La historia en imágenes de ABC: bares de Sevilla que han desaparecido
Historia de Sevilla
Recorremos foto a foto bodegas, tascas y restaurantes emblemáticos de Sevilla que marcaron el carácter de la ciudad pero tuvieron que bajar la persiana para siempre

Los bares, bodegas, tascas, abacerías y ultramarinos forman parte del carácter y la cultura popular de una ciudad. La vida generada en estos negocios traspasa la concepción gastronómica. En nuestra tierra, los bares marcan la filosofía y manera de relacionarnos, y es que ... salir a comer o a tomar es mucho más que acudir a un negocio de hostelería a saciarnos, tiene mucha más literatura. Los bares, sobre todo los de barrio, dan pie a relaciones personales que en principio sólo tienen en común algo: el lugar. Pero, poco a poco, la costumbre y la cotidianidad junto a una barra forjan lazos para toda la vida.
Desgraciadamente, para hosteleros y parroquianos, la pandemia ha ayudado a que muchos bares echen la persiana por última vez. El tipo de bar que albergaban las calles de Sevilla, entre bodega y tasca, ha ido desapareciendo paulatinamente con el paso de los años y puede decirse que lo vivido en 2020 fue la gota que colmó el vaso.
Aquellos amantes de la barra y el tapeo habrán observado dolidos que muchos negocios antológicos han dicho «adiós» para siempre (Sevilla vio como desaparecía de su mapa el Bar Citroen, el Becerra, Casa Eme, Casa Manolo de Triana, Grana y Oro o La Isla) y, por otro lado, los que quedan o abren sus puertas ahora han cambiado la filosofía inicial. Las restricciones han hecho tal mella en la idiosincrasia de salir a tomar algo que muchas barras han desaparecido y es casi imposible disfrutar de ciertos sitios sin reserva previa, entre otras cosas.
La capital hispalense es conocida por su historia, su patrimonio y también por establecimientos emblemáticos en los que se reunía la sociedad sevillana desde antaño. En esta línea, y en homenaje a aquellos amantes de los bares, nos adentramos en las fotografías del archivo gráfico de ABC de Sevilla para traer a la memoria aquellos rincones que han sido un icono de la hostelería sevillana y han desaparecido, o aquellos que el tiempo ha cambiado.
El más antiguo
Para hablar del más antiguo hay que hacer parada en la calle Gerona, donde está El Rinconcillo que, afortunadamente, sigue abierto. Ni el cólera, ni la gripe española ni la Guerra Civil habían logrado que este establecimiento, de 1670, cerrase sus puertas... hasta que llegó el covid, que obligó a hacer un punto y seguido.

Pero la fotografía más antigua con las que nos topamos en nuestro archivo es del «Bar Internacional», tomada por Juan Barrera en el año 1906. Aunque el nombre sea casi calcado, no corresponde al mismo negocio que hoy en día está en la calle Gamazo, en el barrio del Arenal. No se puede negar que la instantánea es preciosa. En ella vemos a un conjunto de hombres, la clientela del bar, dos en la barra y varios al fondo, y a dos camareros, uno detrás de la barra y otro fuera esperando a atender a los clientes.

Es curiosa la vestimenta de los fotografiados, propia de principios de siglo, con complementos ya desaparecidos, como el canotier y el bastón. Parece ser un lugar distinguido, la decoración nos dice que no es una taberna cualquiera, sino un lugar de caballeros . No se aprecia demasiado bien, por la oscuridad de la toma, pero sólo hay hombres en el bar.
Otra de las imágenes más antiguas que encontramos es esta tomada por Serrano en 1930. En el archivo está datada como «Interior de la renombrada Taberna de la Viuda», e indagando podemos relacionarla con la que hoy en día se ubica en la calle Albareda.
Originariamente abrió sus puertas en el siglo XVII, cerró en los años 50 y volvió a abrir en los 90. Encontramos referencias sobre que fue «Primera estrella Michelín de Andalucía en 1930» y lugar de encuentro de poetas, toreros, futbolistas y cantaores. Las tertulias cofrades, taurinas, literarias o flamencas formaban parte de la vida diaria de muchos bares.

No nos movemos mucho de donde imaginamos que fue tomada la anterior fotografía y hacemos parada en la calle Sierpes. Tal y como cuenta Joaquín Arbide en su libro «Sevilla, siempre en un bar. De la tiza al ordenador» (Ed.Samarcanda), a finales del siglo XIX y principios del XX esta calle fue la que mayor número de bares reunió en toda la ciudad. «Al rememorar algunos nombres todavía resuenan en nuestra memoria: Nuevo mundo, Central, Suizo, Pasaje de Oriente, Emperadores, Nacional, Royal, Calvillo, Madrid, Cabeza del Turno, Iberia, Europeo e Universal, terminando con el único que sigue vivo: Bar Laredo», recuerda Arbide. Como icono de esa época traemos esta imagen de «El Pasaje Andaluz», en la calle Sierpes.
En el interior del bar nos espera esta barra repleta de camareros y un buen grupo de clientes posando para Serrano en 1930, parece que el fotógrafo hizo un buen reportaje de bares ese año. Esta bodega, al igual que la de la foto anterior, son de categoría diferente a la que abre este reportaje.

La decoración es distinta y el ambiente también. En esta vemos los tradicionales carteles de toros, los que anuncian qué bebidas sirven y seguro que en el mostrador se hacía la cuenta a tiza. También vemos que han pasado los años y en las tascas comienza a haber algo de comida. Llega la tapa.
En los inicios los bares no tenían cocina, tan sólo se servían bebidas, de hecho, no se conoce ni la fecha ni el lugar exacto en el que por primera vez alguien tomó una tapa. En «El Quijote» se denominaban «llamativos» y Quevedo, en sus obras las llamaba «avisillos» , ya que era algo que se comía antes de la comida principal. Por ello, la carta era sencilla: anís y coñac por las mañana y finos, manzanillas antes del almuerzo. Tal y como vemos en la imagen de la «Venta de Los Gatos», que Bécquer inmortalizó en una leyenda , eso era lo que se ofrecía en los mostradores. Este es un rincón olvidado de Sevilla.

El recorrido se ha hecho corto, en el archivo gráfico de ABC se nos han quedado bastantes fotografías e historias en el tintero. Quizás haya que plantear una segunda entrega de estos paseos. Mientras, les deseamos lo mismo que dice Sabina en una de sus famosas canciones: «Que no te cierren el bar de la esquina».
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