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La Sevilla de los templarios

Desde el barrio de San Bernardo hasta la plaza Nueva puede evocarse la presencia de la antigua orden militar

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isabel aguilar

Todo lo que envuelve al universo templario parece tocado con un halo de misterio y leyenda de gran atractivo para los apasionados de la historia. Aunque hay pocas referencias al respecto, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón estuvo en Sevilla durante varias décadas, y en los últimos meses ha habido un despertar del interés por ella materializado en el nacimiento de varias rutas turísticas centradas en recorrer sus pasos. Pocas veces se ha hablado de su presencia en la ciudad hispalense y, sin embargo, son muchos los que se interesan por conocer los lugares vinculados a la Orden del Temple, sus personajes más célebres y la huella que han dejado en nuestras calles.

El barrio de San Bernardo, que debe su nombre al monje Bernardo de Claraval (redactor de las reglas de la Orden); los jardines de la Buhaira, el Hospital de la Caridad o El Arenal son algunos de los espacios que recogen la esencia de la Orden templaria en Sevilla, a donde llegaron junto a Fernando III El Santo para arrebatar la ciudad a los musulmanes. Su rivalidad con las otras Ăłrdenes que ayudaron a la Reconquista hizo que Ă©stas borraran su huella una vez que el Papa Clemente V la disolviĂł.

Ruta templaria

La empresa de interpretación cultural Mol Arte fue la primera que comenzó a ofrecer una ruta para seguir los pasos de la orden militar cristiana. Su responsable, Manuel Jesús Molina, explica algunos de los espacios que recorren en la visita y su vinculación a los templarios, un itinerario que ofrecen desde hace un año y que cuenta con gran aceptación cada vez que lo realizan. Algunos de los datos que más sorprende a los que hacen la visita es que los templarios ayudaron a la Reconquista de Sevilla y que sus tropas se asentaron en el actual barrio de San Bernardo en 1246, desde donde llevaron a cabo el asedio intramuros. Establecieron su campamento en los jardines de la Buhaira y desde allí aguardaban el ataque por la Puerta de la Carne.

Una vez que conquistaron la ciudad, cada una de las órdenes que ayudó al rey con sus tropas (la de San Juan, Santiago, Calatrava...) recibió unos terrenos como recompensa, denominado compás, en el que tenían jurisdicción propia, y a la del Temple se le asignó el perteneciente al Campo de la Laguna, que hoy día se correspondería con el área de la Plaza Nueva hasta El Arenal, incluyendo la Plaza de Molviedro.

La empresa Sevilla en ruta hace un itinerario muy similar, como el que tendrá lugar el domingo 22 al mediodía. «Tiene mucha aceptación, suelen venir sevillanos de media edad que quieren conocer a fondo la historia de su ciudad», indica Belén Soto. De aquel compás tan solo ha llegado a nuestros días la casa de Santa Teresa y la calle Mesón de los Caballeros. El palacio que ocuparon los templarios estaría en el número 60 de la calle Zaragoza, según señala Juan Antonio Romero en su libro «Los templarios en el Reino de Sevilla», donde también contarían con un hospital. «Hay constancia de su existencia en un documento de compra venta de Francisco de Cepeda, que adquirió un inmueble allí que decía ubicarse junto al antiguo hospital templario», explica Manuel Jesús Molina. En la antigua calle Atocha, por su lado (actual esquina de Zaragoza con Gamazo), había un retablo donde los templarios se encomendaban a la Virgen de Atocha, que presidía el arquillo desde una hornacina, «puesto que esta orden tenía una gran fe a todas las vírgenes negras», como señala Molina.

Otro de los enigmas del temple que ha llegado a la actualidad es el del cocodrilo que se ve colgado en el Patio de los Naranjos, en la catedral, ante la conocida como Puerta del lagarto. Según reza el libro «La huella de los templarios: tradiciones populares del Temple en España», escrito por Rafael Alarcón Herrera, se trata de un regalo de pedida del sultán de Egipto cuando solicitó la mano de la princesa Berenguela, en tiempos de Alfonso X El Sabio. Dicen que el cocodrilo fue entregado a los templarios, quienes lo custodiaron en la laguna de las Paxerías y cuando murió el animal fue disecado y ofrecido a la catedral y con el tiempo se hizo uno de madera para ocupar su lugar.

«Non nobis Domine»

El lema de los templarios era «Non nobis Domine, non nobis sed nomini tuo da gloriam» («Nada para nosotros Señor, nada para nosotros sino para la gloria de tu nombre»), una leyenda que puede verse en el Hospital de la Caridad. El dato, como asegura Manuel Jesús Molina, no deja de resultar sorprendente, puesto que este edificio se levantó una vez disuelta la orden, lo que hace pensar en que el espíritu templario siguió vivo mucho tiempo después de su prohibición, aunque el hospital estaba dentro de las antiguas posesiones del Temple y su vinculación a ella no es tan extraña como pueda parecer. De hecho, el impulsor de este espacio, Miguel de Mañara, era miembro de la Orden de Calatrava, conocida por ser el refugio de numerosos templarios después de su disolución como orden.

Aunque son pocos los vestigios templados que conservamos, la historia recuerda que, aunque breve, el paso de esta orden por Sevilla fue trascendental. De hecho, el primer arzobispo de la ciudad tras la Reconquista, don Felipe (hijo de Fernando III), perteneció al Temple. Ingresó en la orden con apenas 18 años y asumió el cargo de arzobispo en 1248, aunque no recibiría la autorización del Papa Inocencio IV hasta cuatro años después. No ejercería el cargo durante mucho tiempo, puesto que tan solo pasó un lustro cuando quedó prendado de la princesa noruega Cristina Hâkonsdatter, con lo que solicitó a su hermano el rey Alfonso X El Sabio que le cesara en el mismo y pidió a la Orden del Temple la autorización pertinente para contraer matrimonio.

PasĂł entonces a ser caballero terciario, tĂ­tulo otorgado a los caballeros casados que mantenĂ­an un vĂ­nculo con la Orden y que al morir dejaban sus propiedades a Ă©sta.

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