Hoy más que nunca, el futuro del tejido empresarial pasa por su capacidad de crear valor compartido o, dicho de otra forma, por la capacidad de generar impacto positivo tanto en los aspectos económicos, como en los sociales y en los medioambientales. En Ángel Camacho, este principio no es un mantra inspirador, es el eje que articula nuestra visión a largo plazo, y que impregna cada decisión que tomamos. Avanzar en este camino exige algo más que voluntad, requiere un entorno que no penalice la ambición de crecimiento y desarrollo.
Vivimos tiempos especialmente difíciles para las empresas agroalimentarias andaluzas que operamos a nivel global y especialmente entre Europa y Estados Unidos. Las relaciones comerciales atraviesan un momento crítico, marcado por aranceles desproporcionados, restricciones técnicas y una creciente desconfianza mutua. El caso más claro, y todavía muy doloroso para nosotros, es el de la aceituna negra española, a la que la primera Administración Trump le puso un arancel inicial del 35%. A este castigo se han sumado recientemente nuevos gravámenes del 15%, además de trabas logísticas y obstáculos burocráticos que dificultan la exportación y entorpecen la llegada de nuestros productos a los clientes y consumidores que los demandan.
Estos bloqueos no son meras cifras. Son barreras reales a la creación de valor compartido. Empresas como la nuestra, que hemos invertido en sostenibilidad, innovación, formación y bienestar, vemos cómo se limita el alcance de ese valor por decisiones que escapan a la lógica del comercio internacional. Y si esto complica la estrategia global, tampoco el contexto nacional lo pone fácil: la sobrerregulación en Europa y en España, especialmente en materia de etiquetado y normativa laboral, añade capas de incertidumbre y rigidez a un sector que necesita agilidad para ser competitivo.
En este escenario, cobra especial relevancia nuestro actual plan estratégico, que denominamos el “Plan Cliente y Consumidor Satisfecho” y que más que una hoja de ruta es una declaración de intenciones que nos recuerda, cada día, que nuestro verdadero objetivo es enamorar a los clientes y consumidores. Para ello es imprescindible cumplir nuestra misión “Poner sabor a tu vida”, elaborando con el máximo cuidado productos excelentes ya sean de nuestras marcas (Fragata, La Vieja Fábrica, Susarón y Maçarico) o de las de nuestros clientes. Nuestro plan pone todo el foco en conocer profundamente las necesidades y expectativas de quienes nos eligen (clientes en primer lugar y consumidores a continuación), no defraudándoles nunca, reforzando así el vínculo de confianza y cercanía que nos ha permitido crecer durante más de un siglo.
A pesar de todas las dificultades, mantenemos firme nuestro compromiso. En Ángel Camacho creemos que el verdadero liderazgo empresarial se demuestra en los momentos difíciles y de eso, tras más de 127 años de historia, por suerte o por desgracia, sabemos un poco. Por ese motivo, una de nuestras apuestas más fuertes actualmente está en el campo, al lado de nuestros agricultores. Estamos trabajando con decisión por la modernización del olivar de aceituna de mesa, un cultivo que forma parte de nuestra identidad y que queremos proyectar hacia el futuro de una manera rentable, productiva y sostenible.
En esta línea, llevamos muchos años desarrollando iniciativas concretas como nuestro programa Camacho Integra, pionero en el trabajo directo con los agricultores para mejorar prácticas, rendimientos y calidad. Y vamos más allá: estamos llevando a cabo nuestras propias plantaciones de olivar superintensivo de secano como modelo a seguir, convencidos de que el ejemplo es la mejor herramienta de transformación. Queremos ser referentes, no solo en lo que producimos y elaboramos en nuestras fábricas, sino en cómo lo hacemos desde el origen, desde el campo.
Capacidad de adaptación
Soy consciente de que el valor no se crea en los despachos ni se comparte en los discursos. Se construye con hechos, con coherencia y con alianzas. En estos complejos y difíciles momentos debemos arrimar el hombro más que nunca para trabajar todos juntos —también la Administración— por tener una industria agroalimentaria andaluza fuerte. Y para ello no hay fórmulas mágicas: solo es posible siendo más productivos, más flexibles y teniendo una gran capacidad de adaptación.
Nuestra dilatada historia demuestra que, con visión y esfuerzo, es posible superar cualquier momento por muy difícil que este sea. Hoy, esa visión se sostiene en una convicción profunda que describe de una forma muy sencilla nuestro propósito “Hacer disfrutar a consumidores de todo el mundo”. Este propósito nos guía y lo seguiremos cumpliendo a pesar de las trabas regulatorias y arancelarias, porque sabemos que el verdadero motor de nuestra actividad no está en los indicadores, sino en la satisfacción y la confianza de quienes, en cualquier rincón del planeta, eligen nuestros productos para disfrutarlos y poner sabor a su vida.
