Los guitarristas cojos, las papas con brillantina... Grandes anécdotas de El Pali
A pesar de su fama de sieso y «malaje», Paco Palacios fue en realidad uno de los los personajes con más gracia que ha dado Sevilla

Fue Trovador de Sevilla , como le puso Antonio Burgos, porque tuvo la capacidad de cantarle a todo lo cotidiano. El Pali, de cuya muerte se cumplen hoy 25 años , le cantó a todo lo que se movía y soñó todo lo que cantaba. Fue un personaje sin parangón, con una vida colmada de vicisitudes -trabajó en el puerto, fue corredor de fondo , actor adolescente que imitaba a Caracol...-, que lo llevó todo al día. Por eso su historia es un compendio inabarcable de anécdotas que lo retratan como genio. Para muchos, fue un sieso y un «malaje» por su actitud aparentemente fría y su rostro impávido. Pero quienes lo trataron todavía se desternillan recordando algunas de sus grandes hazañas . Aquí van unas cuantas al puñado.
Los aparcacoches
El Pali se preciaba de ser un artista muy solidario . Iba siempre a todas las galas benéficas. Y sus propias letras lo demuestran, con sevillanas dedicadas a personajes de la calle como Vicente el del Canasto o Pepe el Escocés , entre otros muchos. Una noche llegó a cantar en la Feria de un pueblo del Aljarafe. Al entrar en la explanada del aparcamiento, un aparcacoches cojo le condujo hasta donde había una plaza pegando unas camballadas enormes. Un lío. Porque los dos guitarristas que llevaba, Manolín Berraquero y Juan Reina , tenían el mismo problema. «A ver si ahora este tío se va a creer que nos estamos cachondeando de él», pensó el maestro. Así que cuando sus tocaores se bajaron del coche y pegaron el primer paso hondo, sabiendo que todos conocían su espíritu caritativo, al Pali no se le ocurrió otra cosa que exclamar: «Pa que veas si soy buena gente que hoy me he traido de guitarristas a dos aparcacoches».
Las papas con brillantina
Una de las debilidades de Paco Palacios era comer. Paco Gandía le llegó a decir una vez que como siguiera así le iba a poder escribir el quijote con una maja en el cogote. Y dentro del comer, su perdición eran las papas aliñás . Como dice Burgos, comiendo papas aliñás habría entrado en el libro de los récords de su calle natal, la calle Güines . El caso es que una vez unos cachondos le quisieron gastar una broma y en vez de echarle aceite, rociaron una fuente de papas con brillantina del pelo. El Pali cogió el tenedor y le metió mano al manjar hasta que dejó la loza como una patena. Entonces uno de los bromistas, asustado, le dijo: «Pali, ¿no te has dado cuenta de que esas papas tenían brillantina?». Y él, sin inmutarse, contestó: «¿No me voy a dar cuenta? Desde el primer bocao. Lo que pasa es que yo una fuente de papas aliñás no la perdono por ná del mundo».
La «muerte» de Cafelito
Cafelito era un bailaor que había formado parte del Trío Desayuno , nombre que el famoso Pulpón le había puesto a un cuadro que este hombre formaba junto con la bailaora Magdalena y el guitarrista de Dos Hermanas Azuquita . Pues bien, como bailaor, Cafelito no medró, claro. Así que se metió a representante y le organizó varios festivales al Pali. Pero nunca le pagó. Así que Paco decidió atacarle. Aprovechando que la radio había ido a retransmitir en directo la presentación de uno de sus discos en la discoteca Hollyday , dijo El Pali: «Estas sevillanas se las quiero dedicar a Cafelito, que acaba de morirse el pobre». Al día siguiente, la gente mandó hasta coronas de flores a la casa del representante. Pero la cosa no quedó ahí. Cafelito se esperó una semana para ir en busca del Pali a su casa. Como el Trovador era diabético, siempre tenía las puertas abiertas para que le entrara el fresco y aliviara sus calores, lo que permitía que su perra, Triana, entrara y saliera a su antojo. Cafelito aprovechó esa circunstancia y se metió hasta la cocina. Al oír ruido, El Pali gritó: «¿Quién anda ahí?». Y Cafelito se vengó: «Un muerto que viene a cagarse en los tuyos».
Los buscavidas de la Feria
Otra de las cosas de arte que hacía El Pali era aparentar que tenía contratos cuando no lo había llamado nadie. En la Feria de Sevilla , esta estrategia le resultó muy rentable. El truco era sencillo. Iba paseando con sus dos guitarristas por el real y, nada más pisar el albero, uno salía de la lona: «Pali, entra y tómate algo, hombre». El Pali se ponía hasta las cejas de comer y, de repente, uno le pedía que cantara una sevillana. Entonces él, muy serio, respondía: «Hombre, yo por ustedes lo que haga falta, pero los guitarristas vienen los muchados esta noche a trabajar, que tenemos un contrato en una caseta, y no entienden de estas cosas. Dadle algo a los muchachos y no hay problema». Evidentemente, todo el mundo tragaba. Manolín Berraquero era el que recogía. En una caseta mil duros , en la otra quinientos... Al final de la noche, El Pali juntaba a los tres y decía: «¿Cuánto hemos sacao? Ea, po a tanto ca uno». Y encima ciegos para casa .
Las dedicatorias
Al Pali no le gustaba que la gente hiciera ruido mientras estaba cantando. Le daba mucha importancia a sus letras y consideraba una falta de respeto que no las escucharan. Y eso le trajo algunos problemas. En Los Palacios , por ejemplo, lo contrataron para la caseta del Partido Comunista . Esa noche lo presentaba el conde de las Natillas , un personaje de los del 77 que se juntaba con el marqués de las Cabriolas y que trabajaba en el obrador de pasteles de La Campana. El Pali se enfadó porque allí nadie se callaba y acabó perdiendo los papeles: «Yo me cago en los muertos del Partido Comunista». Empezaron a lloverle vasos y platos, así que el conde de las Natillas salió al escenario a pedir calma . Pero la cosa fue incluso a peor, así que el presentador se dejó de pasteleos: «Ea, pues yo también me cago en los muertos del Partido Comunista».
Esto no tenía nada que ver con su ideología, que era muy conservadora. En realidad El Pali repartía para todas partes. En otra ocasión, en un pueblo de Huelva con motivo de las fiestas patronales, empezaron a sonar las campanas de la iglesia mientras él estaba cantando. La gente dejó de escucharle. Y él, que era católico cerrado , no se pudo aguantar: «Esta sevillana se la voy a dedicar al hijo del cura».
El balón del Betis
Con esta anécdota nos vamos. Porque el Betis era para El Pali casi tanto como su cofradía del Baratillo . Ocurrió en la Línea de la Concepción , un pueblo en el que había sufrido una úlcera sangrante de duodeno que estuvo apunto de llevárselo para allá. Cuando se recuperó, fue a un partido de la Balompédica Linense con el Betis para hacer el saque de honor y no se le ocurrió otra cosa que agacharse para besar el balón. Luego no se podía levantar. Demasiadas carnes para tanta faena. Rafael Gordillo le echó mano para ayudarle y El Pali, mientras a duras penas recuperaba la figura, le dijo: «Me podiais haber puesto un balón de Nivea ».
Genio y figura que, a través de las gafas de culo de botella que se puso con tres años, vio el Arte con todas sus letras.
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