pandemia
Patricia Bazán: «Tuve que decir algunas mentiras piadosas en el hospital durante la primera ola de la pandemia »
La enfermera de UCI del Virgen del Rocío de Sevilla cuenta su experiencia en la primavera de 2020 durante la presentación en el Colegio de Enfermería del libro «Ni héroes ni mártires», del periodista Jesús Álvarez
Jesús Álvarez: «Hubo una inflación de noticias del Covid pero faltó contar qué pasó en los hospitales»
Un libro para contar la intrahistoria de los sanitarios durante la pandemia
La memoria perdida de la pandemia

El Ilustrísimo Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla (ICOES), ha acogido la presentación de «Ni héroes ni mártires», el libro sobre la primera ola de la pandemia del Covid en Sevilla escrito por el periodista de ABC, Jesús Álvarez, autor también de la novela «El ingeniero que no sabía bailar» y de la biografía del médico y empresario Hugo Galera. El presidente del ICOES, Víctor Bohórquez, presidió el acto y contó algunas de sus experiencias en esos meses de 2020 como enfermero de UCI de la unidad de neonatos del Hospital de Valme de Sevilla. «Fueron tiempos muy difíciles para todos en los que los profesionales sanitarios nos esforzamos al límite para hacer frente a la pandemia y salvar el mayor número posible de vidas», dijo antes de leer un fragmento del libro en el que una enfermera de UCI recuerda las palabras que le dice a un paciente con Covid avanzado antes de intubarlo en abril de 2020. «Estas palabras que dice Noelia sintetizan, en mi opinión, toda la labor no sólo sanitaria sino también de cuidados y acompañamiento que hicieron todas las enfermeras durante esos meses tan duros de pandemia», dijo.
Patricia Bazán, enfermera de UCI del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, recordó también en primera persona algunas de sus vivencias («las enfermeras nos convertimos esas semanas en los familiares de los pacientes porque estaban completamente aislados por los cambiantes protocolos hospitalarios») y reconoció que tuvo que saltarse alguna vez el confinamiento «para sobrevivir y por salud mental«. «A veces necesitaba salir de casa y cogía la bicicleta en dirección al hospital aunque ese día no me tocara trabajar», confesó.
Patricia Bazán habló de la tensión y la ansiedad que sufrieron muchos de sus compañeros ante un virus desconocido, del que nada se sabía en la primavera de 2020. La salud mental de los sanitarios sufrió mucho durante esos meses.
Esta veterana profesional, cuya labor fue reconocida por sus compañeras y jefas durante la presentación, recordó también que «el camino en coche al hospital desde mi casa parecía la Gran Vía de Madrid en la película Abre los ojos« y que «en el hospital perdía la noción del tiempo. Hubo muchas veces que prefería estar trabajando que en casa bombardeada de noticias, a pesar de que las jornadas de trabajo eran intensísimas y requerían una gran concentración. Fue una etapa emocionalmente terrible y físicamente agotadora», dijo.
Recordó también que «al principio los pacientes llegaban directamente para intubar, y después se aprendió que era mejor no esperar tanto», y contó que «había que explicarle al paciente que se le iba a dormir para intubar», y que tuvo que decir «algunas mentiras piadosas». Lo que más le hizo sufrir en esos meses de pandemia -recordó-, fue «el momento de amortajar a un paciente», y concluyó diciendo que «sólo hay una cosa más dolorosa que aprender de la experiencia y como sociedad tengo mis dudas de que hayamos aprendido».
Un relato a veinte voces
La obra de Jesús Álvarez, editada por Samarcanda como sus dos libros anteriores, retrata esos noventa días de miedo e incertidumbre (también de entrega y solidaridad) en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y reconstruye lo vivido en ese centro sanitario, el mayor de Andalucía con más de diez mil profesionales en nómina, desde el 14 de marzo de 2020, cuando llegó el primer paciente Covid a su UCI, hasta que se le dio el alta al último a mediados de junio.
«Ni héroes ni mártires» construye su relato a través de veinte voces que cuentan en primera persona lo que va ocurriendo de forma cronológica y la evolución de los acontecimientos: desde una enfermera al borde de una depresión o el jefe de Urgencias que debe gestionar la avalancha de pacientes Covid a un auxiliar encargado de distribuir mascarillas y trajes EPI entre el personal del hospital, o un celador de la planta de Enfermedades Infecciosas donde se aislaba a los pacientes infectados para que no contagiaran al resto.
El autor destacó también que «los protagonistas de este relato son médicos, investigadores, enfermeros, auxiliares, celadores y varios pacientes que estuvieron a punto de perder su vida por culpa del coronavirus» y subrayó que «todos los pacientes recordaban sobre todo la labor del personal de Enfermería, al que le estaban increíblemente agradecidos por sus cuidados y el cariño con que les trataron. Se acordaban de todos sus nombres y decían que nunca los olvidarían«.
Álvarez, que habló con una veintena de profesionales sanitarios, además de con un capellán del hospital, el padre Alan, y uno de los limpiadores Covid subcontratados por el hospital, durante la fase de documentación de la obra, destacó que «hubo mucho miedo, mucha incertidumbre, muchas lágrimas, pero también hubo mucha solidaridad, mucho compañerismo y mucha humanidad. Esta palabra, humanidad, es importante, de hecho, se ha puesto de moda y casi todos los hospitales tienen ahora un plan de humanización asistencial. Pero esta humanización alcanzó su prueba de fuego, su punto culminante, en marzo, abril y mayo de 2020, los peores meses de la primera ola de la pandemia. Hubo enfermeras que pusieron música clásica a sus pacientes melómanos para ayudarles a sentirse mejor en la UCI, muchas les dejaron sus móviles para que vieran por una pantalla a sus familiares, o incluso se despidieran de ellos si llegaba la hora de morir. Hubo celadores, auxiliares, enfermeras, limpiadores, también médicos, que hicieron compañía a los pacientes fuera de su horario laboral. Y enfermeras y auxiliares se ponían cartelitos con sus nombres para que los enfermos los identificaran y los humanizaran dentro de esos trajes de astronautas, los EPI que se hicieron famosos en todos los telediarios«, recordó.
La mala memoria
El autor dijo que «la pandemia trajo un espíritu de unidad y de solidaridad no sólo entre los sanitarios sino entre todos los ciudadanos españoles. Los sanitarios recuperaron el prestigio social que injustamente se les había arrebatado años antes, en parte por actuaciones políticas, en parte por la falta de educación de la sociedad, y volvieron a ser tratados con respeto y admiración«. Pero lamentó que casi todo ese espíritu se haya perdido: »Cuando leo una noticia de una agresión a un médico o una enfermera en Sevilla o cualquier otra capital española, me acuerdo de esos meses de 2020 y de todas esas personas solas en los hospitales a los que un sanitario daba una mano o prestaba su móvil para que hablaran con sus familiares. Me pregunto si se puede tener tan mala memoria«, concluyó.
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