crítica de música
Música rusificada
La Orquesta Fundación Barenboim-Said finaliza el año en el Teatro de la Maestranza con un concierto dedicado a maestros rusos
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Ciclo 'Gran Selección'
- Programa Obras de Rimski-Korsakov y Prokofiev.
- Intérpretes: Orquesta Fundación Barenboim-Said.
- Director: Vasily Petrenko.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 29/12/2023.
Seguimos con los conciertos 'juveniles' en esta época del año, relacionados con el descanso escolar de las Navidades. Pero cuando se oye una orquesta así, la vista se distancia del oído, puesto que este último escucha una formación plena, rica, profesional si se quiere ... , con músicos capaces de superar los muchos retos que esconden las dos propuestas del programa, superando la impresión de que por su juventud pudieran confundirse con meros estudiantes.
Aunque el programa era ruso, presentaba dos planteamientos completamente diferentes, en tanto que trazado compositivo como interpretativo. Y acaso esa sea una de las principales cualidades de un director curtido y también ruso: conseguir que parecieran dos orquestas distintas o dos directores diferentes, que tal fue el resultado global del conjunto. Es verdad que en aras de ofrecer una oportunidad para demostrar la valía de los solistas más destacados, cambian de una mitad del programa a otra los puestos principales, tanto de concertino como de solistas de sección, pero no creemos que ello consiga resultados tan distintos. Aunque no es menos cierto que la asignación del rol dulce, elegante, muy atractivo de 'Scherezade' (primer violín) a una chica -que por cierto no conoce el desmayo ni en los armónicos más extremos- se relacionara con la narración fascinante de la doncella de cuento oriental, mientras que en 'Romeo y Julieta' era un chico quien encabezaba los fragmentos más hoscos de la trágica historia desde el minuto uno.
Además, la primera historia se teje en forma cercana a la suite orquestal, pero sobre un principio que podríamos relacionar con un (enorme) poema sinfónico, dado que la riqueza expresiva y mágica del texto inspiraba una música colorista y vital. Ello nos lleva a la gran participación de instrumentos de manera solista, en los que reconocíamos a extraordinarios músicos, tanto en el cálido fagot, el insinuante oboe, el enunciativo saxo, o la muy ágil trompeta (esos arabescos relajados en 'pianissimo' son un verdadero reto para cualquier metal, y eso que el joven los ejecutó con una soltura sorprendente).
Ya aquí vimos una de las improntas de Petrenko: la exposición de los diferentes temas en los que extremaba su expresividad hasta delicadísimos sonidos que parecían a punto de entrecortarse o romperse, pero que en el último momento se henchían para terminar resplandeciendo. Al inicio de 'Scherezade' ya nos extrañó este planteamiento en la concertino, pero luego observamos que clarinete, oboe o fagot repetirían el mismo diseño.
Rimski seguía el planteamiento del 'Grupo de los Cinco', con el que se identificó, procurando destacar el valor del canto -melodía- rusa, así como el colorido de sus instrumentos, tan vivos como sus trajes o bailes, concentrándolos en este fresco, en este 'caleidoscopio musical, que se iba agrandando en esplendor poco a poco con el desarrollo de la obra. Prokofiev, en cambio, orientó 'Romeo y Julieta' esa otra pasión rusa basada en el baile, que devendría en ballet, y al que de alguna manera se le ha criticado por un posible carácter sinfónico. Petrenko pareció entenderlo así, y seguramente con razón, puesto que la selección presentada estaba pensada para una gran orquesta, sin presencia alguna de ballet.
De ahí que desde el primer 'zarpazo' orquestal, vimos que aquella música no era para tutús y ni la 'pointe', sino que dejaba reducida la historia a sus caracteres elementales a favor de una orquesta musculosa, contundente, aunque no faltasen momentos delicados y sugerentes. Es difícil encontrar el motivo -si es que fuese único- sobre por qué nos pareció que en la primera mitad se inició con ciertos desajustes -más evidentes en los violines, claro- y sin embargo en la segunda mitad apenas aparecieron. Pudiera ser que la orquesta se fuera ensamblando poco a poco, puede que Petrenko dedicara más tiempo a los pentagramas más arduos de Prokofiev, porque nos cuesta trabajo que fuese sólo del cambio de solistas; o tal vez se debió a la connivencia de director y orquesta hacia la música más convulsiva y palpitante de 'Romeo y Julieta'.
Seguramente la elección de la segunda suite para empezar no fue casual, sino más bien una declaración de intenciones, ya que a la perturbadora 'Orden del Duque', una acumulación de disonancias que culminan en un fortísimo de la orquesta, sigue el momento más conocido de la 'Danza de los caballeros', con una pegadiza y rítmica melodía sostenida por los característicos arpegios prokofiescos sobre la tonalidad principal. Entre una y otra sección, otras de delicadísimos sonidos: es decir, continuaba el amor a la melodía y al baile, pero en 1940 el lenguaje debía ser otro, aunque conviviendo ambos. Nuevos momentos destacadísimos de los solistas orquestales, culminados en un final tremendo, que a pesar de estar cargado de decibelios no daba la impresión de una búsqueda de un efectismo sonoro, sino que sentíamos que llegaba de una evolución natural.
Es de agradecer que a un director, regente actual de la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, no se le caigan los anillos al implicarse en una orquesta de jóvenes, ya que seguramente sabe que está cuidando el futuro de la música y que además no venía a una formación de meros estudiantes, sino de músicos de un nivel a tener en cuenta. Y se vio que la cosa era recíproca, al ver la respuesta de los músicos a la entrega del director.
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