EL RINCÓN DE...
Fran G. Matute: «La inopia censora de entonces clausuró en el club Tartessos una conferencia sobre ovnis»
«Esta vez venimos a golpear» (editorial Silex) es el título de una canción de Smash que le sirve al autor como idea fuerza para escribir el libro de la contracultura sevillana del sesenta y cinco al sesenta y ocho

-Sin anestesia: ¿qué le debe la contracultura sevillana a las bases americanas?
-Le dio color a la ciudad. Dicho lo cual, si no hubiera habido bases americanas, aquí hubiera ocurrido prácticamente lo mismo.
-Pero por las letras de esos discos que se ... estrenaban aquí meses antes que sonaran en otros países, entraban muchas ideas de la generación beat, del «flower power», de toda aquella movida.
-Sí, pero discos similares se conocían en España, quizás no eran los mismos, pero compartían idénticos estilos. En España se publicaban muchos discos que compartían el mismo espíritu de los que traían los americanos.
-¿Entonces es el sevillano que ha leído a Ginsberg, a Kerouac, a Borrough, a Sartre, a Huxley el catalizador único de aquella brecha social y cultural?
-Efectivamente. El gran protagonista es el sevillano inquieto que, buscando debajo de las piedras, trata de informarse de lo que está ocurriendo fuera.
-¿Lo que ocurrió en Sevilla ocurrió en otras partes del país?
-Seguro. Solo que aquí en Sevilla, proporcionalmente, llamó más la atención. Quizás por la idiosincrasia de la ciudad, por se más clásica y folclórica que otras.
-¿Dígame una compañía teatral pionera, un tema musical que defina aquel tiempo y una sala muy en la onda?
-Una compañía, Esperpento, que es hija del mayo francés; una canción la que le da título al libro, que nace al calor del estado de excepción del 69 y un local, La Cuadra de Paco Lira, que se vio obligada a cambiar de sede varias veces porque su propuesta no encajaba con las ideas de la ciudad dominante.
-¿Puedo definir su libro como el nacimiento de una Sevilla distinta a la Sevilla eterna?
-Sí, de hecho, es una de las principales lecturas que tiene el libro.
-¿Tras años investigando el arranque contracultural sevillano, qué le sorprendió más?
-Encontrar en la hemeroteca información de las actividades más transgresoras como, por ejemplo, las exposiciones de vanguardia que eran comentadas detalladamente, quizás porque el sistema no era consciente de su transgresión. La Pasarela tradujo a lo plástico aquel espíritu de cambio.
-Uno de los canales más activos de la contracultura fue la radio. Y por aquellos años, Alfonso Eduardo Pérez Orozco, ya proclamaba que era grande ser joven en Radio Popular…
-Alfonso Eduardo fue uno de los grandísimos catalizadores de la modernidad en Sevilla. A través de la radio fomentó el mejor flamenco, el mejor rock y el mejor cine.
-Por cierto, al igual que a Jesús Quintero, también era surtido por el sargento Jacky Single Terry de las novedades discográficas americanas…
-Sí. Eso hizo que su programa fuera especial. Alfonso Eduardo fue de las personas que más contacto tuvo con los militares de la base.
-Pero quizás fue Joaquín Salvador el más rebelde de todos. Tangó a la Ser con unos cuarenta principales donde pinchó los discos que quiso y no los de Karina y Formula V, por ejemplo.
-Joaquín fue el locutor más revolucionario del momento. Estaba absolutamente al día de la música más avanzada. Y convirtió un espacio de música comercial en un foco de transgresión. Prefería la sicodelia a Karina.
-Hasta el Lope de Vega llegó la marea transgresora. Los universitarios del TEU de Filosofía dieron un mitin gordo con la representación de «La Muralla China».
-Eso ocurrió por un fallo administrativo que fue aprovechado por Núñez Cubero para representar, por primera vez en el franquismo sevillano, una obra sin censura. Acabada la representación, la gente se levantó al grito de libertad.
-Y en el club Tartessos, local controlado por el viejo PCE, se registró el expediente X de aquella época…
-Una prueba de la inopia censora de la época fue que la única actividad que se censuró en el club Tartessos fue una conferencia sobre ovnis…
-Por cierto, el chico aquel del Instituto San Isidoro, que decidió escalar la Catedral con su equipo de montañismo, qué era: ¿un gamberro, un transgresor o uno de aquellos agitadores culturales?
-Era un estudiante muy inquieto, pintor y poeta, perteneciente al primer grupo de beatniks que hubo en Sevilla, que se reunían en las escalinatas del Archivo de Indias. Su hazaña fue una primera muestra pública de la rebeldía que llegaba. Cuando lo detuvieron explicó su conducta diciendo que estaba aburrido…
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete