CRITICA DE MÚSICA
Música europea para una fundación americana
Quizá no haya una oportunidad semejante para la Orquesta Bética de ser dirigida por alguien que entiende la música del siglo XX como Michael Thomas y que dirige con una claridad extrema

Música clásica
Los chicos de Elizabeth. Obras de Stravinski, Copland y Prokofiev
- Intérpretes Kiko Veneno. Orquesta bética de Cámara
- Director Michael Thomas
- Lugar Teatro Turina
- Fecha 18/02/2023
Nos presentaba la Bética de Cámara un programa dedicado al siglo XX, creado y dirigido por su enorme director, Michael Thomas, en torno a varios factores comunes, aunque el principal hace referencia al título genérico del programa, 'Los chicos de Elizabeth', refiriéndose a ... la pianista y mecenas norteamericana Elizabeth Sprague Coolidge, mientras que los 'chicos' referidos fueron los numerosos jóvenes que se beneficiaron de las ayudas al estudio de la música de la Fundación Sprague Coolidge. Además, encargó a músicos tan destacados como los que concurren en este programa para componer obras relacionadas con el ballet.
Aunque la obra encomendada a Stravinski fue nada menos que «Apollon Musagète», la que oímos fue un encargo de un matrimonio americano al músico ruso para celebrar su trigésimo aniversario de boda, obra titulada 'Dumbaerton Oaks', para la que Stravinski se inspiró en los 'Brandenburgo' bachianos, constituyendo una hermosa pieza de la etapa neoclásica del músico ruso. Este inicio cogió algo fríos a los músicos, sobre todo a la cuerda y trompas, que se mostraron algo remisos a la hora de seguir a Thomas y no ya en los contrapuntos, sino a veces en pasajes que no entrañaban mucha dificultad. No van a encontrar una oportunidad semejante para ser dirigidos por alguien que entiende la música del siglo XX como Thomas y que dirige con una claridad extrema para que nadie se despiste en las secciones más comprometidas.
Hay que decir que fue sólo el inicio, porque poco a poco se fueron integrando en una puesta en común más efectiva. La 'Primavera apalache' de Copland es obra que encuentra en sus pentagramas la autenticidad de la música americana que, como bien explicó Thomas, se basaba más que en la 'observación de campo' de Copland, en la que ya había hecho el checo Antonín Dvořák previamente. La obra podíamos decir que responde a un programa, ya que viene a contar la fiesta para inaugurar una granja por una pareja de recién pioneros recién casados en los Apalaches, y estaba pensado para llevarlo al ballet de Marta Graham. Queremos decir con esto que es música descriptiva, colorista, festiva y casi descriptiva, todo lo cual incita a aprovechar los efectivos orquestales comprendidos en esta suite. Ya notábamos desde el lento inicial una mayor implicación desde unas sonoridades largas, evocadoras, casi de película, dibujando el paisaje. En el 'Allegro' que sigue el baile de los pioneros parece amenizar la fiesta. La incorporación del piano añadió un color distinto, aunque pareciera que no encajaría en principio en el género. Destacamos aquí la labor del pianista Santiago Báez y el flautista Moisés Toscano. Mucho más integrados los músicos, todavía nos ofrecerían los 6 cuadros restantes de una obra a la que Bernstein calificó como ««ternura agridulce».
'Pedro y el lobo' no tiene que ver con la Fundación Sprague Coolidge, pero sí el hecho de que desde esta institución se le encargara a Prokofiev su primer cuarteto de cuerda. El encargo de hacer una obra para que los jóvenes aprendiesen a distinguir los instrumentos de la orquesta le vino por Natalia Sats, en un trabajo ameno y directo, pero con el sello del músico ruso. En esta ocasión actuó como narrador el músico Kiko Veneno, mientras la Bética ya sí se mostraba exultante y pletórica, como en su última actuación. Un cuarteto de cuerda compacto, luminoso, entregado (a 2), y una madera en la buena línea de todo el concierto (a 1) -en la que destacó nuevamente el revoloteo de la flauta/pájaro de Toscano-, las trompas (a 2) como el feroz lobo y la percusión (a 1) para dar vida a los cazadores. Era el nivel que el nutrido público esperaba y con el que finalmente se vieron recompensados. Por cierto, 'Pedro y el lobo' se estrenó en 1936 y le faltó tiempo a Disney (1946) para sacar su espléndida versión (ligeramente recortada) en dibujos animados, de una vitalidad y lozanía suficiente para enganchar incluso a los chavales de hoy. En 2006 (o sea, 50 años después) se presentó otra versión de media hora que consiguió el Oscar al mejor cortometraje de animación.
Nosotros 'animamos' al maestro Thomas a seguir presentándonos tan bien trenzados programas, actuales, atractivos, y a la legendaria Bética a perseverar en su empeño de conseguir una orquesta de calidad con marchamo del sur.
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