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FIESTAS

Siglo y medio de la rifa del cochino de la feria de Fuentes de Andalucía

La localidad sevillana celebra esta semana su feria, muy vinculada a este singular sorteo que nació en el siglo XIX

Imagen de uno de los sorteos de los años 50 aproximadamente Archivo F.J. González

Fernando Rodríguez Murube

Fuentes de Andalucía celebra esta semana su centenaria feria (del miércoles 14 al domingo 18 de agosto), una fiesta a la que está ligada íntimamente la tradición de la rifa de un cerdo vivo. Promovida por la Hermandad de la Humildad de la localidad , esta iniciativa cumple este año su 150 aniversario.

Pese a que la Feria de Fuentes de Andalucía –originariamente denominada Fiesta de la Ermita–, ha sufrido a lo largo de su dilatada historia una serie de modificaciones sustanciales (fechas, fines, denominación, etc.), hay dos características peculiares que se han mantenido en el tiempo: el emplazamiento de su celebración, en el entorno de la ermita de San Francisco y de ahí su denominación primitiva; y desde el año 1869, la rifa del cochino de la Humildad, como popularmente se le conoce .

Y es que tal y como cuenta el investigador fontaniego Francis J. González Fernández a este periódico , la vida e historia de esta corporación está estrechamente relacionada y unida a la feria de esta localidad de la campiña sevillana. Los comienzos se remontan a mediados del siglo XVIII, cuando la Hermandad de Nuestra Señora de Consolación y el Señor de la Humildad se encargaba de celebrar la fiesta del Dulce Nombre de María, el día 12 de septiembre, teniéndose los primeros datos documentales en 1758.

Siglo y medio de la rifa del cochino de la feria de Fuentes de Andalucía F.R.M.

A partir de 1890, el Ayuntamiento hizo coincidir esta fiesta con una feria de compra-venta de ganado (en 1948 la Fiesta de la Ermita perdió oficialmente su denominación y pasó a ser Feria y Fiestas de Fuentes de Andalucía). Aprovechando dichas celebraciones, la citada cofradía, entidad organizadora por aquellos tiempos de la fiesta, puso en marcha una rifa como medio de recaudación de fondos para el sostenimiento de la propia Hermandad. Esto ocurrió por primera vez en 1869, año en el que se decidió rifar una mula, siendo en 1870 cuando se introduce la figura del cerdo .

Según reza en los libros de cuentas la celebración de esta primera edición de la rifa repercutió muy positivamente en la economía de la Hermandad. A pesar de no encontrarse detallados los conceptos, la cofradía ingresó en septiembre de 1769 un montante de 1912 reales, cifra que difería considerablemente de los 150 o 200 reales que se ingresaban cada mes en conceptos comunes de donativos o cuotas de los hermanos.

Como es fácil de presuponer, estos óptimos resultados propiciaron que la entidad diera continuidad en ediciones venideras a la novedosa iniciativa. Aunque por lo general el agraciado recibía un cerdo vivo, en contadas ocasiones, como ocurrió en algunas ediciones de los años cuarenta, se sustituyó el animal por un regalo en metálico de 500 pesetas , un premio aún más goloso en aquella época de posguerra en la que abundaba la penuria y la necesidad.

Cada tarde de los días de fiesta un grupo de hermanos sacaba al cerdo de los corrales de la ermita para mostrarlo por las calles , colocando una mesa petitoria en la que dispensaban las papeletas y haciendo sonar una característica campana de mano para llamar la atención. 150 años después aún hoy se sigue llevando a cabo el preceptivo ritual, y todas las noches de feria los hermanos se siguen sentando y hacen sonar su campana para advertir de la venta de papeletas frente a «la puerta del campo» de la huerta de la ermita, en la fachada de la nueva caseta municipal; quedando para el domingo el popular sorteo del cochino de feria.

No obstante, sí existe una salvedad, y es que el cerdo ya no se halla presente, perdiéndose un atractivo para niños y mayores . El motivo de esta ausencia es la remodelación de la huerta de la ermita que se acometió hace unos años con motivo de las obras de ampliación de la residencia de ancianas de las Hermanas de la Cruz, y que produjo la desaparición de los corrales y, por tanto, de un lugar adecuado para acoger al animal los días de feria.

Siglo y medio haciendo lo mismo, perseverando una costumbre con solera que la Hermandad mantiene desde el siglo XIX y que perdura en el tiempo cumpliendo fielmente su fin principal: ser una fuente de ingresos para el sostenimiento de la cofradía.

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