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JORNADA DE HUELGA GENERAL

La fuerte presión sindical no logró paralizar la ciudad

Los sindicatos presionaron en los puntos neurálgicos durante las primeras horas pero fracasaron en los comercios, especialmente en los barrios y en el sector servicios

RAÚL DOBLADO

A. E. YÁÑEZ

Sólo la presión sindical logró que la huelga general se notara en puntos considerados clave para los convocantes pero, pese a ello, en la ciudad se mantuvo la actividad , de forma intermitente en el centro y en los polígonos industriales para esquivar a los piquetes informativos y los coactivos, que también los hubo. El primer reto de los convocantes era paralizar Mercasevilla y los sindicatos lograron su propósito, no en vano se desplazaron al mercado central unos mil sindicalistas. La medida dejó casi desabastecidos de pescado a los mercados de abastos que no registraron gran afluencia de público aunque tenían género.

Los cortes de los accesos a la ciudad a primera hora de la mañana fue otro de los objetivos sindicales para hacer visible la huelga, la A-92, la N-IV y A-49 fueron los objetivos. A primera hora de la mañana los trabajadores de Astilleros también cortaron la carretera de la esclusa hasta que los desalojó la Policía.

El de los servicios municipales fue otro sector estratégico. En las cocheras de Tussam hubo momentos de tensión entre los piquetes y la Policía, pero los autobuses salieron. Del tranvía funcionaron tres unidades y en el Metro se cumplieron los servicios mínimos . Fue en Lipasam donde más seguimiento hubo, según el Ayuntamiento, con un 69% de trabajadores en huelga, en Emasesa fue del 29,7% y en Urbanismo del 15,32%.

Los trenes AVE cumplieron los servicios mínimos pese a los piquetes. A primera hora la presión sindical estaba también en los polígonos y en las grandes empresas, aunque los datos son dispares pues los sindicatos cifran el seguimiento en un 93% y los empresarios del Metal (Fedeme) lo deja en un 10%. Las empresas más afectadas fueron Fasa Renault y Airbus, Heineken y Coca Cola.

Y el comercio

Conforme avanzó la mañana, la presión se trasladó al comercio de la ciudad que, sin embargo no se unió a las reivindicaciones sindicales de forma mayoritaria . Más bien las evitó. El sonido que llenó las calles el día de la huelga fue, junto a las consignas de los manifestantes, el subir y bajar de las verjas de los comercios, aquellos que no se encontraron las cerraduras llenas de silicona, como buena parte de los locales de la calle Tetuán, según hubiese o no piquetes a la vista.

El centro neurálgico de la manifestación sindical se concentró en la puerta del Corte Inglés del Duque. Cada cliente, que entraba o salía protegido por la Policía, recibía una lluvia de insultos. Los inevitables petardos llegaron a sobresaltar a una persona mayor. Pese a todo, no hubo grandes problemas . «Esperábamos más jaleo, por todo lo que se venía diciendo», declaró un encargado de seguridad del centro comercial. Belén, una joven sevillana residente en el centro, explicó como había entrado al Corte Inglés «por la puerta de la Gavidia, acompañada de policías». Una vez se disolvió la concentración, hacia las doce, las manchas de pintura roja en la fachada quedaron como única huella de lo sucedido.

Antes algunos miembros del piquete lograron entrar en el antiguo edificio Luvre, donde ante la presencia policial lanzaron consignas que fueron respondidas por un cliente al grito de «Vete a la Moncloa a decírselo a Zapatero». Los sindicalistas fueron expulsdos por varios policías, uno de los cuales les planteaba curiosamente que por que no informaban como piquetes a los bancos que había abiertos en las inmediaciones y no a los comercios.

La mañana de huelga general dio para todo, incluso para insólitas declaraciones como la de S.P.M. dueño del bar «Tragapanes», quien trabajó más que nunca. «Ojalá todos los días fueran días de huelga», declaró. El propósito de la visita de un grupo de sindicalistas a su local no fue precisamente el de que lo cerrara. «Me dijeron, con mucha guasa, que si yo era el dueño, y estaba sólo, estaba cumpliendo los servicios mínimos, y me han dejado casi sin cerveza », narró. Y es que las dimensiones de la huelga se podían comprobar en la misma Plaza del Duque un gran piquete en la puerta principal, las laterales abiertas al público y grupos de sindicalistas bandera en mano tomando café en el bar de la esquina. De ahí «a la mani».

A pesar del escaso eco de la huelga en el comercio de los barrios. donde no ejercieron su presión los piquetes, hubo un colectivo, los regentados por asiáticos , conocidos como «chinos», que se unió de manera casi unánime a la llamada a la huelga general.

Durante el resto de la jornada fue la normalidad la tónica general en la ciudad. El tráfico estuvo más tranquilo que de costumbre y ya por la tarde se incorporaron a la flota de Tussam 50 autobuses , con lo que la frecuencia de paso fue de unos 20 minutos.

La Confederación Empresarial Sevillana dijo que la mayoría de las empresas desarrolló su actividad como cualquier otro día «salvo en aquellas que se han visto obligadas a cerrar debido a la amenaza de piquetes violentos». El seguimiento en los hoteles y en los bares fue nulo, igual que en los supermercados y en el taxi donde afectó sólo a un 15%. En la construcción la patronal cifró el seguimiento en un 15%.

El secretario general de UGT-Sevilla, Juan Antonio Gilabert, cifró el seguimiento de la huelga en un 78% .

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