Ópera
La ópera 'por horas' para dejarnos con ganas de más
El ciclo 'Sevilla Opera Nights' brilla con 'El barbero de Sevilla'
La ópera llega a las casas palacio de la ciudad con el ciclo Sevilla Opera Nights

Ciclo 'Sevilla Opera Nights': 'El barbero de Sevilla' de Rossini (selección).
- Intérpretes: Bruna de Castro Paluzzi (soprano), Arturo Garralón (tenor) y Carlos Vinsac (barítono). Diana Rodríguez Adán (piano). Javier Prados (actor).
- Organiza: Asociación de Casas Palacio de Sevilla.
- Lugar: Patio del Hospital de la Caridad, Sevilla
- Fecha: 29/10/2023.
Terminaba con esta ópera la terna de títulos destinados a relacionar óperas famosas con lugares o hechos emblemáticos de la ciudad gracias a este interesante proyecto emprendido por las Casas-Palacio de Sevilla. En esta ocasión llegábamos al patio del Hospital de la Caridad, donde ... se representaba una selección de momentos extraídos de la ópera 'El barbero de Sevilla' de Rossini, justificando esta ubicación por la cercanía con el lugar en que se piensa que estuvo la barbería que inspiró el relato de Beaumarchais (según reza al menos en una leyenda municipal en la fachada de un conocido bar sevillano).
Contamos con algunos de los músicos que ya oímos en el 'Don Giovanni' mozartiano, como la pianista Diana Rodríguez o la soprano Bruna de Castro Paluzzi. La claridad textural sigue siendo el santo y seña de la pianista, aunque algunas notas siguen desapareciendo o moviéndose de su certero discurso (sobre todo en la introducción), al igual que presenta una tendencia a elegir tiempos pausados, lo que también afectaba a la conocida obertura, en la que igualmente quisiéramos haber oído los marcados contrastes que la partitura recoge; y en cuanto a los tiempos, el conocido 'Allegro vivo' de la obertura quedó en 'Andante' como mucho. Con todo, volvió a ser el más sólido soporte para sus compañeros de viaje, destacando su delicado y elegante fraseo cuando las voces se lo permitían.
Repetía también Prados como narrador, de cuyo trabajo ya hicimos mención. Aún diremos que en momentos donde casi musitaba el texto desaparecía esa tirantez de la que hablamos en la anterior ópera, lo que evidencia la necesidad que tiene de impostar la voz para no forzar a un trabajo de garganta cuando eleva el volumen de la voz para que todo el público pueda oírlo.
De igual manera oímos a la soprano Bruna de Castro, que volvió a resultarnos la voz más trabajada, de mejor técnica y de color más homogéneo. Pero además asumió un reto peligroso: el rol de Rosina. Dicho papel está escrito para una mezzo y ella es soprano, lo que lejos de resultar baladí supone que se las tiene que ver con notas graves que exceden de los límites convencionales de su tesitura, como cuando canta 'sarò una vipera, sarò' ('seré una víbora, seré'), donde sobre las cuatro últimas sílabas Rossini dibuja agilidades (por cierto con la forma zigzagueante de la serpiente) que terminan en la última en esa nota grave (Sol3), a la que De Castro logró llegar una y otra vez, sin olvidar sus retos como soprano de alcanzar una nota muy aguda al final (Si5). Tema aparte es el de las coloraturas. Es uno de los desafíos que plantea el belcantismo y a ellas es difícil llegar sin morir en el intento, constituyendo con razón una verdadera especialidad dentro del canto, por estas y otras cualidades. La soprano se esforzó en sacarlas adelante, y cuando no eran demasiado escoradas recurrió a su propio vibrato, aunque sus compañeros solían 'arrastrarlas', es decir, no articularlas, como en un 'glissando'.
El Fígaro de Carlos Vinsac cantó decentemente su 'Largo al factotum', teniendo bien apuntaladas aquellas notas sobre todo agudas, que apoya muy bien, y las graves, que emite sin problema. Está la parte del pasaje donde queda más desprotegida su voz, aunque aquí lo resolvió con los recursos vivarachos que el personaje le permite. De nuevo nos sorprende el 'vibrato' tan presente en cantantes tan jóvenes, aunque siendo consciente de ello y de que tiene que ir equilibrando su técnica el problema se terminará resolviendo.
El conde de Almaviva recayó sobre el tenor Arturo Garralón, quien eligió un aria especialmente llena de coloraturas. Como insistimos, requiere una gran especialización, sobre todo en la parte central del aria, ya que desde ahí hasta el final estas coloraturas terminaron desbordando al tenor. Porque lo primero que exigen tales melismas en una clara articulación, y aquí son especialmente rápidas, con lo que por acudir a ellas terminó no controlando del todo la afinación, a lo que se unió la presencia acuciante del 'vibrato'. Con un bello timbre de voz, debe hacer caso al maestro Kraus y elegir aquel repertorio que mejor le convenga a su voz, a sus condiciones naturales, y considerar la técnica como una aliada imprescindible; y si se decide a cantar en un estilo determinado, hay que trabajarlo hasta controlarlo completamente.
En torno a una hora se nos ofrecieron perlas de una ópera que bajo la apariencia de comedia esconde para los cantantes 'trampas' para las que hay que ir preparados. Pero lo más importante es que se ha llevado al público a la ópera fuera de los grandes teatros, en un formato amigable y en escenarios que sólo Sevilla puede ofrecer. Y aunque por fin han llegado las lluvias, a ninguna de las tres óperas a las que hemos asistido les ha afectado; al contrario, una temperatura estupenda, o fresca incluso, para estar en estos patios disfrutando del arte que más nos gusta en la ciudad de la ópera.
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