ENTREVISTA
Alfonso Guerra: «La izquierda ha perdido el norte. Ha olvidado su misión»
GALERÍA ANDALUZA
Ignacio Camacho conversa sobre la actualidad de España con uno de los padres del socialismo español contemporáneo para analizar la amnistía, la deriva de la izquierda, el constitucionalismo, la monarquía...
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Tiene Alfonso Guerra 83 años y un aire como de león remansado al que aún se le despierta de vez en cuando el instinto cazador que le hizo célebre en la política. Dedicado a la vida cultural, a la actividad literaria y al disfrute de ... la familia, la deriva de la escena pública le ha removido en los últimos tiempos su impulso activista y le ha activado un resorte de inconformismo y rebeldía. Siente que el tiempo cernudiano le alcanza pero sabe que todavía le queda, como a Blas de Otero, la palabra. Y la usa para reclamar la vigencia de la obra de su generación, protagonista de una transformación esencial de España. El antiguo látigo verbal restalla todavía con el chasquido de una sinceridad en desuso. Morirá, cuando toque, siendo socialista aunque le cuesta reconocerse en los suyos.
-¿Qué diferencia hay entre el Alfonso Guerra de 2023 y el de hace treinta, cuarenta años?
-En esencia es el mismo. Soy más tolerante ahora, antes era bastante intransigente con las posiciones diferentes. Hay gente que ha cambiado de posición ante mis ideas, pero han cambiado ellos, yo no. Si de algo puedo estar satisfecho es de mi coherencia.
-Amigos comunes dicen que usted se ha enternecido.
-Quizá no vieron que he sido tierno siempre. Me ganan, por ejemplo, los tímidos. Empatizo con la debilidad. De joven siempre me fijaba en la chica más tímida, más cohibida. Ahora, además, mi nieta de dos años ha exacerbado mi ternura. No se puede explicar, es inefable.
-¿Tiene alguna nostalgia de sí mismo?
-Me gusta la nostalgia. Le doy vueltas a las cosas que he vivido. Entre la idealización del pasado y un excesivo interés respecto al futuro vivimos el presente demasiado comprimido entre el pasado y el futuro

-¿Y en ese repaso retrospectivo encuentra errores?
-Sí, sí. No dramáticos, pero sí. De joven uno tiene poca sabiduría. Quizá, por ejemplo, no debí haber cedido a quienes me pedían continuar cuando quise dejar la política. Dos veces, en el 77 y en el 82.
-¿Cree que ha sido injusto?
-Sí, hay casos en los que tenía que haber sido más comprensivo con algunas personas. O al revés, más duro.
-Pero si tenía fama de duro, de implacable…
-Inventada.
-Cortaba usted cabezas sin pestañear.
-Qué va, qué va. Entre políticos y periodistas te crean clichés falsos. Al contrario, intenté convencer a gente de que no se fuera y quedó como que los quitaba yo.
-¿A Boyer no lo echó?
-De ninguna manera. Él quería ser vicepresidente. Felipe me consultó, y yo dije que no me oponía, pero que entonces no contara conmigo. Yo era vicepresidente único y no iba a ser uno de tres. Y entonces Felipe le dijo que no, y Boyer se marchó.
-¿Qué es el poder?
-Una entelequia. No existe más poder que el que te dan los otros. ¿Dónde está, cómo lo coges, en qué consiste?
-En tomar decisiones que afectan a los demás, ¿no?
-Sí, ésa es la grandeza y la miseria de los gobiernos. Es un desgarro decidir sobre cosas que pueden perjudicar a las personas.
-Aquello del policía bueno y el malo, González y usted, ¿era deliberado?
-Otro invento. Pero funcionó y como funcionaba, lo dejamos correr.
«El comunismo es una falsificación. Una herida no curada del movimiento socialista»
-Pero usted sabía que inspiraba miedo.
-No sé. A mí me decía Suárez que cuando me tocaba el pelo en el Congreso, se ponían nerviosos. Eso es un poder que te regalan.
-¿No fue usted un pionero de la descalificación del adversario?
-Nunca insulté a nadie. Usaba el humor. La broma como recurso político. Y lo sigo usando.
-Lo de la peluquería de Yolanda Díaz…
-Por favor, fue una broma. Pero como no hay sentido del humor…
-¿En qué se diferencian esta política de ahora y la suya?
-En mucho. En todas partes. Hay veces en que los ciudadanos se han visto obligados a votar a sus adversarios para salvar lo que puedan. En Francia, por ejemplo, la izquierda votó a Macron para evitar a Le Pen. Ahora va a pasar algo parecido en Argentina. La política se ha degradado. El fin no justifica los medios, pero yo también creo que los medios no justifican el fin. Si usted hace una cosa legalmente, eso no quiere decir que sea bueno. Si usted hace desaparecer legalmente un delito del Código Penal, la sedición por ejemplo, esa legalidad no justifica que deje la democracia indefensa. Ese principio hoy está tirado por la borda, vale lo que sea. Es legal pero no es justo, hay un principio moral, ético. En esto ha influido mucho el trumpismo, ese ir por el objetivo por encima de cualquier cosa. Ya predijo Thomas Mann que el fascismo volvería envuelto en la bandera de la libertad.
-¿Y el comunismo también ha vuelto bajo pasaporte falso?
-Siempre lo ha tenido. Siempre habló en nombre de la clase obrera y nunca actuó en su nombre. Es una falsificación. El comunismo es una herida no curada del movimiento socialista.
-¿En qué ha cambiado la izquierda?
-La izquierda ha perdido el norte. Vive de los gestos, de la parafernalia, y se ha olvidado de cuál es su misión, que es defender a la mayoría de unas minorías insaciables. Se ha olvidado. No hay contenidos, hay una orfandad, un arrasamiento intelectual.
-Coaliciones de minorías.
-Sí, la izquierda hace un discurso minoritario para grupos minoritarios. La derecha también, ojo. Falta un discurso general que englobe propuestas para la sociedad. Señas de identidad válidas.
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-¿La igualdad?
-La igualdad se ha perdido. La igualdad social, que es el origen del movimiento obrero, cambiar las condiciones de vida. Hoy los partidos de izquierda tienen secretarías de igualdad que se ocupan exclusivamente de la igualdad entre hombres y mujeres. Hay que lograr que el hijo y la hija de un albañil tengan las mismas oportunidades, y que el hijo de un promotor inmobiliario tenga también las mismas oportunidades que la hija. Por supuesto. Pero a mí lo que de verdad me importa es que los hijos y las hijas de los albañiles tengan las mismas oportunidades que los del promotor inmobiliario. Sean hombres o mujeres. Y ahora todo se ha fragmentado en función del sexo.
-¿Usted se considera padre de la Constitución aunque no lleve su firma?
-No. Soy una persona modesta y no tengo formación jurídica suficiente. Caí en el vórtice de aquello por cierta casualidad, porque tenía conocimientos de cómo funcionaba la política. Y me caían responsabilidades, entre ellas la de llevar el proceso de negociación constitucional, no la redacción del texto. Entonces hubo un momento en que los ponentes de la derecha votaban siempre juntos y salía lo que ellos querían, y llamé a Fernando Abril para advertirle de que iban a cometer el error de los dos últimos siglos, una Constitución de parte que no iba a durar porque nosotros la cambiaríamos cuando gobernásemos. Él estuvo de acuerdo, lo hablamos y lo consensuamos en una serie de reuniones. A veces hasta casi el alba. El único que no estuvo en ellas fue Fraga. Aprendí mucho. Estoy satisfecho, creo que, además de mis hijos, esa participación es la obra más importante de mi vida.
-¿Y en esas reuniones debatieron ustedes la amnistía y la descartaron?
-Sí, sí. En los países civilizados se recurre en caso de duda a ver qué dijeron los constituyentes. Y claramente allí se dijo que ese derecho no se podía incluir en la Constitución porque las amnistías se dan cuando se cambia un régimen.
-Usted ha dicho muchas veces que la Constitución es el acta de paz de la Guerra Civil…
-Y de dos siglos de enfrentamientos entre españoles.

«La amnistía es pretender que no se cometió un delito que sí se cometió»
-¿Y la amnistía de ahora qué es, entonces?
-Pretender que no se cometió un delito que sí se cometió. ¿Cómo que no se cometió? Proclamaron una secesión, una república catalana…
-¿Y si no se llama amnistía?
-Es que no lo sabemos. Sólo sabemos que los independentistas dicen que la han acordado. Yo me atengo a un informe del Gobierno, del ministro Campo, ahora magistrado del TC, que decía que se podían dar indultos pero que la amnistía no es constitucional. Pero a mí no me gusta discutir de esto sólo en términos jurídicos. Hay cuestiones éticas. ¿Lo merecen? ¿Diciendo que lo van a hacer otra vez y en mejores condiciones porque además les han quitado el delito del Código Penal? Es horrible en cualquier circunstancia, pero para satisfacer a unos delincuentes es tremendo.
-Felipe dijo que apoyaba los indultos. ¿Y usted?
-Es una gracia que tiene el Gobierno. Nada que decir, pues. Pero hay un requisito, que es el arrepentimiento. Y ese requisito no se dio. Ni se exigió.
-¿Tenemos que resignarnos a que la Transición, el sistema del 78, esté caducando? ¿A que ya no sea un modelo incuestionable para las nuevas generaciones?
-Creo que no es así. Para las nuevas generaciones de políticos, sí, pero la percepción que yo constato en el resto de ciudadanos es muy a favor del sistema. Muy a favor. Incluso en chicos muy jóvenes, escolares a los que voy a dar charlas.
-¿No ha perdido la Corona, por ejemplo, anclaje social?
-Lo de Juan Carlos es una injusticia muy grande. De faldas y de dinero se puede pensar todo lo que se quiera, pero… ¿eso puede opacar que un Rey que ha recibido de Franco todos los poderes diga que no los quiere, que quiere una democracia? Él trajo el oxígeno que necesitaba la sociedad para poder vivir en democracia. Eso no se puede opacar. Es además el único rey del mundo que ha sido votado dos veces. En el Congreso y en referéndum popular. Pero hay gente que está día a día en una labor de zapa contra la institución monárquica, porque lo que quieren es abolir la Constitución.
-Le decía lo de la caducidad porque en el acto de usted y González en el Ateneo de Madrid para presentar su último libro, a pesar de la rebeldía y la determinación que ustedes expresaron, se respiraba un ambiente derrotista, como de canto de cisne. Testimonial. De causa perdida.
-La sociedad cambia, pero lo puede hacer hacia detrás o hacia adelante. Y da la impresión de que los dirigentes de hoy están yendo para atrás, desprestigiando las instituciones. El aire nuevo del 15-M ha sido un fraude. Los que querían conquistar los cielos sólo querían conquistar salarios. Hay que desconfiar de los personajes iluminados.
-¿Ha hablado alguna vez con Pablo Iglesias?
-No, recibí una vez un mensaje de Verstrynge sugiriéndome hablar con él y no lo contesté.
-¿Decir no a la amnistía en este momento es decir sí a la repetición electoral?
-Depende de un personaje cobarde, atrabiliario y delincuente que se llama Puigdemont. Lo cual es bastante chusco.
-¿Qué otra salida habría?
-El 73 por ciento del Parlamento lo ocupan dos partidos políticos que podrían hablar alguna vez. Hablar, digo. Y no hablan. Es que, mire, cuando se dice lo de la renovación del Poder Judicial se olvida que eso depende del Parlamento, y que la presidenta podría haber convocado en cinco años a los grupos mayoritarios para que aporten nombres. Es fácil ponerse de acuerdo, basta con el derecho mutuo de veto. Ni siquiera se intenta. Cuando uno se sienta con el adversario, el solo hecho de sentarse juntos y pedir un café ya los acerca a ambos, crea una relación humana que rebaja la tensión.
-Vale, pero supongamos que se sientan. Hay que armar un Gobierno. ¿Con qué presidente?
-Tendrán que discutirlo. Pero es que ni siquiera quieren sentarse.
-Lo que viene a decir Sánchez es que, después de perder el poder en las capitales, autonomías y muchas diputaciones, si el PSOE pierde también el Gobierno corre serio peligro de irrelevancia.
-Los partidos no desaparecen por perder el poder. Lo que les ha pasado a los socialistas franceses, italianos o griegos no ha sido por perder el gobierno, sino por una mala gestión del partido. La primera misión de un partido es crear una filosofía de la política para mejorar la vida de las personas. Y eso se puede hacer también desde la oposición. El PSOE no era un partido gubernamentalista, sino un partido de mayorías. Un partido de izquierdas no puede estar unido al acto de gobernar.
-¿Y ya no es un partido de mayorías?
-En este momento no parece que haya esa vocación de mayoría.
-En las elecciones hubo muchos compañeros suyos que firmaron manifiestos de apoyo a Sánchez. Entre ellos antiguos guerristas. ¿Le pidieron la firma?
-No. Me conocen.
-¿No hubiera firmado?
-No, porque un partido que tiene que manifestar su apoyo al líder…es que es de locos. ¿A dónde hemos llegado? Pero si es el líder… ¿qué clase de desconfianza exige que el partido tenga que hacer un manifiesto de apoyo a su líder? No tiene sentido.
-¿Cataluña es el principal problema de España ahora mismo?
-Un problema importante. No creo que el principal.
-¿Si usted estuviese en el poder qué haría al respecto?
-No lo estoy y no tengo necesidad de proponer. Pero lo que uno quiera hacer para satisfacer aspiraciones, sobre todo si son minoritarias, pasa en primer lugar por cumplir las leyes. Y reconocer la verdad. Cuando unos grupos minoritarios dicen que España les roba el dinero y hasta a Cristóbal Colón, hay que admitir que con gente así no se puede pactar. Pujol dijo en 1980 lo que quería hacer y nadie lo quiso oír.
-Ni ustedes.
-Yo sí hice la advertencia.
-Zapatero ha dicho que todo el problema viene de la sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña, que usted votó en el Congreso.
-Ahí me puede echar muy poca responsabilidad. Yo fui el presidente de la Comisión. Hice grandes esfuerzos para eliminar todo lo que le sobraba al Estatuto. Modificamos 118 artículos. 118, y 17 disposiciones adicionales y transitorias. Pero quedaban 14 artículos sobre los que advertí que el TC los iba a echar para atrás. Me dijeron que ya no era posible ceder más. Justo esos 14 artículos los rechazó el Constitucional. ¿Es que yo era muy listo? No, es que estaba clarísimo que eran inconstitucionales. Entonces, echarle la culpa al tribunal en lugar de a los que hicieron el Estatuto… y encima ahora lo quieren volver a poner como estaba. Pero el tribunal volverá a decir lo mismo, ¿no?
-No está tan claro…
-Entonces la sospecha sería terrible.
-Pero hay una deriva de interpretación jurídica constructivista…
-El uso alternativo del derecho. Sé que en alguna sentencia reciente se ha deslizado esta tentación de legislar desde el TC. En un sistema democrático no tiene sentido. El Tribunal no es una tercera Cámara ni tiene atribuciones para actuar como tal.
-¿Usted qué opina de la foto de Sánchez con Bildu?
-Me parece espantoso. Yo tengo amigos que han muerto asesinados por esa gente. Algunos muy amigos, Fernando Múgica, Enrique Casas… Los tíos que mataron a Casas ahora tienen un partido político…
-No son los mismos.
-Algunos sí. Otegi es el mismo. ¿Y ahora van a ser mis socios? No, esos no son mis socios, son mis enemigos. Por tanto yo esa foto no la trago. Es un peaje demasiado fuerte. Yo deseo un Gobierno socialista, pero no a cualquier precio.
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