este sábado actúa en el teatro cartuja center
Javier Ruibal: «'Saturno Cabaret' es un relato berlanguiano de una época»
El nuevo disco del cantautor portuense es un nostálgico relato sobre aquella época de la España gris y de personajes irrepetibles de la música más escondida
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No eran el Kit Kat Klub berlinés, pero aquellos cabarets de los 50 del pasado siglo, que se desparramaban por el Paralelo barcelonés reunían en sus tripas personajes irrepetibles. En estos no estaban como en el alemán Marlene Dietrich o Ute Lemper después, pero sí ... había personajes como Rita de Lirio, el Bienpeinao, Paquito, como ha bautizado Javier Ruibal temas de su nuevo disco, 'Saturno Cabaret', una especie de relato cantado de toda una época en la que se recuerdan lugares como la Conga (que luego fue El Plata) en Zaragoza, el Pay-pay de Cádiz o en Sevilla el Viña Blanca de la calle Feria.
Este sábado día 2 de diciembre Javier Ruibal se presenta en el Teatro Cartuja Center Cite festejando los 30 años de su icónico disco 'Pensión Triana'.
Javier Ruibal (El Puerto de Santa María, 1955), tuvo el honor de suceder como portuense a Rafael Alberti como pregonero del Carnaval de Cádiz. Dice el escritor Juanjo Téllez que Ruibal es el más flamenco de los cantautores, y él, que tiene el Premio Nacional de las Músicas Actuales, sólo comenta del premio Goya que le concedieron en 2020 por la música de la película 'Intemperie' de Benito Zambrano, que «estos premios son muy vistosillos. Son como una palmadita en la espalda'.
-Saturno Cabaret, un relato en disco, eso me parece a mí.
-Sí, casi diría que es una película berlanguiana, con ese transfondo que tenía Berlanga con mucho humor, pero que en el que había un dramón tremendo. Es un plano secuencia y vas de un personaje a otro y a otro, y todos van saliendo en las canciones de otros. Forman parte de un círculo cerrado con sus gozos y sus sombras. Afuera del cabaret están las penas, y te esperan a la salida, pero dentro del cabaret no están. Es una ensoñación para aquellos de la generación de mis padres que en los años 50 sufrieron tanto.
-Suena a nostalgia, Ruibal.
-Yo quería ponerme en la situación, y no son mis nostalgias. Es el retrato de una época muy dificil y en el único espacio que te podías quitar la pesadumbre era ahí, en el cabaret, donde por cierto se encontraban perseguidos y perseguidores. Todo lo demás era ordeno y mando, y una vida en blanco y negro y de sometimiento, como era la vida de la dictadura en los años 50. Y de repente aparece la Sexta Flota con el convenio americano, que ha dado lugar a una canción que se llama 'Yankees wellcome', porque en ese momento traían la alegría y un dinerito. Recuerdo los cabaret de Rota, que sí he conocido, pero sobre lo que yo escribo es anterior.
-Hay glamour o es otra cosa.
-En mi 'Saturno Cabaret' sí, pero eso era algo impensable en aquellos tiempos. Se supone que está en el Paralelo, entre el Molino y demás. Y era algo pobretón. Los que estaban allí se creían que estaban en una película de Rita Hayworth, pero si miraban los cortinones estaban mugrientos y ajados.
-Usted describe el cabaret como el escape de la España gris.
-Exacto y lo era para todos. Los conservadores que tanto estuvieron con lo que fuera que provocó el derrocamiento de la república se vieron luego sometidos muchos años. El cabaret era un alivio y está retratado muy románticamente.
-¿Ruibal es algún personaje de este disco-cabaret?
-Sí, claro, yo soy el cantante, el alter-ego, me llaman el 'Bienpeinao'... «que te cuente el mujerío lo que ha sido esta cabeza»..., canto.
-¿Qué les pasa a los de Cádiz que cuando no están allí se ponen nostálgicos? Quiñones, Benítez Reyes, Caballero Bonald....
-No sé lo que és. No sabría decirlo. Un día hablando con Felipe Benítez Reyes comentábamos que hay una especie de autosuficiencia que no termina de ser chauvinista. Somos autosuficientes y nos complace mucho el lugar donde creamos y está muy bien vocear por ahí lo que tu haces, pero no es imprescindible irse a otro lugar para vivir, porque lo que la cabeza albergue y lo que el corazón te vaya a revelar, no te va a ocurrir fuera. Yo me he sentido muy gaditano en Manhattan o en Berlín. Es una fortuna pertenecer a un lugar tan luminoso, lúdico y humorístico, con un punto de cinismo imprescindible para no creernos que somos nadie. Cádiz es tan chiquito que estamos todos en pelotas delante de todos. Si tu dices mucho yo soy, es porque no tienes quien te diga tu eres.
-Cádiz siempre en su boca, pero me parece que su gran visibilidad se la dió una canción que se llamaba 'Pensión Triana', con perdón de la que festeja en Sevilla los 30 años.
-Fue un disco muy señero, y llama la atención lo de Triana, pero es que es tan sonoro..., y empecé a imaginar los toreros, la brigadilla, pero igual que una canción que está en ese disco que se llama 'La gloria de Manhattan'. Ese disco sigue siendo de culto para la gente que me sigue.
-Y ahora, ¿quien le sigue?
-Yo soy músico de directo, da igual un lugar más grande o chico. Me presto a ir a sitios donde hay encuentros con el público. Me gusta ver a la gente, es una relación de complicidad. Mi gente, la que me sigue a mi es buscadora, y va buscando cosas que sintonicen con su corazón y su manera de ser, y no que le llenen la cabeza de éxitos y llenar el estadio, eso les intimida un poco, el gran lugar. Allí se vive una fiesta más parecido a una feria con todos sus ruidos que un encuentro con el artista que te guste. Tengo todas las edades, gente joven que ha sintonizado con mi música y me hacen joven a mi.
-Ruibal y el flamenco, indivisibles...
-Mi amigo Téllez dice que soy demasiado flamenco para los cantautores y demasiado cantautor para los flamencos. Mi afición al flamenco no me quita la libertad de andar por muchos jardines en los que sueño cosas. Si tengo que echar mano de una zambra, un tanguillo de Cádiz, o del jazz o del blues..., no hay nada sacrosanto, lo que hay que hacer es no andar a manotazos con las cosas, si no, como dicen en Cádiz, sale un churrete.
-¿Cual es la relación entre el cantautor y el poeta?
-Son relaciones muy cercanas, pero no somos hermanos, más bien primos. La canción tiene la obligación de ser liviana, recordable, directa y lo más poética posible. El poema busca otra cosa, busca mirar para adentro y si te encuentras las llagas más penosas de tu existencia, míralas de frente. Es mucho más reflexiva la poesía. En la canción hay un juego de equilibrios. No me gusta elevar el rango del cantautor. Yo siempre digo que soy estribillero, y a lo mejor es una tontería o una broma, pero somos estribilleros, buscamos el sonsonete que capte la atención de la gente, y luego entre lineas la gente se da cuenta que contamos cosas que emocionan.
-Con los Grammy tan cerca, ¿creen que tienen que ver con la música o es un sistema de publicidad y difusión de las discográficas?
-Creo que tiene mucho más que ver con un sistema de publicitación de la música que no concibe tanto la elección privada uno a uno, sino más captar la atención masiva, y en eso hay algo muy industrial. No es lo mismo hacer una camisa que cinco mil. Pero la música no tiene la culpa de nada. El que compone músicas hechas con esa estrategia y con esa mécanica de apisonadora, esos son los responsables.
-Quizás algunos de los que vimos el otro día en los Grammy no cumplan cuarenta años de profesión como usted.
-No lo sé, pero creo que no. Ultimamente se asume que el relevo se produce con bastante menos tiempo. Yo nunca he hecho expectativas ni en lo económico ni en lo popular, y siempre me ha ido bien, nunca me ha faltado nada. Pero sí, hay un soliviante por ahí, pásate a este lado que vas a ser popular, y claro ¿vas a ser el mismo o tienes que cambiar el disfraz?
-¿Qué les pasa a las grandes discográficas con los cantautores, les tienen miedo?
-Yo creo que salvo algunos cantautores, la industria contempla otros objetivos. Si les da dinero publicitan a un cantautor y llegan lejos, pero no es la prioridad de la industria, sobre todo porque no buscan que el público elija al artista con un punto de disfrute, sino el fiestorro gordo. Y si no estás, eres un soso. Y luego ves los conciertos y todos cantando sin escuchar al artista, sino escuchándose ellos, se escucha el desafine de la grada, y es otra cosa. Pero vámonos que nos vamos.
-¿La pandemia que le dió o quitó?
-Me dió mucha fortaleza en lo creativo, en lo que estaba haciendo, y siendo estricto conmigo mismo, me escuchaba con la predilección de ser yo, sin hacer caso de qué pensarían otros. Sí pensé mucho en Krahe, o Jorge Drexler con quien hablé mucho en el confinamiento. Y sí me dió muchísima compasión de los mayores indefensos que fueron forzados a irse, eso fue un mazazo muy grande que no sé cómo interpretarlo.
-Dicen que este disco le ha costado menos trabajo...
-Hombre, cada vez tiene uno más oficio, pero al ser el relato en un lugar cerrado y muy pequeño, la idea me gustó. Y tardé mucho menos porque me puso muy intenso. La última fue el 'Bienpeinao' que era mi historia.
-¿Con la edad se pierden filtros?
-Sí, pero hay algo educacional, cuando tienes que decir algo incómodo, o lo dices con mucha educación, o no. Yo no gozo señalando una llaga, porque eso es así. Otra cosa es el abuso sobre las mujeres, los niños, la violencia de unos países contra otros, eso sí, pero con el tiempo es verdad que te vuelves más compasivo, y en las distancias cortas siempre piensas que una persona se comporta de esa manera es porque tiene una pedrada de infancia.
-Y de mayor, ¿qué quiere ser?
-Ya soy mayor. Este mes me he caído dos veces (se ríe). A mí me da vértigo que tengo un hijo con cuarenta años y una hija de treinta y tres. Da vértigo tener conciencia de que el tiempo es una figuración. 365 días son un soplo. Viajo lo que puedo, me he tirado a las carreteras. Me he comprado una furgoneta a la que entro de pie, y me voy a un paraje natural, hago senderos, la aparco en un sitio que el paisaje es bonito y me pongo a leer. He aprendido que todo es relativo y que es más importante no dejar las cosas que quieres y no quedarte en un rincón. A lo mejor es que tengo un ramalazo de tardojipismo, pero me compré la furgoneta que quería con 18 años. Importa el momento que vives, y todo se olvidará. Arderán los fondos cibernéticos y se desintegrarán y no importará, lo único que importa es haber vivido.
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