crítica de música
Una tarde de cuento
La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla interpreta su segundo programa del ciclo 'Gran Sinfónico'
Cristina Gómez Godoy: «Cuesta encontrar en otros directores el gran carisma de Barenboim»
Ciclo 'Gran Sinfónico' 2.
- Programa: Cuentos orientales'. Mussorgski, Richard Strauss y Rimski-Korsakov.
- Intérpretes: Cristina Gómez Godoy (oboe). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
- Director: Julio García Vico.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 18/10/2023.
Algo más de media entrada, es decir, más que en el primer concierto de abono, registraba el aforo del Maestranza para un programa que no deja de ser atractivo para cualquier tipo de público. De hecho, si la anterior cita se concentraba en la música ... parisina de finales del XIX y principios/mitad del XX, este repetía el esquema, pero desplazándose hacia Rusia y Suiza. Coincidía también en el concepto, a pesar del rechazo inicial de los compositores convergentes. Lo decimos porque el llamado (por los franceses) 'Grupo de los Cinco', círculo al que pertenecieron Mussorgski y Rimski-Korsakov, quisieron revolucionar la música rusa encauzándola hacia un nacionalismo contumaz. Tal golpe de timón quedó en la mitad de la mitad, pero dejó claro un camino: el que llevaba al canto popular y a la recuperación del folklore ruso; sin embargo, fue imposible cerrarse a los cambios importantes habidos en Francia a partir del impresionismo o las nuevas formas más esplendentes, como el poema sinfónico, que es lo que subyace en las dos obras rusas presentadas.
Sobre la fantasmagoría que presenta su autor, Rimski añadiría/quitaría lo que creyó mejor, partiendo de la última versión de Mussorgski. Sus versiones orquestales siempre fueron bien recibidas y la obra fue pronto reconocida, aunque su fama le vino por la inclusión de uno de los episodios que componen la película 'Fantasía' (1940), cuando Disney apoyaba la música más audaz antes de dedicarse sólo a hacer caja (recuérdese que contenía también 'La consagración de la primavera', cuyo estreno había protagonizado el mayor escándalo de la historia de la música sólo 27 años antes).
Gran sorpresa la García Vico por sus excelentes maneras y conceptos directorales en un programa constituido por grandes orquestadores. Con todo, los macabros metales que abren la obra podrían haberse procurado más siniestros, justo como lo consiguió pocos compases después; de igual forma, en diferentes ocasiones le costó trabajo sincronizar las entradas, así como aunar los arcos alternantes (arriba/abajo) de más velocidad. Pero es director detallista ante unas obras muy complejas tímbricamente y que sin embargo desgranó de memoria, controlando el protagonismo de los diferentes instrumentos solistas y el acúmulo de ritmos que no cesaban. Los contrastes también son lo suyo, y aquí pudo lucirse, por ejemplo, en las marcadas alternancias entre las maderas y metales. El final, sedoso, absolutamente controlado, con un equilibrio tímbrico que pocas veces se consigue con tal yuxtaposición de colores y delicadas texturas.
Diríamos también que se tomó tan en serio las obras rusas como la de un veterano Richard Strauss en su 'Concierto para oboe y orquesta'. Es la cuarta vez que lo hace la ROSS (la primera en Apolo (1992) y la penúltima (2021) -fíjense la casualidad- teniendo como oboísta y director al onubense Lucas Macías. Gómez Godoy es de Linares y Barenboim debió quedar deslumbrado ante su musicalidad a su paso por la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said, al punto de llevarla como solista a la Staatskapelle Berlin, y haber grabado recientemente con el argentino un CD que incluye este concierto de Strauss y el de Mozart.
Su sonido es cálido, cuidado, esmerado, y fue capaz de lidiar el abrupto comienzo del concierto, que puede dejar tocado a cualquiera, y seguir como si nada. Suele haber un cierto consenso al considerar la actividad más sustancial de Strauss entre 1886 y 1941, si exceptuamos su terrible 'Metamorfosis' (1946), que de alguna manera explicaría la serenidad y hasta clasicismo de este concierto, sin movimientos marcados de forma evidente, aunque subyace una organización tripartita. Por eso resulte acaso una obra en la que, al margen de la dificultad técnica inicial, puede resultar un tanto repetitiva y de escasas ambiciones, no sólo por los 82 años de su autor, a 3 de su muerte, sino por estar afectado tres el final de la guerra -por sus consecuencias humanas y militares-, el derrumbamiento de 'su' Teatro Nacional de Múnich, sino también por la mala salud. Por suerte, la propina ofrecida tras el concierto, 'Danza de espíritus bienaventurados' del 'Orfeo' de Gluck, levantó la limitada tesitura del 'Concierto', brindándonos la posibilidad de oír una música que se elevaba en sonidos etéreos, tersos, refinadísimos y evocadores que, en su brevedad, levantaron al público de sus asientos. García Vico se tomó el acompañamiento no como la típica obra de la que hay sacar, sino con gran interés (usaba la partitura casi como apoyo), con un inicial 'rebujito' musical en los violines, que no se volvió a repetir.
La última obra viene a resumir lo dicho y, como la primera, se la había embaulado de memoria el gaditano, y desde luego venía a disfrutarla y compartirla. Una pléyade de músicos intervino, aunque Farré fuese la Scherezade protagonista. No sabemos por qué, pero al principio no parecía sentirse cómoda con su traje de princesa, debido a algunas vacilaciones inesperadas que fueron desapareciendo, alcanzando de nuevo su expresividad extrema en las terminantes dobles cuerdas hacia el final. Destacaron también las intensas intervenciones del solista de chelo invitado David Barona, así como el viola Francesco Tosco, Rosario Martínez, el trompa solista (también de paso) Norberto López o la trompeta de Miguel Herráez Caballer.
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