entrevista
Jesús Álvarez: «Hubo una inflación de noticias del Covid, pero faltó contar qué pasó en los hospitales»
Álvarez publica 'Ni héroes ni mártires', un relato de la primera ola de la pandemia en el Virgen del Rocío

En febrero de 2020 se produjo en Sevilla el primer ingreso hospitalario de un paciente contagiado localmente con coronavirus en España. Jesús Álvarez estuvo en la rueda de prensa en la que explicaron los pormenores de aquel caso. Casi tres meses después este periodista sevillano ... informaba en exclusiva de la salida de la UCI del último paciente Covid de la primera ola. Entre ambas fechas fue contando cada día en ABC qué sucedía en los hospitales sevillanos hablando con sus protagonistas. «El pasado verano empecé a reunirme con profesionales del Virgen del Rocío para reconstruir sus vivencias porque había publicado muchas noticias pero sabía que con ellos llegaría a otras historias que pasaron desapercibidas», recuerda. El fruto de este trabajo es 'Ni héroes, ni mártires', que entrelaza quince relatos de la primera ola del Covid en el Virgen del Rocío.
—El Covid propició una pandemia de desinformación. ¿Saber qué ocurrió dentro de un hospital ayuda a comprender mejor la historia?
—Es el motivo por el que me embarqué en este libro. La inflación de información sobre la pandemia no tiene precedentes, de nada se ha escrito tanto como de este virus, pero ni se sabía ni se conocía qué pasaba dentro de los hospitales. He aprovechado la investigación que hice como periodista para hacer un relato más en profundidad, con todas sus luces y también sus sombras. Cuento, por ejemplo, que la actitud de todo el personal sanitario fue modélica, ejemplar, pero también hubo reacciones de desconcierto, miedo y pánico, con máquinas que se rompieron para robar mascarillas y un reducido grupo de profesionales que prefirió darse de baja, lo cual es humano y entendible.
—El título 'Ni héroes, ni mártires', ¿refleja ese sentimiento?
—Refleja que los médicos, enfermeros, auxiliares y celadores no querían ser héroes sino realizar su trabajo de la mejor forma posible con los medios necesarios a su alcance, pero tampoco querían ser mártires. Se sentían ambas cosas porque la sociedad salía a aplaudirles a los balcones cada tarde y algunos de ellos murieron o contagiaron a sus familiares por hacer su trabajo. El libro trata de plasmar los sentimientos encontrados a los que estuvieron sometidos aquellos días y refleja, por ejemplo, la paradoja de quienes eran aclamados desde las ventanas pero al llegar a su bloque encontraban carteles de sus vecinos que les pedían que se fueran y recluyeran en un hotel... Eran tan aclamados como incomprendidos.
—Describe la visión de un psiquiatra del hospital y de los capellanes. ¿La mente y la fe también se sometieron a prueba en la pandemia?
—Los psiquiatras y psicólogos tuvieron mucho trabajo dentro de los propios hospitales para atender a sus compañeros y las secuelas mentales que ha dejado la pandemia durarán mucho tiempo. El libro refleja cómo se manifestó esa ansiedad en los profesionales, en algún caso con tendencias suicidas. Y con la experiencia del padre Alan se describe el papel que jugaron los capellanes del hospital para mantener la fe, y sus sentimientos al oficiar misas sin feligreses y en silencio. En la primera ola fallecían personas sin tener cerca a ningún ser querido y eran enterrados solos, como náufragos… Los sanitarios y también los capellanes hicieron todo lo posible para acompañarlos y se convirtieron en sus familiares, que no podían o no se atrevieron a ir al hospital ante el duro protocolo antiCovid y el pánico que se desató.
—Cuando recrea ahora lo que ocurrió en el hospital, ¿considera que el sistema sanitario funcionó?
- En España el sistema hizo lo que pudo y en el caso del Virgen del Rocío hubo una planificación que permitió anticiparse a situaciones de colapso que sí se produjeron en Madrid o Barcelona, pero la pandemia hizo temblar las costuras de la asistencia pública, quizá a causa de los recortes que trajo la crisis de 2008. También se ha demostrado que hubo medidas como el confinamiento universal, sin distinción de edades o patologías previas, que agravó muchas enfermedades crónicas y demoró diagnósticos de cáncer y otras patologías que luego pasaron factura.
—La obtención de la vacuna pasará a la historia. El Virgen del Rocío curó pacientes con plasma de personas curadas, ¿hubo muchos hitos científicos en cada hospital?
—Al principio de la pandemia no se sabía nada del virus y hubo mucha prueba-error. Se fueron ensayando soluciones de manera intuitiva, se desechaba lo que no funcionaba y se potenciaba aquello que daba algún resultado. El uso de sangre con anticuerpos para combatir un virus se utilizó en la mal denominada gripe española de hace un siglo, y el Virgen del Rocío fue de los primeros centros de España en utilizar este sistema con éxito. Después aparecieron mejores tratamientos y la propia vacuna, pero esta historia demuestra el esfuerzo que ha realizado cada centro por hallar soluciones en tiempo récord para salvar el máximo número de vidas.
—La obra se lee como relatos en primera persona, en algunos casos los testimonios recuerdan la ansiedad de aquellos días. ¿Todo lo que cuenta en sus páginas es real?
—Para que la narración pudiera avanzar de una manera menos angustiosa para el lector, he incluido en el relato una pequeña dosis de ficción a través de los dos protagonistas principales del libro, una enfermera de UCI y un celador de la planta de enfermedades infecciosas, que simbolizan que detrás incluso de la peor tormenta siempre acaba apareciendo el sol; pero el libro trata de reflejar una parte de lo que ocurrió en el hospital a través del testimonio de quince sanitarios de todos los niveles, desde la directora médica hasta un limpiador Covid. Hay historias duras, algunos llegaban llorando a casa de impotencia pero todos lucharon por ayudar a salvar vidas. Es inevitable sentir empatía hacia todos ellos y por eso este libro es mi humilde homenaje a su labor.
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