a su leitmotiv, cada mañana duchaba a su esposa, la vestía, le daba el desayuno, la peinaba, le ponía sus coloretes y le pintaba los labios . Además de estos pequeños detalles estéticos, Juan llevaba a Guadalupe al callista una vez al mes, dos al fisio y dos veces en semana a la peluquería.

Unos detalles estos últimos muy necesarios, ya que «es muy importante que ella se sintiese bien y guapa» . «Muchos domingos incluso salíamos a cenar, a mí me daba igual darle de comer en un bar, yo lo que quería es que ella fuese feliz».

Al comprobar que los centros especializados en esta enfermedad a los que poder recurrir para que ella hiciera terapia eran pocos y muy caros en Sevilla, Juan decidió fundar una asociación en Los Palacios y Villafranca.

Desde aquel momento el pueblo cuenta con un espacio de acogida para este colectivo, un lugar donde atender las necesidades de los enfermos y sus familiares y donde recibiesen orientación y terapias de estimulación cognitiva para mejorar su calidad de vida . El proyecto fue bien acogido por el Ayuntamiento de la localidad, que le cedió un local para la sede. «Al principio solo estaban mi esposa y otra mujer», recuerda.

Referencia provincial

Gracias al incombustible trabajo de Juan, la asociación se ha convertido en apenas cinco años en el punto de referencia de la provincia de Sevilla en materia de Alzheimer . Y es que actualmente cuenta casi una treintena de usuarios, 145 socios, un equipo compuesto por 8 personas ( 2 psicólogas, 3 auxiliares, un trabajador social, un masajista y un conductor ). De hecho, hasta la sede palaciega se han desplazado personas de diferentes municipios para imitar el proyecto Nuestra Señora de Guadalupe.

Actualmente la actividad en este centro es frenética, los usuarios no paran de hacer actividades, ejercicios y terapias no farmacológicas . Parece un gimnasio en el que se ejercita la mente. Desde hace un año está catalogado como centro sanitario —al que derivan desde el Hospital de Valme, los ambulatorios y delegaciones de asuntos sociales más cercanos—, y ahora lucha para que sea concertado.

«Entre los proyectos que necesitamos llevar a cabo con urgencia inminente destaca el de ampliar nuestra sede , ya que se nos ha quedado pequeña ante la gran cantidad de usuarios que atendemos diariamente », destaca Juan henchido de ilusión, que resalta como punto fuerte de la asociación el magnífico equipo humano que trabaja a diario con los usuarios.

Vitalidad ante la pérdida

Pese a la titánica lucha contra la enfermedad, su esposa Guadalupe falleció en noviembre del año pasado . No obstante, Labrador, hombre optimista y enérgico donde los haya, prefiere recordar el vaso medio lleno: «Aunque en un principio le dieron tres años de vida y en muy malas condiciones, los dos conseguimos pasar juntos una década, y con una calidad de vida aceptable dentro de sus posibilidades».

Juan junto a su esposa en 2016 F.R.M.

«Cuando empecé con este proyecto me prometí que mientras yo pudiera esto no solo se mantendría, si no que iría para arriba. Sé que mi mujer me ve desde arriba, es la que me da fuerza , y sé que se siente orgullosa de mí porque estoy ayudando a personas que están pasando por lo mismo que pasó ella».

Las cenizas de Guadalupe descansan en las aguas de Cádiz, ciudad que siempre fue el lugar preferido de esta idílica pareja . «Hasta allí me desplazo periódicamente para sentirla aún más cerca de lo que ya lo hago todos los días», confiesa.

«Mis hijos saben que cuando yo muera me tienen que llevar con ella para así fundirnos eternamente en el mar». Dada su buena salud aún queda mucho para que llegue ese momento , por suerte para el resto de los mortales, ya que el mundo siempre será un poco mejor mientras lata el inmenso corazón de personas como Juan Labrador.

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