Las asociaciones y fundaciones se han ganado un papel fundamental en nuestra sociedad en las últimas décadas. Su labor social, cultural o formativa y su compromiso solidario ya es plenamente conocido y reconocido por los ciudadanos y por las administraciones. Aunque todavía quedan muchos retos que abordar, creo que lo primero que podemos destacar es el camino que hemos andado y los avances innegables de este sector que es un espejo de los mejores valores de nuestra cultura.
Nuestros éxitos, medidos en el impacto en el empleo o en la calidad de vida de miles de personas, se deben a dos elementos que van de la mano. El buen hacer de tantas organizaciones se suma en este sentido a un proceso de cooperación que ha tenido lugar en los últimos años y que en el caso de Andalucía se articula en torno a las siglas de Asociaciones y Fundaciones Andaluzas (AFA), una alianza con más de 500 entidades implicadas que cumplió el pasado año dos décadas al servicio de la sociedad andaluza.
Una trayectoria marcada por el gran salto dado en profesionalización, transparencia y unidad del sector y, en una segunda vertiente, por nuestra constante y rápida adaptación a unas necesidades y prioridades de la sociedad que han ido cambiando según la época. Una prueba reciente y esclarecedora de ello fue el relevante papel que ejercimos en los años de la pandemia.
En consecuencia, hemos multiplicado el alcance, la eficiencia y la eficacia de nuestra misión en estas dos décadas donde el sector, que sigue en pleno auge, ha crecido como la espuma. Y lo que sigue a continuación no puede ser más alentador tras la reciente aprobación de la nueva Ley de Mecenazgo, que ya está vigente en este año 2024.
Esta reforma legal, en línea de lo que veníamos reclamando desde el sector, marca un hito en el apoyo y reconocimiento de las fundaciones y entidades no lucrativas, porque incrementa los incentivos fiscales al mecenazgo y fomenta de esta manera la inversión tanto de personas físicas como jurídicas o no residentes. Se trata de una clara mejora fiscal para las donaciones y, por tanto, un impulso a la financiación de nuestras actividades, con un impacto directo en el impulso de la cultura o la investigación.
Con este nuevo marco fiscal, esperamos un importante despegue en los próximos cinco años de las entidades sin ánimo de lucro. Ante esta nueva etapa tan ilusionante, aprovecho esta tribuna que nos ofrece ABC y el Instituto Internacional San Telmo para hacer un llamamiento a la unidad y a la cooperación de las entidades que trabajamos en Andalucía, un nuevo impulso para ensanchar la actual base de asociados y nuestra política de alianzas estratégicas.
Actualmente, operan en nuestra tierra unas 1.500 entidades. Un 40% de ellas tiene carácter benéfico-asistencial o sanitario, seguidas por las docentes, científicas y de investigación y las de naturaleza cultural, cívica o deportiva. En el marco nacional movemos ya 27.000 millones de euros, el 2,4% del PIB, y sostenemos cerca de 600.000 empleos, según los últimos informes, con una tendencia al alza que ocurre también en toda Europa.
Como presidente de AFA, en el nuevo mandado que afronto este año nos marcamos la prioridad de desarrollar un plan estratégico para canalizar el nuevo salto que se espera del sector, así como sacar adelante un Código de Buen Gobierno de las Fundaciones Andaluzas como un impulso más a la mejora de la gestión.
El nuevo proyecto de AFA está basado en tres pilares fundamentales: la comunicación como herramienta para dar visibilidad a la labor de las fundaciones; la formación para profesionalizar el sector todavía más; y el impulso de la labor de representación de los asociados ante las Administraciones Públicas.
En un plano más general, y en línea con las prioridades de nuestra sociedad, debemos reenfocar las actuaciones del sector fundacional para responder en la medida de nuestras posibilidades a desafíos como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, las desigualdades, las crisis sanitarias, los procesos migratorios involuntarios o la exclusión digital, según los campos de especialización de cada entidad.
En definitiva, encaramos los desafíos del futuro desde una posición más fuerte, profesional, transparente y eficiente. Hoy en día, en el plano autonómico, nacional o en el europeo jugamos un papel clave y determinante como complemento de las políticas y prioridades públicas, según constatan todas las radiografías que se han hecho del sector.
Expansión de la Fundación Cajasol
Como presidente de la Fundación Cajasol, primera fundación privada de nuestra tierra, tenemos muy presentes estos retos y somos un ejemplo de este dinamismo que apuntan las estadísticas. Con más de un millón y medio de usuarios de nuestras acciones el pasado año, un ejercicio récord, nos hemos consolidado como motor cultural y somos un referente de la acción social.
Con cinco sedes permanentes en la comunidad y actividades en todo el territorio, nuestra entidad se encuentra en plena fase de expansión y nuevos proyectos. En los últimos años hemos redoblado las acciones sociales, culturales y de fomento del emprendimiento a través de una activa política de alianzas con cientos de asociaciones de nuestro sector. Esta apuesta por la cooperación es sin duda la que también promovemos en AFA como la mejor fórmula de multiplicar los recursos y el impacto de nuestro trabajo.
Quiero destacar también el protagonismo creciente de la Fundación en su faceta de promotor cultural. En este campo, estamos desarrollando la agenda de ámbito privado más importante de Andalucía y con mayor éxito de público. Sólo el pasado año, más de 350.000 andaluces disfrutaron de la cultura gracias a nuestras propuestas de exposiciones, conciertos y otros eventos.
Un compromiso social, cultural y de impulso de la actividad económica y el desarrollo que, en el caso de la Fundación Cajasol, heredamos de las extintas cajas de ahorros y que actualizamos cada año al ritmo de las necesidades y prioridades de los andaluces.