CRÍTICA
Noche de Bach
Alejandro Marías regresaba al Turina para presentarnos su última grabación discográfica

Música Antigua. Presentación discográfica. Programa: “J. S. Bach: 3 + 1 Violada gamba sonatas”. Sonatas para viola da gamba y clave en sol mayor BWV 1027, BWV 1028, BWV 1029 y BWV 1030. Intérpretes: Alejandro Marías (viola da gamba)y Jordan Fumadó ( ... clave). Lugar: Sala Turina. Fecha: 03/02/2023. ****
Con el amor que profesaba Bach por la viola 'da gamba', en su extensa producción sólo figuran tres obras, tres sonatas que estrictamente están dedicadas a ella en el título ('Sonata à cembalo è viola da gamba'), aunque sólo la primera sea autógrafa. Alejandro Marías regresaba al Turina para presentarnos su última grabación discográfica en la que recoge estas sonatas, junto a una para flauta, transcrita para su instrumento.
Las abordaba con una preciosa viola, de tamaño -nos parecía- algo más pequeño del habitual, y de sonido igualmente recortado -o al menos eso fue lo que oímos en la primera sonata- frente a un clave claro y más presente, lo que producía un cierto desequilibrio, no especialmente adecuado para estas sonatas. Aunque no forman un conjunto como tal, sí coinciden en contrastar los dos instrumentos, en los que el clave se presenta en igualdad de condiciones que la viola, lo que para el instrumento supone un 'ascenso' de categoría, al no limitarse al acompañamiento, y ser dotado de voz propia. De hecho, esta primera sonata es una adaptación de otra para dos flautas, lo que confirma esa relación de paridad y en la que Bach asigna una de las melodías de la flauta a la viola, la otra a la mano derecha del clave y el bajo a la mano izquierda de este, con lo que esta variante de la sonata en trío da lugar a lo que algunos han llamado la sonata 'cemballo-obbligato' (O'Loghlin). Pero además es que se perdían muchos detalles y sobre todo muchos armónicos que luego vimos que sí tenía el instrumento; y si no llega a ser por la acústica eufónica del Turina para con la música de cámara y su ejemplar público, no sabemos en qué hubiera quedado este primer esfuerzo. La sonata presenta una forma de sonata 'da chiesa' (lento-rápido-lento-rápido), pero los cuatro movimientos se podían ver como dos, ya que los lentos quedan como suspendidos en su final (dominante) para resolver en el siguiente movimiento (en la tónica), por lo que la separación entre ambos no debería retrasarse mucho, aunque en ningún sitio pone que haya que hacerlo así; sólo nos lo pide el oído. Pero también sirvió para que desde el 'Allegro' inicial evidenciase algo absolutamente imprescindible en este programa: la completa afinidad, la connivencia entre ambos intérpretes, que demostraron sobre todo en las constantes imitaciones, ya iniciadas en el 'Adagio' y acortadas notablemente en el segundo movimiento, garantizando así la fluidez melódica, algo que evidenciaron aquí y en todo el recital.
La segunda sonata elevó el 'tono' desde el primer momento. También es cierto que la escena se presentaba con una tenue iluminación -más marcada en los protagonistas- con la intención indudable de favorecer la intimidad de la interpretación, algo que hubiera gustado a Bach, que elogiaba de la 'gamba' su calidez, recogimiento y dulzura. Pero ese escaloncito sonoro realzó también su interés y postulaba a Marías como el gran melodista que es, porque verdaderamente bordó cada 'lento' de forma cada vez más deslumbrante, hasta culminar en la última sonata. La complejidad polifónica sobresalía por igual a los dos solistas en la soltura con la que resolvieron los contrapuntos, faceta en la que destacaron aún más en la siguiente sonata.
Con esta se presentaba el concierto vivaldiano en forma de sonata de tres movimientos, en la que asomaba abiertamente el tercer brandemburgués, y en la que no faltaban la alternancia de ritornelos y episodios solistas, unísonos, e incluso dos temas, que podían emparentarlo con el estilo galante. Ya la viola, contagiada por la luz, la energía y el colorido, se lanzaba con el clave al trampantojo de hacernos creer que verdaderamente eran una orquesta de dos. Más fácil lo tuvieron en el bellísimo 'Adagio', en donde cada voz se mantenía independiente, con un bajo pausado y seguro, y donde la viola nos hace un oír un canto meditativo, recogido, sereno, y en el que ya Marías mostraba un fraseo emotivo y bien perfilado, henchido de plenitud. Volvía la polifonía más exultante en el tercer movimiento, certificando la común unión de los dos músicos.
Hablaba Marías del empeño que ha tenido en incluir en el disco la 'Sonata BWV 1030b', originalmente para flauta, y que guarda gran relación estructural con la anterior, la 'BWV 1029', ya que comparte el concepto concertístico plenamente, y donde el gambista llegó a la plenitud melódica en el 'Largo e dolce', intenso y cantable, sacando a su viola todo el color, toda su capacidad de expresión, que nos había ido descubriendo progresivamente. Con el 'Presto' que cerraba no hacía falta propina, que tal es fue su virtuosismo y de tal manera nos lo ofrecieron, un derroche sonoro por donde se mirara. Aún así, regalaron un anticipo de su próximo disco dedicado a Carl Friedrich Abel en el tricentenario de su nacimiento.
Por si no ha quedado claro, y en consonancia con el espíritu del concierto, no podemos dejar de señalar menos el trabajo del clavecinista que del violagambista, así que terminamos con el reconocimiento paritario a su labor, doble en esta ocasión, ya que se encargaba de la melodía contrapuesta a la viola y del bajo común, haciéndolo con gran destreza y seguridad.
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