Crítica de música
Dos grandes intérpretes para dos compositores imprescindibles
El violinista Hiro Kurosaki y el clavecinista Ignacio Prego protagonizan un gran concierto en Espacio Turina
Qué hacer esta semana en Sevilla

Música Antigua en Turina.
- Programa: Obras de Bach y Haendel.
- Intérpretes: Hiro Kurosaki (violín) e Ignacio Prego (clave)
- Lugar: Espacio Turina.
- Fecha: 09/12/2023.
No sabemos qué lleva a los distintos músicos que nos visitan a elegir unos programas u otros. En el vastísimo repertorio barroco priman aquellos poco conocidos y de recuperación de los de olvidada valía. En otros casos se prefiere lo seguro, lo que suele ... llenar salas, o a veces unos programas extraordinariamente bien tramados que nos presentan sorprendentes conexiones que el oyente debe descubrir, y que pueden hilvanar una mixtura de las opciones anteriores.
En este caso el nexo de unión principal, además del inicial condicionante de tener que ajustarse al género de violín y clave, nos lo traían autores muy conocidos -Bach y Haendel- y algunas obras que también, pero aunadas por el origen alemán de ambos, una longevidad parecida, pero un planteamiento vital distinto: mientras Bach apenas salió de un ámbito geográfico reducido, Haendel se termina de formar en Italia y vivirá 48 años (hasta su muerte) en Londres.
Pero el principal ingrediente novedoso del programa fue el amor que Kurosaki expresó por las obras de su programa, lo que mostró ya desde el comentario de cada obra, y más aún cómo supo materializarlo en ellas. Era imprescindible para eso contar con la madurez sabia del violinista de origen japonés, pero que se explica estupendamente en español, y un Prego igualmente excepcional, el madrileño Ignacio Prego, ambos a la vez vinculados a la OBS.
Y esto es importante, porque las dos sonatas de Bach elegidas, la BWV 1015 y 1017, necesitan de un gran clavecinista que mantenga su instrumento en pie de igualdad con el violín ya que, al igual que las otras cuatro sonatas que componen el cuaderno de las '6 Sonatas para violín y clave obbligato' BWV 1014-1019, cada mano está desarrollada, escrita (normalmente la derecha improvisa a partir del bajo cifrado que encontramos en la izquierda), por lo que encontramos un diálogo de tú a tú con el violín, y no un acompañamiento o un 'relleno'.
Ya desde la de comienzo, la 1017, Kurosaki dibujó un sonido terso, luminoso, y a la vez que cambiante en el color y la expresión de su canto, que combinaba increíblemente en timbre y presencia con el Christian Vater que regentaba maravillosamente Prego, presentado con el arpegiado a dos manos y doble velocidad (corcheas y semicorcheas a la vez) oído -como decimos- a un mismo nivel sonoro. Como el clave no puede regular su volumen, es el violín quien dedebía ajustarse al mismo, para lo que Hiro se alineó físicamente a la altura de su compañero para así emitir un sonido parejo.
Por darnos idea del nivel de emoción ante tanta belleza debemos recordar que estas seis piezas fueron de las pocas retocadas al menos en tres ocasiones a lo largo del último período de su vida y su nivel de intencionalidad era máximo, ya que al escribir ambas manos no dejaba al acierto del clavecinista de turno la expresión total de sus seis piezas. Esta primera sonata, en su 'Largo' inicial, recordaba hondamente el dolor, la desesperanza, los suspiros del apóstol Pedro tras haber negado tres veces a Jesús ('Erbarme dich' de la 'Pasión según San Mateo'). Sobrecogedor momento.
Aunque afines en muchos aspectos, como su admiración por la música italiana y la francesa, Haendel se distanció de Bach optando por la ópera italiana, género en el que se mostró inalcanzable y la causa de su larga permanencia londinense. Pero para estas sonatas eligió, como Bach, la forma de sonata 'da chiesa' corelliana (compositor con quien confraternizó en Roma). En el 'Largo' de la sonata HWV 372 (sólo atribuida a Haendel) nos pareció oír como un chasquido y alguna imperfección, y pudiera haberse debido a un acúmulo de resina -nos pareció que en la segunda cuerda. Intentó quitarla sobre la marcha, pero no pudo y tuvo que retirarse un momento para conseguirlo. No nos extrañó el acierto y el cariño con que resolvió tanto esta sonata como la siguiente, ya que las tiene grabadas con William Christie, lo que certificaba su conocimiento y devoción por ellas.
En la siguiente, en Re mayor HWV 371, llevó una narración paralela al 'Orlando' haendeliano, de forma que los distintos movimientos adquirían un carácter dramático, casi representado, y donde vimos al Kurosaki más entusiasta, diríamos que casi emocionado, capacidad que supo transmitirnos, en unión del excepcional clavecinista. En concreto, en el primer 'Allegro' diríamos que rebosante de felicidad, mientras que en el segundo con el virtuosismo más exigente, sobre todo en una mano izquierda en el clave verdaderamente desbordante.
Todavía quedaba despedirnos con Bach, con su 'Sonata para violín y clave obbligato' en La mayor BWV 1015, que vino a rubricar el conocimiento que tuvieron los intérpretes de ambos autores, alcanzando muy altas cotas de expresividad. La contra, la cantidad de público que se lo perdió.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete