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crítica de música

Hacer de la necesidad virtud

La Orquesta Bética de Cámara abría la temporada con dos obras claves del romanticismo alemán de la mano de Mendelssohn y Betehoven

Concierto de la Orquesta Bética de Cámara en el Teatro Turina Luis Ollero

Carlos Tarín

Sevilla

Crítica de música

Orquesta Bética de Cámara

  • Programa 'Aires pastorales'. Obras de Mendelssohn y Betehoven
  • Intérpretes Mariarosaria D'Aprile (violín). Orquesta Bética de Cámara
  • Director Michael Thomas
  • Lugar Teatro Turina
  • Fecha 17/11/2023

Comenzaba esta temporada de la Bética con dos obras claves del romanticismo alemán. Por un lado, el icónico 'Concierto para violín y orquesta' en Mi menor op. 64 de Mendelssohn, referencia formal para otros grandes conciertos del XIX y fruto de la colaboración del violinista Ferdinand David con el autor, y la 'amplificación' que posteriormente conseguiría el gran violinista Josep Joachin de la obra. Para ello se ha contado con la colaboración de Mariarosaria D'Aprile, gran violinista arraigada en Sevilla y profesora de la Accademia della Musica de esta ciudad.

Es un concierto de gran calado, hecho para virtuosos como los citados y que se encuentra en el repertorio de todos los grandes violinistas de la actualidad. Así que podemos decir que el programa se abría a lo grande. Desde el sorprendente comienzo para la época -el violín entra sin introducción alguna- advertimos la fibra de D'Aprile en la fortaleza de su lectura, perfecta afinación y un gran dominio técnico.

Aquel tema que 'no dejaba' a Mendelssohn en su cabeza tampoco se le ibra al espectador, fruto de las reapariciones cíclicas de la obra en sus tres movimientos, todos los cuales hizo volver con sus correspondientes matices.

Por otro lado, el concierto es un compendio de requerimientos técnicos para el intérprete: ya desde el inicio la violinista dio muestras de dominio sobre rapidísimas series tresillos, a veces sobre violentos y ágiles saltos de octava rematados en notas agudísimas, sonidos tan afilados como afinados, que se repitieron una y otra vez durante toda la obra y que siempre se alcanzaron sin titubear, más bien al contrario, 'clavándolos' con una gran intensidad.

Verdaderamente, en cuanto se expone el tema lo que sigue es un encadenamiento de escollos como puestos para trabajar todos los retos del instrumento, pero con la inspiración melódica del mejor Mendelssohn. El movimiento lento dio muestra de la elegancia y exquisitez de su fraseo, de su entonación, de su lirismo, dejando todavía más 'artillería' para el movimiento final, ciertamente deslumbrante.

Sólo nos pareció que su violín no estaba a su altura, por un sonido más bien pequeño, como asordinado, sin profundidad… casi diríamos que sonaba como un buen violín de estudio, y eso que la sala favorece cuanto suena. Incluso en las cadencias, cuando se quedaba sola, el sonido resultaba bastante seco (es verdad que la sala tiende a ello, pero hemos visto en ella a grandes violinistas y no nos resultó tanto).

Por otro lado, también es cierto que la orquesta estaba muy desproporcionada, ya que cumplía con los requerimientos de la partitura en cuanto a vientos a 2, pero no así con la cuerda, que también se encontraba a 2, cuando la proporción mínima partiendo de un único contrabajo como el que había, tendría que haber sido 1/2/4/6/8. Es decir, había que haber llegado hasta los 8 violines cuando -como decimos- sólo hubo 2.

En el concierto de violín esta desproporción se notó mucho, sobre todo por los metales, claro, porque seguramente el tiempo para ensayar debe estar muy justo, ya que la mayoría de los miembros suelen ser profesores y a los que les debe quedar sólo los fines de semana para el ensayo.

Así que, si había que elegir, se optó como siempre por la sinfonía, ya que en el concierto de violín la atención apuntaba directamente a la solista. Y la verdad es que sí que se notó diferencia con los mismos músicos y proporciones, por muy milagroso que se resulte: se sentía más equilibrio, entendiendo por tal que los 2 violines primeros pudiesen llevar el grueso de la melodía, y que los más poderosos y numerosos -los vientos- acompañasen.

Suponemos que sobre todo el metal tendría que sufrir más que los demás porque apianar en esta sección es labor harto ardua. Y de los cinco movimientos, nos quedaríamos con el tercero, en función de 'Scherzo', en el que la limpieza de los unísonos de la cuerda contrastaba con la clara homofonía de los demás, mientras que en el supuesto 'Trio', con el correspondiente protagonismo de las maderas, las texturas se clarificaban enormemente, sobresaliendo las melodías del oboe, clarinete a los que se añadió una trompa, que estuvieron francamente bien.

Así que es de aplaudir al maestro Thomas por conseguir sacar partido a una orquesta que se mantiene con la firme voluntad de sus músicos y de un director que pone toda su sabiduría en su atril para sacar el mayor partido posible a la Bética.

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