crítica de música
Del sonido al silencio, dulcemente
Andrés Cea inaugura los conciertos del Otoño Barroco
El organista Andrés Cea abre el Otoño Barroco de Sevilla el 24 de octubre

Otoño Barroco
- Programa: Obras de L. Couperin, Aguilera de Heredia, Bach y Nebra.
- Intérprete: Andrés Cea, órgano.
- Organiza: Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla.
- Lugar: Iglesia del Monasterio de San Clemente.
- Fecha: 24/10/2023.
Comienza el interesante ciclo otoñal con la presencia del organista sevillano Andrés Cea, a quien hace tiempo que no oíamos en directo. Como suele, el punto de encuentro fue un monumento artístico poco frecuentado, precedido de una breve disertación histórico-artística, que esta vez ... corrió a cargo del historiador Álvaro Cabezas. A continuación el propio Cea dirigió unas palabras al público que llenaba la amplia iglesia en el primero de los dos días previstos, indicando que no solía hablar de sus conciertos, lo que es una verdadera pena, ya que al igual que la disertación artística nos deja con la miel en los labios e incita a profundizar a partir del 'descubrimiento' de los tesoros artísticos que atesora el lugar elegido para cada concierto del ciclo, en este caso la iglesia de San Clemente, una somera explicación de un especialista del órgano español (no en balde es presidente del 'Instituto del Órgano Hispano'), tanto del instrumento en particular -del que sí dijo que una parte se encontraba en mal estado- como del muy desconocido mundo organístico, hubiera servido para valorar aún más la música que presentaba y el interés por su instrumento. También, y por lo que le pudimos entender (ya que al único que se le oyó con claridad cuanto decía fue al disertador artístico, no sabemos si por culpa de la megafonía o por no acercarse al micro suficientemente) dijo que solía adaptar sus programas a cada espacio e instrumento. En este caso se trataba de un órgano debido a la mano de Antonio Otín Calvete de principios del XIX, de factura neoclásica, situado en el coro a nivel del suelo y que según Cea tiene una serie de deficiencias desde su construcción. Por último, señaló un elemento más a tener en cuenta era el silencio, como una burbuja frente al bullicio. Permítasenos añadir que a esta certeza se añade otra no menor, y que señalamos en casi cada concierto a los que asisten los miembros de la AAOBS, y es el absoluto respeto al trabajo de los intérpretes, y que aquí se mantuvo hasta el final, lo que incluía ausencia de toses, caída de móviles y otras lindezas habituales en otros entornos.
Sin duda era un programa original, y creemos que es bueno destacarlo. Louis Couperin es un habitual en los programas barrocos, pero generalmente vinculado al clave, a pesar de que su labor en el órgano tuvo importante influencia posterior, siquiera porque fue el primero en Francia en indicar algunos registros, como ocurría en el 'Prélude que il faut jouer d'un movement fort lent' ('Preludio que hay que tocar con un movimiento muy lento') que abría el programa y, efectivamente, así fue, sorprendiendo las notas largas, tenidas, a veces en disonantes segundas menores y finalmente, sin prisa, terminaban resolviendo, con lo que la sensación de 'inquietud' no podía pasar desapercibida. Suponemos que lo del mal estado del instrumento sería a partes que no se usan, porque lo que se oyó sonó todo maravillosamente, incluyendo los cambios de registro mediante en buen funcionamiento de los tiradores, para pasar a un sonido muy distinto, como aflautado, para abordar una 'Fantasía', con un carácter saltarín, entusiasta, terminando con una de las fugas del compositor, tendentes a una resuelta melancolía.
Sebastián Aguilera de Heredia es compositor zaragozano cuya obra la dedicó completamente a la música eclesiástica, con el reconocimiento dentro de la comunidad y una influencia marcada en Cataluña y Valencia. Comparte la tradición con la novedad, ya que en este último aspecto adoptará la escritura para el teclado 'partido', típico de los órganos y organistas españoles, para que las manos pudiesen contar con registros distintos a la vez, bien para acompañar con la izquierda, bien para distinguir mejor las voces que se entrecruzaban. 'Obra de primer tono, sobre el paso de la Salve' comienza también sobre notas largas, con abruptos intervalos y lentamente se va complicando hasta un virtuosismo patente, tanto en la derecha como en la izquierda, alcanzando finalmente ritmos ternarios (tresillos o ritmos de subdivisión ternaria) en la mano derecha. La obra nos da pie para resaltar otro de los temas problemáticos de la época, que es el de las transcripciones: el citado Couperin no llegó a ver su obra impresa, de manera que lo que conocemos es la 'interpretación' de los distintos transcriptores. En esta obra pasa eso: sin salir de Sevilla, contamos con una transcripción de Juan Antonio Pedrosa (catedrático emérito de Armonía), en muchos aspectos distinta a la que oímos, aunque básicamente coincidente con ese inmenso 'crescendo' que plantea la obra. Uno de los dos 'Pange lingua' que compuso el maestro aragonés recogía el tono exultante y triunfal que corresponde a este himno eucarístico, al que correspondieron registros brillantes y ritmos gozosos. Terminaba el tríptico presentado la 'Obra de primer tono', otra pieza fibrosa, de deviene corpulenta y plena, con un final mediante acordes poderosos sobre vibrantes melodías alternando con pasajes fugados, en los que el organista pudo sacar una gran gama de colores y recursos del recoleto instrumento.
Los preludios y fugas de Bach no fueron pensados para el órgano, con ser Bach un auténtico especialista en el instrumento, pero no quita para su adaptación. Primero fue el BWV 885, cuyo preludio ceremonioso y lento, apuntillado, como una danza lenta francesa, hace parecerla adecuada para el órgano, aunque luego el intérprete tiene que hacerse cargo de una polifonía a cuatro voces verdaderamente complicada. El inicio de la 'Fuga', a solo, pareció coger de improviso al organista, que pronto se integró en los diferentes contrapuntos sobre una nota repetida seis veces.
Todavía más adecuado para el órgano resultaba el preludio BWV 870, con una nota en el bajo sostenido durante dos compases, lo que en el clave es imposible, aunque sí con el clavicordio, siempre que se recurriera a un juego de pedales; sin embargo, el órgano aporta una solemnidad y expectación tremenda. Inmediatamente nos sorprendimos al observar que a este preludio le seguía la fuga del BWV 846, ambos en Do mayor. En principio pensamos que pudiera ser que una de las dos piezas se excediera las cuatro octavas, dos blancas y una negra del teclado clementino, pero tampoco era el caso. Esta última fuga citada fue quizá interpretada a la manera clavecinística, entrecortando las notas de la exposición, sobre 'un movement fort lent', por terminar como empezamos.
Y aun así nos extrañó que prefiera para terminar el programa una sinfonía de Nebra, en Fa mayor. Nuevamente un compositor aragonés y destacado organista, del que nos ofrecía Cea dos sinfonías, en Re menor y Fa mayor, entremetidas entre los dos preludios y fugas, y con un color organístico bien diferente, dulce y aflautado, amable, rítmico. El último que cerraba el programa -como decimos, en Fa mayor- terminó tan suavemente que el público tardó en aplaudir esperando quizá algo más vehemente como final. Tal vez sólo fuera la expresión del suave paso del sonido al silencio.
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