EL LENGUAJE ESCONDIDO (Y OLVIDADO) DE LAS CAMPANAS
La Catedral de Sevilla tiene regulados los toques en cada fecha y a cada hora
Fuegos, pestes, langostas, partos o ajusticiamientos eran señalados desde el campanario
Las campanas fueron la primera red de mensajerĂa instantánea

Durante siglos, las campanas de las iglesias han sido la Ăşnica y más fiable red de mensajerĂa instantánea de la que disponĂan pueblos, villas y ciudades para comunicar noticias que incumbieran a los residentes. Fuegos, asedios, partos, entredichos, fallecimientos y hasta ajusticiamientos se comunicaban ... a travĂ©s del tañido de las campanas, cuyo cometido fundamental, lĂłgicamente, era convocar a los fieles para las celebraciones litĂşrgicas.
La Unesco, en su reunión de Rabat, acaba de declarar patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad el toque manual de campanas en España, del que perviven más de treinta modos diferentes, entre ellos el de Utrera, con los campaneros ejerciendo de contrapeso a la campana con el propio cuerpo en una arriesgada maniobra no exenta de peligro.
Pero son la excepciĂłn. Hoy, el toque de campanas se ha mecanizado gracias a la electrificaciĂłn y pocas esquilas -salvando la de algunos monasterios de clausura- se voltean halando de la cuerda como se ha venido haciendo durante siglos. Sin embargo, aunque disminuido, sigue perviviendo un cĂłdigo sonoro que cada vez menos habitantes son capaces de descifrar.
La Catedral de Sevilla ha ido un paso más allá: su sistema para accionar las veinticuatro esquilas y campanas de la Giralda está informatizado. La combinación de campanas que intervienen, la modalidad en que se tocan (las esquilas pueden voltear mientras que en las campanas sólo se percute el badajo) y el tiempo de duración determinan el mensaje que se quiere transmitir. El cabildo metropolitano, como rector del templo mayor de la archidiócesis, dispone de un reglamento en el que nada queda a la improvisación.
Tres golpes de la campana mayor, nombrada Santa MarĂa como la sede hispalense, despiertan cada dĂa a la ciudad a las ocho de la mañana. La llamada al coro de los canĂłnigos para la hora litĂşrgica (laudes y oficio de lectura) se señala con tres toques media hora, un cuarto de hora y cinco minutos antes de la invocaciĂłn inicial. A mediodĂa y a las tres de la tarde, tres golpes de la mayor y uno de la campana llamada Santiago marcan la plegaria a esas horas.
Por la tarde, viene el toque de avemarĂas y de ánimas, a las siete y las ocho en invierno y una hora más tarde en verano, de abril a octubre. El toque de queda se ejecuta con la Santa Catalina dando seis golpes despacio y luego tres más a las nueve de la noche de noviembre a marzo y a las diez en horario de verano.
Este toque -que ha dado nombre a la restricción gubernativa para el tránsito de personas por la calle- marcaba la hora de recogerse en casa, acabadas las faenas laborales a la puesta de sol.
Esos eran los toques horarios a lo largo de la jornada, pero luego hay fechas señaladas en el calendario que tienen su propia partitura de esquilas y campanas: desde los tres minutos del toque de la sabatina con seis esquilas mayores y cuatro campanas golpeadas hasta los diez minutos del llamado toque de cuatro coros con todo el campanario tocando de manera enlazada y alternativa hasta concluir con un repique final.
El repique tiene su propio nombre en Sevilla: el pino de primera, equivalente a una combinaciĂłn de las 18 esquilas mayores y las seis campanas a la máxima velocidad que permite el badajo durante cinco minutos hasta que acaba todo el toque con tres golpes en la Santa MarĂa, la mayor de todas con sus más de cinco toneladas y 210 centĂmetros de diámetro, fundida en 1588. Es el que se oye cuando salen y entran las procesiones de la Catedral, cuando llega el prelado para oficiar un pontifical, en visitas regias y otros acontecimientos extraordinarios.
El peso de las campanas, fundidas en bronce, impide que Ă©stas volteen porque someterĂa a toda la estructura del campanario de Hernán Ruiz a unas vibraciones inasumibles en una fábrica de ladrillo a sesenta metros de altura sobre el suelo y aun complicada de soportar en nuestros tiempos del hormigĂłn armado.
El calendario anual del cabildo de la Catedral resume los toques especiales a lo largo del año. El más inminente, la solemnidad de la PurĂsima como no podĂa ser de otro modo en la ciudad más inmaculista del orbe catĂłlico. De hecho, los toques empiezan la vĂspera, el dĂa 7, con tres repiques a mediodĂa; otro tras el toque de avemarĂas por la tarde; y uno más cuando el reloj haya dado la medianoche.
Hay una excepciĂłn en la que el protagonismo de las campanas cesa en favor de la matraca, tambiĂ©n llamada carrañaca, una rueda dentada de madera cuyo golpeteo seco recuerda el crotoreo de las golondrinas, que se usa el Viernes Santo y el Sábado antes de la vigilia pascual en que la liturgia vacĂa el sagrario señalando el tiempo que Cristo estuvo sepultado tras morir en la cruz. Otra cosa es que se escuche a ras de suelo, donde el ruido ambiente se traga el destemplado eco del maderamen de la carraca.
Los dĂas más señalados son, claro está, dos Pascuas: la de Natividad y la de ResurrecciĂłn con tres repiques a mediodĂa. En todos los casos está programado al segundo el horario (por ejemplo, la llamada al coro se produce pasados tres segundos de las nueve y media de la mañana) salvo aquellas circunstancias que obligan a accionar a mano el pulsador que da inicio al toque como las bendiciones o los momentos de la procesiĂłn del Corpus que no se pueden predecir con esa exactitud.
Las reglas de tañido actuales han simplificado las antiguas normas de toque de las campanas de la Giralda. El canĂłnigo Pedro Rubio Merino publicĂł en 1995 un volumen conteniendo el orden en que se tañĂan las esquilas y campanas de la Catedral en 1533 y, un siglo despuĂ©s, en 1633.
Algunos toques han llegado hasta nuestros dĂas. TodavĂa hoy se diferencian los dobles (el toque de difuntos) para el Papa, el obispo, el Rey, un canĂłnigo de la Catedral o un hermano de la hermandad sacramental del Sagrario. Y entre los toques extravagantes (asĂ denominados por extraordinarios) se cuentan los de incendio y rebato, que ha pasado al lenguaje popular como expresiĂłn de una llamada a la movilizaciĂłn general en respuesta a alguna calamidad.
Pero las campanas de la Giralda tañĂan en otras muchas ocasiones en los siglos XVI y XVII. HabĂa un toque especial para los ahorcados «hasta que los metan en la ciudad». Las campanas de la Catedral tambiĂ©n subrayaban los autos de fe en la plaza de San Francisco.
Y el campanero tenĂa licencia para tañer a fuego en los incendios fortuitos en la feligresĂa del Sagrario de la Catedral o en otra parroquia «si es muy grande fuera de ella o en parte muy pĂşblica, como fue la del coliseo del año de 1620». PodĂa tocar de dĂa y de noche, incluso si la ciudad o parte de ella estaba en entredicho, antigua sanciĂłn eclesiástica que prohibĂa los oficios divinos, la participaciĂłn en los sacramentos o la sepultura en sagrado.
Nueve golpes despacio (como para rezar una salve entera) con la campaña llamada Santiago advertĂan de «muliere in partu lavoranti», o lo que es lo mismo, parturienta con dificultades usando la campana mayor de Santa MarĂa para anunciar los partos de la reina.
Los exorcismos, las plegarias por tempestad, plaga de langosta u otras necesidades tambiĂ©n estaban recogidas en el reglamento, como tambiĂ©n las entradas regias a la Catedral, los pregones de nueva salud en tiempo de peste (lo que equivaldrĂa al levantamiento de restricciones al confinamiento en nuestros tiempos de Covid), canonizaciones y beatificaciones de santos, elecciĂłn de PontĂfice, nacimiento de prĂncipe y hasta «el dĂa que se levanta bandera por el Rey», esto es, la proclamaciĂłn real. Todo estaba regulado y cada toque transmitĂa una informaciĂłn a la poblaciĂłn como hoy lo suelen hacer las redes sociales.
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