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Feria de Abril de Sevilla 2019

Mentes geniales para imaginar una fiesta universal

Grandes ideas pusieron las bases para que la Feria del siglo XXI sea lo que es hoy

Feria de Abril de Sevilla 2019: Todo lo que hay que saber

De izquierda a derecha, y de arriba a abajo, José María Ybarra, Narciso Bonaploata, Bécquer, Rafael Laffón, los hermanos Álvarez Quinter y Rafael Carretero ABC

Pedro Ybarra Bores

Como casi todas las grandes fiestas de Sevilla, la Feria también ha sufrido una gran evolución desde su creación a mediados del siglo XIX, cuando José María Ybarra y Narciso Bonaplata inventaron para Sevilla una feria ganadera para los días 18, 19 y 20 de abril de 1847, según el programa autorizado por la reina Isabel II. Ambos eran entonces concejales, y el empresario vasco llegaría a ser alcalde en 1875 y primer conde de Ybarra por concesión de Alfonso XII en 1877. «Aquel gran acontecimiento de puro negocio estaba pensado a la perfección y tenía todos los mimbres canasteros para ser foco de atracción no sólo de ganaderos, tratantes, reses y cambalaches -carácter que iría perdiendo y que propiciaría que en 1875 se creara la feria de San Miguel-, sino de toda Sevilla y más allá de ella», como recordaba un artículo de Aurora Flórez publicado en 2015 bajo el título «Una mirada a la Feria de Abril decimonónica».

«Sí, hay muchas fiestas dentro de la fiesta. Lo descubrió mucho antes Bécquer , que en 1869, cuando la Feria apenas contaba con veinte años de historia, ya advertía de cierta impostura y falseamiento», como recordaba Eva Díaz Pérez en un artículo titulado «Más allá de las postales literarias y de la Feria» publicado en 2017. «Hasta las hijas de los ricos labradores que viven en los pueblos de la provincia hacen traer de París los trajes que han de llevar en Sevilla durante las ferias», narraba el genial escritor. Tras él, nombres como Rafael Laffón (que estuvo a punto de nacer en un fangal de albero en la Feria de 1895), Lorc a (que asistió a la Feria en 1935) o Jean Cocteau (asombrado por el «hervidero de trajes, jinetes y carros») se vincularían para siempre con la historia de la fiesta.

Los farolillos de papel se habían puesto en 1877 con motivo de la visita de la reina Isabel II. Pero los exornos aún no estaban decididos. En 1904 llegó la polémica cuando la caseta del Círculo Mercantil estrenó una decoración oriental. Y, por otra parte, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero junto a un grupo de ateneístas, montaron una caseta denominada «Los Perros», que representaba «la entrada a un cortijo y se consideraba una importante innovación en la Feria», como recordaba Nicolás Salas en su libro «Las ferias de Sevilla». Entre ambas, se generalizó la decoración de esta segunda. Y así evolucionó hasta nuestros días.

Pero todavía faltaba un detalle fundamental para que la Feria de Sevilla guardara un aspecto más parecido al actual. Llegó en 1919, cuando Gustavo Bacarisas diseñó las pañoletas de las casetas, elemento de madera pintada que, a modo de tímpano, se coloca tapando la cercha de la fachada. Al cumplirse el centenario de este hecho en 2019, se hace una referencia en la portada al pintor Gustavo Bacarisas, que fue nombrado por el Ayuntamiento Hijo Adoptivo de la ciudad hace ahora cien años.

Dos años antes, en 1917, había realizado un boceto para el cartel de la Feria de Abril. Ese mismo año realizó el cartel de las Fiestas de Primavera y en 1928 hizo un cartel de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, para en 1946 realizar el cartel de la Feria de Abril.

En 1949 el Ayuntamiento fijó en sus ordenanzas la obligación de edificar «una gran entrada» al recinto, una situación que había provocado el gran éxito de la portada del año 1948, de dimensiones monumentales y simulando un faro gigante que se llamó «Torre de los Toreros», ya que tenía en su remate cabezas de toros y capotes de paseo. Fue la novedad de aquel año y se instaló en la avenida del Cid. Desde entonces se mantiene la tradición de dedicar cada año la portada a un monumento de la ciudad, repitiéndose con distintos estilos. Una idea que han copiado el resto de ferias del mundo y que surgió por la casualidad de la existencia de una pasarela peatonal en el primer real del Prado.

«La Feria de la Lechuga»

En 1979, cuando era concejal de Cultura y Fiestas Mayores José Luis Ortiz Nuevo , «la política tan entusiásticamente populista no tardó en causar problemas porque tras la toma de posesión vino una Feria a la que “la Sevilla de siempre” dio la espalda, en la que hubo muchos altercados porque la gente intentó entrar indiscriminadamente en las casetas particulares interpretando por libre las encendidas proclamas municipales. El intento de abrir la caseta municipal a todos los ciudadanos fue una experiencia fallida y apenas hubo caballos y enganches por miedo a la nueva y desmedida forma de plantear las cosas por parte de un Ayuntamiento que además fue incapaz de garantizar la limpieza o el control de la venta ambulante. Fue la que se dio en denominar “Feria de la Lechuga” , una experiencia para el olvido», como recordaba Tomás Balbontín en el 2004 en un artículo que recordaba los XXV años de la primera Corporación democrática.

«Era un coto de mendicidad infantil, “chorizos”, vándalos, basura acumulada y venta ilegal, con tenderetes de hippies a la entrada de la calle del Infierno y puestos sin control sanitario de bocadillos y lechugas», recordaba Flórez.

El jefe de bomberos era en 1979 era Rafael Carretero , hijo del jefe de protocolo del Ayuntamiento de la ciudad. Luis Uruñuela le encargó que pusiera orden en la Feria y por ello fue destinado a Fiestas Mayores. Creó la calle Costillares, inventó la adjudicación por lotes de las parcelas de las atracciones de la calle del Infierno para impedir que los empresarios se pusieran de acuerdo para pujar a la baja en la subasta. Impulsó la monumentalidad de la portada de la Feria con diseños propios inspirados en las fachadas de los monumentos de la ciudad, valló el real para preservarlo durante el resto del año y dejó engrasado los mecanismos y procesos para que el montaje, disfrute y desmontaje de esta ciudad efímera, después de 37 años montando y desmontando con éxito la Feria de Sevilla, sea lo que hoy conocemos.

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